Erradicar el hambre

Rodolfo Faggioni

Hoy día, más de mil millones de seres humanos viven en condiciones de pobreza absolta, concentrados especialmente en las zonas rurales, y tres quintas partes de ellos son mujeres. Esos grupos se ven acosados por la falta constante de alimentos y sobre ellos pende la amenaza de las hambrunas cada vez que se produce una sequía u otra calamidad natural generalizada. El hambre no es obviamente el único problema existente en el ámbito internacional. Pero en términos humanos es tal vez el de mayores proporciones, representando un temible desafío para las esperanzas de poder iniciar un nuevo periodo de expansión económica y trasformación democrática.

Las poblaciones ricas no padecen ciertamente el hambre. Este problema consiste básicamente en la incapacidad de un elevado número de personas pobres –en su mayor parte de los países en desarrollo- para lograr acceso a una alimentación suficiente. La cuestión que se plantea es la de cómo poder ampliar ese acceso y hacerlo al mismo tiempo más seguro.

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Para algunos el desafío radica en incrementar el suministro global de alimentos, mientras que, para otros, en lograr una expansión económica general. Pero estos tipos de desarrollo macroeconómico son de difícil consecución. La expansión general del empleo y el incremento de los suministros globales de alimentos entrañan en sí buenos objetivos, pero son instrumentos poco incisivos –y sobre todo- lentos para afrontar el problema concreto del hambre.

Suele ocurrir que los recursos asignados al desarrollo general en el plano agrícola o rural no lleguen realmente al pobre y al hambriento. El apoyo amplio que se ha brindado a los proyectos de desarrollo agrícola con frecuencia sólo ha logrado un impacto decepcionante en el problema del hambre, puesto que los grupos pobres y hambrientos han permanecido en una situación de escaso acceso a la tierra, al crédito, a la capacitación y a la tecnología. Existe asimismo el riesgo de que se produzcan efectos adversos sobre los pobres durante los periodos de transición que deben recorrer los programas de ajuste. Es preciso cerciorarse de que los pobres no se vean ulteriormente desfavorecidos por determinados aspectos del proceso de reforma.

En la lucha contra el hambre, es menester, por tanto, adoptar un enfoque de carácter más directo. Ahora bien, el tratamiento de la cuestión del hambre como un tema de asistencia social es sencillamente inviable desde el punto de vista financiero para la mayoría de los países en desarrollo. La única respuesta sostenible al problema del hambre, en su condición de fenómeno masivo, es poner al pequeño agricultor, al campesino desprovisto de tierra y a la mujer rural pobre en condiciones de mejorar su propia capacidad productiva y de generación de ingresos.

El dotar a los pobres de los recursos necesarios para librarlos del hambre no sólo tiene una repercusión directa en este problema, sino que también contribuye al crecimiento nacional al incrementar el suministro de alimentos y de otros productos agrícolas, ampliando al propio tiempo el mercado para las manufacturas. Pero dado que los recursos son escasos, para lograr el máximo impacto en el hambre hay que asegurarse que el apoyo se oriente hacia un beneficiario explícito y esté dedicado debidamente focalizado en los que pasan hambre, reduciendo al minimo las “filtraciones” hacia otros grupos mas acomodados.

Rodolfo Faggioni

Es periodista boliviano. Actualmente vive y trabaja en Italia como corresponsal de medios de comunicación latinoamericanos. Desde 1975 es miembro de la Asociación de Prensa Internacional en Italia. En 1995 fue ganador del XXI Premio Internacional "DANTE ALIGHIERI" en Artes, Letras y Comunicación Social en la sección Periodismo.

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