El dinero es deuda: un análisis desde la antropología

Jhonny Lazo Zubieta

A comienzos de la década 80 del siglo XX, América Latina se encontraba en una profunda crisis económica  y con una enorme e impagable deuda externa. Entones, aparece el FMI para obligar en la refinanciación de la deuda. De esta manera, todos los gobiernos redujeron el gasto público en salud, educación y desarrollo social, para pagar la deuda externa. Sin exagerar, se puede afirmar que vivimos en una sociedad dividida entre deudores y acreedores; con instituciones específicamente creadas para proteger a los bancos. En este contexto, es necesario analizar la naturaleza del dinero-deuda y las instituciones financieras; que, tienen en sus manos el futuro de la humanidad…

El texto es una reseña o si se quiere una síntesis del libro de David Graeber, “En Deuda”, ‘Una historia alternativa de la economía’. El análisis de Graeber, no es el clásico informe de balances contables y operaciones numéricas tediosas. Es un libro poco usual, que no se encuentra en la literatura económica. Junto al análisis crítico y formativo, el libro se distingue, por presentar una investigación holística, que es una característica de la investigación antropológica.

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Dictaduras y deudas.-

El autor empieza el libro relatando una experiencia personal, que según él, le llevó a una confusión moral. Cuando traté de explicar a una joven abogada, sobre la deuda. “Me lancé a ofrecerle un contexto histórico… cómo, durante la crisis del petróleo de los 70, los países de la OPEP acabaron colocando… sus recién descubiertas ganancias en los bancos que éstos no sabían en qué invertir…, por tanto, Citibank y Chase”, enviaron agentes por todo el mundo para convencer a los dictadores del Tercer Mundo que accedan prestarse con interés extraordinariamente bajos, que luego se elevaron a más del 20%. “…cómo esto llevó, durante los años 80 y 90, a la gran deuda de los países del Tercer Mundo; cómo apareció entonces el FMI para insistir en que, a fin de obtener refinanciación de la deuda, los países pobres deberían abandonar las subvenciones a los alimentos básicos, o incluso sus políticas de mantener reservas de alimentos; así como la sanidad y la educación gratuitas; y cómo todo esto había llevado al colapso y abandono de algunas de las poblaciones más desfavorecidas y vulnerables del planeta[1].

Todos los países, incluidos los de Europa y Estados Unidos, tienen que seguir reglas del más ortodoxo mercado, diseñadas en Zúrich o en Washington, por gente que ningún ciudadano de cualquier país había designado y probablemente jamás lo hará. Además, es más que deshonesto imponernos una democracia, donde – no importa quien salga – las deudas, por más irresponsables que sean se deben pagar.

El mismo razonamiento se puede utilizar para la crisis de las hipotecas subprime; y no existen razones para pensar que en un futuro próximo no vuelvan a repetirse las mismas crisis y por los mismos motivos; por ello urge reflexionar y actuar ante esta sorprendente crisis que destruyó todo; y, sin embargo, nada fue hundido. ¿Cómo es posible que los responsables de destruir toda la economía; salieron, no solamente indemnes; sino con mayor energía? “¿cómo ha sido posible que, después de haber estado tumbados en la lona, como un boxeador (noqueado) o semi-inconsciente, al aparecer como responsables de tantas irresponsabilidades y crímenes financieros, la banca, los banqueros y los especuladores hayan podido volver a erigirse en los determinantes de las decisiones políticas y tomar de nuevo el control de la economía y de la sociedad a la hora de salir de una crisis tan grande y tan claramente provocada por ellos mismos?[2]

Primer Mundo vs “Tercer Mundo”

Graeber, explica las relaciones de poder entre las naciones del “Primer Mundo”, con las naciones fuera del “Primer Mundo”. Donde se descubre relaciones confusas entre deudas de diversos tipos y en contextos también heterogéneos. Las argumentaciones sugerentes de Graeber  es un desafío para quien pretenda refutarla. Veamos dos ejemplos de relación entre un país del “Primer Mundo”, con otros países del “Tercer Mundo”. En 1895, Francia invadió Madagascar y destituyó el gobierno de la reina Ranavalona III[3]; declarando, además, el país colonia francesa. La primera medida del ocupante general Gallieni tras la ‘pacificación’, fue imponer pesados impuestos a la población de Madagascar. Una parte estaba destinado al pago de los gastos generados por haber sido conquistados, “… pero también, dado que las colonias tenían que ser autosuficientes, para sufragar los costes de la construcción de vías férreas, carreteras, puentes, plantaciones y demás infraestructuras que el régimen francés deseaba construir”. A los habitantes de Madagascar nadie les había preguntado si querían vías férreas, carreteras, puentes, y plantaciones, ni se les consintió opinar acerca de cómo y dónde se construían. Por el contrario: durante casi medio siglo, la policía y el ejército francés asesinaron a quienes se opusieron. Según informes, durante las revueltas murieron más de medio millón de malgaches[4], en 1947. Madagascar nunca ha causado ningún daño a Francia, nos dice Graeber. “Pese a ello, desde el principio se dijo a los malgaches que debían dinero a Francia, y hasta hoy en día se mantiene a los malgaches en deuda con Francia, y el resto del mundo acepta este acuerdo como algo justo[5].

Sin embargo, la deuda puede ser también una manera de castigar a los ganadores; que se suponía debieran perder. El ejemplo sobresaliente, es la historia de la República de Haití. Haití, fue el primer país pobre que se convirtió en un estado esclavo a través de la deuda. Haití era una nación fundada por antiguos esclavos de plantaciones que cometieron el error, no sólo de rebelarse, “entre grandes declaraciones de derechos y libertades individuales”, sino de haber derrotado a los ejércitos que Napoleón envió para devolverlos a la esclavitud. “Francia clamó de inmediato que la nueva república le debía 150 millones de francos en daños por las plantaciones expropiadas, así como los gastos de las fallidas expediciones militares y de todas las demás naciones, incluido Estados Unidos”[6]. Entonces le impusieron un embargo hasta que cancele la deuda. La suma de la “supuesta” deuda fue unos 18.000 millones de dólares actuales. Imposible de pagar. De esta manera el nombre de Haití se convirtió en sinónimo de deuda, pobreza y miseria humana.

A veces, sin embargo, escribe Graeber, la deuda parece significar exactamente lo opuesto. Comenzando la década de 1980, Estados Unidos, que insistía forzosamente que los países, del “tercer mundo”, deben pagar la deuda; no obstante que EEUU, había acumulado “… deudas que dejaban en ridículo a las del Tercer Mundo sumadas, debidas sobre todo a gastos militares. La deuda exterior estadounidense, sin embargo, toma la forma de bonos del tesoro en poder de inversores institucionales en países (Alemania, Japón, Corea del Sur, Taiwán, Tailandia, los países del Golfo) que son, muchas veces, de facto, protectorados estadounidenses, cubiertos de bases militares estadounidenses llenas de armas y equipamiento pagados con ese mismo gasto deficitario”[7].

En las últimas décadas, esto ha cambiado, señala nuestro autor, porque China ha entrado en el juego como un actor importante en el concierto internacional de naciones. Sin embargo, al poseer tantos bonos del tesoro norteamericano, se ha puesto a merced de los intereses de Estados Unidos, y no al revés como se cree. Olvidan que el dólar es la divisa mundial.

Por otro lado, en la historia, a ciertos tipos de deuda y a ciertos tipos de deudor, se los ha tratado de manera diferente que a otros. Por ejemplo, en la década de 1720, algo que escandalizó de suma manera a los británicos, fue las condiciones de vida en las cárceles de deudores. Las publicaciones en la prensa mostraban que las cárceles estaban divididas en secciones bien diferenciadas. “Los internos aristocráticos, que vivían su corta estancia en las cárceles de Fleet o Marshalsea como algo snob, tenían criados con librea, bebían vino y recibían visitas habituales de prostitutas. En la «zona de los comunes», los  empobrecidos deudores estaban encadenados, apiñados en diminutas celdas, «cubiertos de mugre y alimañas», como rezaba un informe, ‘y morían’, sin que nadie se apiadase, de hambre y tifus”[8]. El texto nos permite extrapolar a la situación económica mundial. Entones, en una versión a mayor escala, EEUU sería el deudor de lujo y Madagascar el deudor pobre, muriendo de agotamiento en la celda de al lado, mientras los criados del deudor de lujo, Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional, le aseguran,  al deudor pobre, que sus problemas se deben a su propia irresponsabilidad

Las luchas de todos los tiempos, nos dice Graeber, fue la lucha entre ricos y pobres; es decir, entre acreedores y deudores. Las discusiones, siempre fueron, por las ventajas o inconvenientes del pago de intereses, de la servidumbre por deudas, de las condonaciones, restituciones, de las renegociaciones de las deudas, de las confiscación de ganado, expropiaciones de viñedos y la venta de los hijos del deudor como esclavos.

“Por la misma razón, durante los últimos cinco mil años, y con una regularidad notable, las insurrecciones populares han comenzado de la misma manera: con la destrucción ritual de los registros de deudas (tablillas, papiros, libros, cualquier forma que tomaran en las diferentes épocas y lugares). Tras ello, los rebeldes solían ir a por los registros de posesión de tierras y los cálculos tributarios”[9]. Como Moses Finley escribía: Todos los movimientos revolucionarios de la Antigüedad tenían un mismo programa: Cancelar las deudas y redistribuir la tierra”[10].

Crisis hipotecaria y rescate a los bancos.-

Sobre la crisis del 2008, que empezó como crisis de las hipotecas subprime, luego se trasformó en crisis financiera, para expandirse como crisis económica a nivel mundial, Graeber escribe: En septiembre de 2008 presenciamos el comienzo de una crisis financiera que accionó los frenos, rechinando, de casi la total economía mundial. “En ciertas maneras lo hizo: los barcos dejaron de surcar los océanos, y miles de ellos acabaron en dique seco. Se desmantelaron grúas porque ya no se construían más edificios. Los bancos dejaron prácticamente de conceder préstamos. A la estela de todo esto hubo no sólo rabia y perplejidad general, sino el comienzo de un auténtico debate público acerca de la naturaleza de la deuda, del dinero y de las instituciones financieras que han acabado teniendo el destino del mundo en sus manos”.

Pero, esa rabia y perplejidad fue momentánea. Porque, el debate nunca tuvo lugar. Los motivos por la que todo el mundo estaba dispuesto para un debate, es que la historia económica que se nos había contado y contado al a todo el mundo, especialmente durante la última década, había sido una colosal mentira. Durante años y en todo el mundo nos contaban nuevas y complicadas innovaciones financieras, que decían iba a beneficiar a toda la humanidad. Esas sofisticadas innovaciones eran los “… derivados de crédito y de mercancía, derivados de obligaciones colaterales hipotecarias, valores híbridos, intercambio de deudas, estos nuevos mercados de derivados eran tan increíblemente sofisticados que, según un persistente rumor, una importante compañía de inversiones tuvo que recurrir a astrofísicos para emplear programas tan complejos que los financieros no eran capaces de entenderlos[11]. El mensaje fue claro y repetido infinidad de veces en la historia: “dejen estas cosas en manos de profesionales”; o dicho de otra forma: Es imposible que entiendan ustedes esto. Y, de alguna manera era cierto, la gran mayoría de los economistas del mundo, no entendieron de qué se trataba o cómo había que analizarla. Esto se evidencia, cuando los colegios de economistas en Europa proponen que se cambie el pensum de las carreras de economía.

Escribe Graeber: “Recuerdo haber asistido a conferencias en 2006 y 2007 en que los teóricos sociales de moda presentaron informes que mantenían que estas nuevas formas de bursatilización, ligadas a las nuevas tecnologías de la información, presagiaban una inminente transformación de la propia naturaleza del tiempo, de la posibilidad, ¡y de la propia realidad! Recuerdo haber pensado: ‘¡bobos!’. Y lo eran[12].

Entonces, cuando las aguas calmaron, nos dimos cuenta que muchas de las sofisticadas innovaciones financieras, si no la mayoría de ellas, habían sido estafas muy bien elaboradas. Se trataba de procedimientos cuyo fin era vender las hipotecas de familias muy pobres, “… creadas de tal manera que la falta de pago fuera inevitable; realizando apuestas acerca de cuánto tardarían en dejar de pagar los titulares; empaquetando la hipoteca y la apuesta juntas y vendiéndolo todo a inversores institucionales (en representación, tal vez, de las jubilaciones de los hipotecados) asegurando que darían dinero pasara lo que pasara, y permitiendo a dichos inversores vender e intercambiar los paquetes como si se tratara de dinero[13]. De esta manera, pasaron la responsabilidad de pagar la apuesta a un buen número de aseguradoras; que, si se hundían por el peso de su deuda proveniente (lo que en realidad ocurrió), serían rescatadas por los contribuyentes; como efectivamente pasó.

La diferencia, empero, era que esta vez los banqueros lo estaban haciendo a una escala inadmisible. La suma total de la deuda que habían creado era superior al producto interior bruto de todos los países del mundo juntos; y, lanzaron al mundo a una caída vertical, casi destruyendo el propio sistema En este escenario, la gran mayoría de los estadounidenses buscaban soluciones radicales. Las encuestas, que se realizaron, expresaban que una abrumadora mayoría de norteamericanos pedían que los bancos no fueran rescatados, sin importar las consecuencias económicas. Las mismas encuestas, mostraban  que a los ciudadanos estándar atados a malas y tramposas hipotecas era a quienes el gobierno debía rescatar.

“El gobierno de Estados Unidos puso una tirita de tres billones de dólares en el problema y nada cambió. Se rescató a los banqueros; pero a los deudores a pequeña escala, salvo alguna escasa excepción, no. Al contrario: en medio de la peor recesión económica desde los años 30, comenzamos a ver un cambio de las tornas en su contra, controlado por las corporaciones financieras que se han dirigido al mismo gobierno que las rescató para exigirle que se aplicara con todo su rigor la ley contra los ciudadanos ordinarios con problemas financieros[14].

El Star Tribune de Minneapolis-St. Paul Minnesota,  informaba que no es un crimen deber dinero: “… pero se está enviando rutinariamente a la gente a la cárcel por no poder pagar deudas. En Minnesota, el empleo de órdenes de arresto contra deudores ha crecido un 60 por ciento en los últimos cuatro años, con 845 casos en 2009. En Illinois y el sudoeste de Indiana, hay jueces que envían a deudores a la cárcel por no poder satisfacer pagos de deuda ordenados por tribunales. En casos extremos la gente se queda en la cárcel hasta poder reunir un pago mínimo. En enero del 2010, un juez sentenció a un hombre de Kenney, Illinois, a ‘cárcel indefinida’” hasta que reuniera 300 dólares para una deuda de su aserradero[15].

La cárcel por deuda, es un retroceso al medioevo. En el siglo XV en Castilla, fue restablecida la prisión por deudas para judíos y musulmanes. En la época medieval, la detención preventiva “pro debito” o prisión por deudas, era una práctica diaria. Hacía el final del siglo XIX, en Europa, los deudores eran encarcelados sin poder trabajar. Muchos deudores pasaban décadas en prisión[16]. Lo discutible es creer, según Graeber, que todo lo que nos rodea es totalmente nuevo. En ningún ámbito esto es tan indudable como en el del dinero. Sobre el dinero virtual. Cuántas veces no oímos que el advenimiento del dinero virtual; es decir, la desmaterialización del efectivo en plástico y de los dólares en Un bit de información electrónica; y, por ello estamos en un nuevo mundo financiero sin precedentes en la historia.

Sobre las confusas innovaciones financieras, Graeber escribe: “La asunción de que estábamos en ese territorio inexplorado, por supuesto, fue una de las cosas que facilitó que Goldman Sachs, AIG y similares convencieran a la gente de que no estaban preparados para comprender sus flamantes nuevos instrumentos financieros… Pero en cuanto uno sitúa los asuntos en una amplia escala mundial lo primero que aprende es que no hay nada nuevo en el dinero virtual… En realidad, ésta fue la forma de dinero original. Los sistemas de crédito, los pagos a cuenta, incluso la contabilidad de gastos, todos existieron mucho antes que el dinero. Son cosas tan viejas como la propia civilización”[17]. Por otra parte, en la historia del dinero hay ciclos; unos donde funciona como dinero los metales oro y plata; y, periodos el dinero una abstracción, una unidad virtual de contabilidad.

“No obstante, la historia proporciona pistas fascinantes acerca de lo que podemos esperar. Por ejemplo, en el pasado, las épocas de dinero crédito virtual casi invariablemente implicaban la creación de instituciones diseñadas para evitar que todo se descomponga: para evitar que los prestamistas se asociasen con los políticos y los burócratas para exprimir a todo el mundo, como parece estar sucediendo ahora. Suelen estar acompañadas por la creación de instituciones para proteger a los deudores[18]. La situación actual, como mencionamos en el párrafo anterior, nos lleva a suponer que estamos volviendo a épocas pasadas. Porque, la creación de instituciones como el FMI y el Banco Mundial están planteadas para proteger no a los deudores, sino a los acreedores; acreedores que deliberadamente diseñaron préstamos para que los deudores no puedan pagar ni los intereses ni el capital.

Las deudas en las tradiciones religiosas.

Graeber, señala que las perspectivas, de las deudas, en las tradiciones religiosas son algo diferentes. Por ejemplo, en los códigos oficiales del periodo medieval de la India, los préstamos con interés no sólo fueron permitidos; sino que se enfatizaba que un deudor que no pagara renacería en su siguiente vida como sirviente en la casa de su acreedor; en otros códigos posteriores, como su mula o buey. En muchas ramas del budismo aparece la misma actitud tolerante hacia el prestamista y las advertencias kármicas hacia los deudores. Estos argumentos en favor de los prestamista, llegaba, incluso, a lugares remotos, donde los prestamistas empezaban a residir.

En los más antiguos poemas védicos (1500 a 1200 a.C.), muestran una constante preocupación por la deuda, tomada como sinónimo de culpa y de pecado. “Hay numerosas plegarias que suplican a Dios que libere al adorador de los grilletes o ataduras de la deuda. A veces parece referirse a la deuda en su sentido literal: en Rig Veda 10.34, por ejemplo, se da una larga descripción de los tristes jugadores que ‘vagabundean sin casa, con constante miedo, endeudados y buscando dinero’[19]. En el resto de los poemas védicos, la deuda como sinónimos de culpa es tratada sutilmente o de forma metafórica.

En estos himnos, Yama, dios de la muerte, figura de manera prominente. Estar endeudado era que la muerte colocara un peso sobre ti. Vivir sin haber cumplido alguna obligación, o con una promesa incumplida, a los dioses o a los hombres, era vivir en las sombras de la muerte[20]. A menudo, escribe Graeber, en algunos de los textos más antiguos, la deuda simboliza algún tipo de sufrimiento interno y de súplica a los dioses, para que los liberen. Parece que la misma existencia como seres humanos implica un tipo de deuda. Un hombre nace con una deuda; y, nace de la Muerte, y sólo cuando a través de sacrificios se redime de la Muerte.

Desde la filosofía, Nietzsche comprende el concepto de redención en sentido cristiano: cómo el sentirse deudor de “algo” se convierte en una sensación permanente  de culpa: “¿Por qué, si no, llamamos a Cristo ‘el redentor’? El significado original de ‘redimir’ es recomprar algo, o recuperar algo que se había dado como aval en un préstamo; adquirir algo mediante el pago de una deuda. Es chocante, señala Graeber, pensar que el núcleo más íntimo del mensaje cristiano, la propia Salvación, el sacrificio del propio hijo de Dios para rescatar a la humanidad de la condenación eterna, se tenga que enmarcar en términos de una transacción comercial”[21].

Graeber, toma las parábolas de Jesús, para mostrarnos situaciones incómodas, “la del sirviente sin compasión”; donde Jesús parece jugar explícitamente con el problema: el Reino de los Cielos es como un rey que quiso pasar cuentas con sus sirvientes.

La parábola del siervo malvado-Mateo 18:21-35.

(18:24) “Y comenzando a hacer cuentas, le fue presentado uno que le debía diez mil talentos”. Como no tenía con qué pagar, ordenó el señor que fuese vendido él, su mujer y sus hijos y todo cuanto tenía, y que se le pagase…

(18:26) Entonces aquel siervo, postrado, le suplicaba, diciendo: Señor, ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo. Compadecido el señor de aquel sirviente, le dejó en libertad y le perdonó la deuda. Al salir de allí, aquel sirviente, se encontró con uno de sus compañeros, que le debía cien denarios; le agarró y, ahogándole, le decía: “Paga lo que me debes”. Su compañero, cayendo a sus pies, le suplicaba: “Ten paciencia conmigo, que ya te pagaré”. Pero él no quiso, sino que fue y le echó en la cárcel, hasta que pagase lo que debía. Al ver sus compañeros lo ocurrido, se entristecieron mucho, y fueron a contar a su señor todo lo sucedido. Su señor entonces le mandó llamar y le dijo: “Sirviente malvado, yo te perdoné a ti toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también compadecerte de tu compañero, del mismo modo que yo me compadecí de ti”? 18:30 Más él no quiso, sino fue y le echó en la cárcel, hasta que pagase la deuda.

Según nuestro autor este texto extraordinario. “Durante mucho tiempo… ha constituido un desafío para los teólogos. Se suele interpretar como un comentario acerca del ilimitado premio de la gracia de Dios y cuán poco nos pide en comparación, y por lo tanto, por implicación, como la sugerencia de que torturarnos en el infierno por toda la eternidad no es tan absurda como puede parecer. Ciertamente el sirviente sin compasión es un personaje odioso. Aun así, lo que me resulta más chocante es la sugerencia implícita de que, en último término, el perdón en este mundo es prácticamente imposible[22].

Algo similar hacemos los cristianos, cuando rezamos el Padrenuestro, pidiendo a Dios: “perdona nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores”. Aunque, en algunas congregaciones religiosas se dice “Perdona nuestros pecados”. Casi en la totalidad de los grupos protestantes, se repite “perdona nuestras deudas”. Es más, no dar el diezmo es robar a Dios, porque el diezmo es una deuda de los creyentes con Dios. “Al fin y al cabo, la mayoría de los cristianos que recitan la oración son conscientes de que no suelen perdonar a sus deudores. ¿Por qué debería Dios perdonarles sus pecados?”

Más tarde, en el feudalismo, si la deuda permanece sin cancelarse, la lógica de la jerarquía se hace cargo. No existe reciprocidad. Igual que todo el que haya estado en la cárcel sabe, lo primero que explican los carceleros es que nada de lo que ocurra al interior de una cárcel tiene nada que ver con algún sentido de justicia. “De igual manera, acreedor y deudor se enfrentan como un señor feudal y un campesino en la Edad Media. La ley de los precedentes manda. Si llevas a tu acreedor tomates de tu jardín, ni se te ocurre que te vaya a dar nada a cambio. Sin embargo, puede esperar de ti que lo vuelvas a hacer. Pero persiste la asunción que la situación es antinatural, porque la deuda se tiene que pagar realmente”[23].

Esta situación difícil y dolorosa, donde una deuda no se pueda pagar. Y el deudor no puede hacer lo que se necesita para restaurar su igualdad frente al acreedor, es porque definitivamente hay algo mal en él; y, ese algo es su culpa. Es decir; a nivel social, deudas creadas artificialmente de un dinero inexistente y que aceptamos pagar, es porque al interior de cada ser humano hay un sentimiento de culpa ante la deuda.

Escribe Graeber: “Esta conexión se ve claramente si buscamos la etimología de la palabra ‘deuda’ en los lenguajes europeos. Muchas son sinónimos de ‘falta’, ‘pecado’ o ‘culpa’; así como un criminal tiene una deuda con la sociedad, un deudor es siempre una especie de criminal. En la antigua Creta, según Plutarco, era costumbre que quienes tomaban préstamos simularan arrebatar el dinero del monedero del prestamista. ¿Por qué?, se pregunta. Probablemente ‘para, en caso de que no pudieran pagar, poder acusarlos de robo con violencia y castigarlos con severidad’[24]. Según Graeber, ésta es la razón por la que en tantos periodos de la historia los deudores empobrecidos podían ser encarcelados o incluso, como en la primera época de la República de Roma, ejecutados.

La República de Platón.

Siguiendo a Graeber, la obra de Platón da cuenta de la profunda confusión moral introducida por la deuda; y, que ésta modeló nuestras tradiciones de pensamiento, “En Atenas, el resultado fue una extremada confusión moral. El lenguaje del dinero, la deuda y las finanzas proporcionó poderosas (y, a la postre, irresistibles) maneras de pensar en los problemas morales (…) Sin embargo, si la deuda era moralidad ¿qué se podía pensar del dinero, del hecho de que aquello que parecía capaz de convertir la moral en una ciencia exacta y cuantificable, también pareciera provocar los peores tipos de conducta?[25] Entonces, a partir de estos problemas, surgen las modernas filosofías morales y éticas. El libro I de La República de Platón, comienza cuando uno de los esclavos de Polemarco los detiene a Glaucón y Sócrates e invita a la casa de su amo Céfalo para conversar. Una vez reunidos, el anciano Céfalo les cuenta acerca de las pasiones de su juventud y que en su vejez privilegia su tranquilidad para dedicarse al diálogo y la meditación; Sócrates le pregunta en qué medida contribuye el dinero a su tranquilidad respondiendo que le evita cometer injusticias.

Cuando Sócrates pregunta ¿Qué es la Justicia?

Para Céfalo, la Justicia consiste en vivir bien y pagar sus deudas. Sócrates pregunta: ¿debemos pagar siempre lo que se debe? Da el ejemplo de un amigo que le presta un arma y que luego enloquece, entonces, ¿es correcto devolverle el arma en esta situación? Con este ejemplo, Sócrates invalida el argumento de Céfalo.

Céfalo es sustituido por su hijo Polemarco; quien ofrece una nueva definición: la Justicia es hacer bien a los amigos y mal a los enemigos.

La respuesta de Sócrates consta de 3 partes: 1) Habla de cómo hacer bien a un amigo; 2) El significado de “amigo”; y, 3) Critica la noción de que un hombre justo pueda hacer mal a otros.

En primera instancia Sócrates utiliza un recurso común en sus argumentaciones como es la comparación de la Justicia con las artes. Tal técnica le permite trasladar el asunto desde la esfera de las acciones hacia la esfera del saber. Pregunta: ¿Hay un objeto propio del arte del hombre justo? El arte de la justicia ¿nos permite saber quiénes son nuestros amigos y quiénes nuestros enemigos? ¿Son los que parecen? ¿Cómo diferenciar los que “parecen” amigos pero no lo son de los que “son” pero no lo pare­cen? ¿Cómo no engañarse en la apreciación de los buenos y los malos?

Aquí Polemarco cambia la definición y establece que amigo o enemigo será el que en realidad (y no tan solo en apariencia) lo es.

Sócrates entonces continúa con la aplicación de la justicia como una técnica. El hombre más capaz de ayudar puede hacer también el mayor daño: un médico es quien desempeña mejor el oficio de envenenador; el arte de la defensa es también el del ataque. De manera que si un hombre justo es bueno en el arte de mantener el dinero intacto, también será bueno en el arte de robarlo. Los enemigos de un hombre son aquellos que él considera malos, pero puede equivocarse. Si se equivoca, la justicia consistirá en dañar a un hombre bueno.

En tercer lugar, se llega a que la justicia no puede implicar hacer daño o perjudicar a otra persona. Si la Justicia es una virtud humana, dañar a otro hombre implicará hacerlo menos justo, pero el hombre bueno no puede hacer mal a otro, ya que sería cometer una injusticia.

Trasímaco, el sofista hace aparición y define la justicia, al estilo marxista, como “lo ventajoso para el más fuerte” (338c), como el arte del egoísmo. Las leyes se deben obedecer porque están desarrolladas por parte de los poderosos. Los más fuertes son los gobernantes y la justicia no es sino la conveniencia del gobierno establecido. Y éste, de una u otra manera, es el que tiene el poder”. Entonces lo justo es lo legal, lo lícito de acuerdo a las leyes y costumbres vigentes, de acuerdo con el gobierno de turno en una polis. Si lo justo es lo legal, el fundamento de la justicia estará en la voluntad del legislador, que representa a los que tienen el poder.

Sócrates señala que los mandatarios a veces se equivocan definiendo las leyes, lo que sería desventajoso para el mandatario. Trasímaco responde que lo ventajoso es lo que parece ser en realidad ventajoso. Si se equivoca, no actúa como mandatario.

Ahora, Sócrates expone que todo arte se practica buscando el bien de su objeto, no el de quien lo practica: por ejemplo, la medicina el del cuerpo, no el del médico. Esto incluye al arte de gobernar, que, dado que se practica sobre los súbditos, debe tender a su bien. Trasímaco replica con el ejemplo del pastor cuyo bien final no es el de las ovejas, sino que su fin es comerlas o venderlas o, simplemente, ganar un salario. Sócrates responde que, en cuanto pastor, su trabajo es el bienestar de las ovejas y nada más: cualesquiera que sean sus otros objetivos, no son relevantes para su arte de pastor, de la misma manera que el hecho de que se pague a un médico por sus servicios no invalida la afirmación de que la finalidad de la medicina es la salud del paciente. Y sigue… Hacia el final del Libro I la Discusión con Trasímaco queda inconclusa. Todas las definiciones de Justicia son dadas como no válidas. Sócrates se reprocha haber realizado preguntas complejas acerca de la Justicia sin antes haber precisado que era ésta[26].

Aquí Graeber escribe: “Platón nos enfrenta a la cínica realidad política. Quizá es que, en realidad, nadie debe nada a nadie. Quizá quienes sólo persiguen su propio beneficio tienen razón, después de todo. Pero tampoco esa visión se aguanta por sí sola. Se nos deja con la certeza de que los estándares existentes son incoherentes e insatisfactorios, y que se requeriría algún tipo de ruptura radical a fin de crear un mundo con un sentido más lógico. Y en este punto hemos estado, desde entonces, en medio de un dilema insoluble[27].

Graeber finaliza con Platón, con un sorprendente aspecto poco conocido. Veamos: Menos de siete años atrás, Platón, había embarcado en un frustrado viaje, dónde acabó siendo capturado e igual que Nicóstrato y puesto a la venta como esclavo en Egina. Sin embargo, Platón tuvo más suerte. Un filósofo de la escuela epicúrea, de nombre Anníceres, pasaba por el mercado. Reconoció a Platón y pagó su rescate. Platón se sintió en deuda con él. Sus amigos atenienses reunieron veinte minas de plata para que Platón le devolviera el dinero a Anníceres, pero éste, no quiso aceptar el dinero, señalando que era un honor para él poder beneficiar a un colega que buscaba la sabiduría. De esta forma, se ha recordado y agradecido por siempre la generosidad de Anníceres.

Platón empleó las veinte minas en la compra de un terreno para su escuela, la célebre Academia. “Y aunque nunca demostró el nivel de ingratitud de Nicóstrato, uno acaba con la impresión de que Platón no se sentía muy feliz ante la idea de que toda su carrera posterior fue posible, en cierto sentido, por su deuda hacia un hombre al que probablemente consideraba un filósofo muy menor: ¡y Anníceres ni siquiera era griego! Al menos esto explicaría por qué Platón, siempre dispuesto a nombrar a todo el mundo, nunca mencionó a Anníceres[28]. En realidad, sabemos de la existencia de Anníceres, gracias a fuentes posteriores.

Crisis financiera, poder, esclavitud y resistencia.-

En el Capítulo 12 (1971 – Inicio de algo aún por determinar), Graeber, reflexiona, sobre los últimos acontecimientos de la Crisis Financiera que comenzó el 2008. “Se han acuñado muchos nombres para describir la nueva situación, desde ‘democratización de las finanzas’ a ‘financiarización de la vida cotidiana’. Fuera de Estados Unidos la llaman ‘neoliberalismo’. Como ideología, implica que no sólo los mercados, sino el capitalismo (he de recordar continuamente al lector que no son la misma cosa) se convierten en el principio organizativo de casi todo”[29]. A continuación exhorta pensar a cada uno de nosotros, como seres individuales, en familia y en corporaciones organizadas en torno a la misma relación entre deudor y acreedor: “… entre la fría y calculadora matemática del banquero y el guerrero que, endeudado, ha abandonado cualquier noción personal de honor para convertirse en una especie de máquina desgraciada[30].

En realidad se puede hablar de una doble teología: una para acreedores y otra para deudores. No es casualidad que esta nueva etapa de imperialismo norteamericano, a través de las deudas vaya de la mano con el auge de la derecha evangélica; que, en abierto desafío a la teología cristiana precursora, ha abrazado con frenesí la doctrina de ‘economía de la oferta’. Que significa crear dinero y entregárselo a los ricos, en cumplimiento de un mandato bíblico; de esa manera, crear prosperidad para la nación.

Según Graeber, el teólogo más ambicioso del nuevo credo es George Gilder, cuyo libro ‘Riqueza y pobreza’ se convirtió en líder de ventas en 1981, justo al inicio de la ‘la revolución Reagan’. Según Gilder, aquellos que creían que el dinero no podía sencillamente crearse, estaban atrapados en un anticuado materialismo ateísta; pues, no se daban cuenta que así como Dios podía crear algo de la nada, la humanidad era su propia creatividad. “Los inversores podían, en efecto, crear valor de la nada gracias a que estaban dispuestos a aceptar el riesgo de confiar en la creatividad de otros. En lugar de contemplar la emulación de los poderes divinos de creación ex nihilo como un acto de arrogancia, Gilder insistía en que eso era precisamente lo que Dios quería: la creación de dinero era un don, un regalo, una bendición, una entrega de gracia; una promesa, sí, pero no una que se pueda cumplir, incluso si los bonos cambian continuamente de manos, porque es mediante la fe (nuevamente, ‘en Dios confiamos’) que su valor se hace realidad[31]. Eso fue lo que hizo Reagan y Aznar: promovieron: la oferta, es decir, el ingenio y la creatividad. Por tanto la lucha en el sistema capitalista, ideado por Gilder, no es una lucha de clases, sino una lucha entre el pasado y el futuro. Y la deuda parece el motor de la lucha de clases.

En otros Párrafos, escribe el dinero y la deuda parecen un contrato teológico. Que la deuda es la nueva obesidad. Que incluso hay programas de televisión acerca de deudas, que con un familiar tono religioso, afirmaban que la mentira, el engaño, el robo o la circulación y cheques en descubierto, eran la causa de las deudas. Que infinidad de vidas habían sido destruidas por el dañino comportamiento del deudor. En este contexto, el presentador, interpretaba el papel que antes tenía un sacerdote o un evangelista, lanzando compasivas pero severas reprimendas. Sin embargo, según nuestro autor había algo profundamente engañoso en todo esto. “Todas estas tragedias morales parten de la noción de que la deuda personal está causada, en último término, por excesos, que se trata de un pecado contra los seres queridos, y que, por tanto, la redención es cuestión de purgar y de restaurar una ascética abnegación[32]. Lo que encubre este discurso, es que todos los estadounidenses están endeudados. Y, que sin embargo una ínfima parte de esa deuda corresponde a aquellos que quisieron lucrar con apuestas en los hipódromos o que derrocharon el dinero en despropósitos.

La mayoría de las deudas, que los economistas llaman ‘gastos discrecionales’ fue para dar a los hijos, para construir y mantener relaciones con otros seres humanos que se basaran en algo más que el puro cálculo material. Para poder conseguir una vida que vaya más allá de la mera supervivencia. Para construir un futuro de bienestar como construir una casa propia. Por ello, Graeber, argumenta: La principal causa de bancarrota en Estados Unidos son las enfermedades graves; la mayor parte del dinero que se pide prestado se pide por una mera cuestión de supervivencia (si no se tiene coche, no se puede trabajar) y, cada vez más, acceder a la universidad implica trabajar en servidumbre por deudas la mitad de la subsiguiente vida laboral. Aun así, es útil señalar que para los seres humanos, la mera supervivencia rara vez es suficiente. Ni debería serlo”[33].

Micro crédito, nueva forma de endeudamiento.-

En la última década del siglo XX, aparecieron instituciones de micro – crédito, inspirado en el éxito del modelo del Grameen Bank de Bangladesh. El Grameen Bank es un proyecto donde se presta dinero,  “supuestamente, a población en condiciones de pobreza. Los préstamos se realizan a través de microcréditos, no requieren constituir garantías económicas pero si referencias personales. Así, según Graeber, el nuevo modelo consistía en identificar a ingeniosos en las comunidades pobres y suministrar préstamos pequeños a bajo interés. El crédito, insistía El Grameen Bank, es un “Derecho humano”. “Al mismo tiempo, la idea era aprovechar el ‘capital social’ (los conocimientos, redes de contactos, conexiones e ingenio que los pobres del mundo ya empleaban para tirar adelante en momentos de dificultad) y convertirlo en una manera de generar aún más capital (expansivo), capaz de crecer entre un 5 y un 20 por ciento anual[34].

Empero, estos tipos de créditos, tenían su lado oscuro. El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) a través de investigadores independientes. Demostró que La práctica del Grameen bank, lleva a los pobres a trampas de endeudamiento[35].

Un asesor de una ONG, increíblemente sincero, explicó en El Cairo, en 1995: “El dinero da poder. Éste es un dinero que da poder. Necesitas ser grande, pensar a lo grande. Aquí se puede meter en la cárcel a quien no devuelve un préstamo, así que ¿de qué tienes que preocuparte? (…) En Estados Unidos recibes por correo diez ofertas diferentes de tarjetas de crédito cada día. (…) Pagas unos tipos de interés increíblemente altos por ese crédito, algo así como un 40 por ciento. Pero te hacen la oferta, así que tomas la tarjeta y llenas tu cartera con tarjetas de crédito. Te sientes bien. Aquí debería ser igual. ¿Por qué no ayudarles a endeudarse? ¿Realmente me importa en qué emplean el dinero, con tal de que me lo devuelvan?”

El único criterio unificador de estos créditos a los pobres, es que la gente debería endeudarse. La deuda es buena en sí mismo. Porque da poder. Finalmente si acaban con demasiado poder y pueden meter en la cárcel a los deudores. Deuda y poder, pecado y redención, se hacen casi indistinguibles. La libertad es esclavitud. La esclavitud es libertad. La vida misma en este contexto es un absurdo que parece no tener fin y que los poderosos serán eternamente impunes.

NOTAS

[1] GRAEBER David, En Deuda, una historia alternativa de la economía p. 11 – 13

[2] TORRES López Juan, con la colaboración de Alberto Garzón Espinosa, La crisis de las hipotecas basura ¿Por qué se cayó todo y no se ha hundido nada?, attac, Madrid, 2010, p. 255 – 263.

[3] Como parte del linaje real era sobrina de la Reina Ranavalona II y bisnieta del Rey Andrianampoinimerina, lo que la calificaba como potencial heredera del trono del Reino de Madagascar. … Se casó en segundas nupcias con el Primer Ministro Rainilaiarivony, quien también fue esposo de las reinas Rasoherina y Ranavalona II. Fue la última reina de Imerina, un reino que dominó lo que hoy es Madagascar, del 30 de julio de 1883 al 28 de febrero de 1897, cuando fue depuesta por Francia, que posteriormente gobernó la isla como una colonia.

[4] Malgache o malagache puede referirse a: al Idioma malgache. Los malgaches, habitantes de la isla Madagascar.

[5] GRAEBER David, En Deuda, una historia… Ob. Cit. p. 8

[6] Ibíd. pp. 8 – 9

[7] Ibíd. p. 9

[8] Ibíd.

[9] MOSES I. Finley, Uso y abuso de la historia, Ed., Crítica, Barcelona, 1977, p. 87

[10] GRAEBER David, En Deuda, una historia…  Ob. Cit. p. 10

[11] Ibíd. p. 15

[12] Ibíd.

[13] Ibíd.

[14] GRAEBER David, En Deuda, una historia… Ob. Cit. p. 17

[15] Ibíd. p. 17

[16] Cf. MOSES I. Finley, Uso y abuso de la historia… Ob. Cit. p. 87

[17] GRAEBER David, En Deuda… Ob. Cit. p. 18

[18] Ibíd. p. 18

[19] Los Vedas. Escrituras sagradas de la India,  Ed., Yug, Madrid, 2010, p. 96

[20] GRAEBER David, En Deuda, una historia… Ob. Cit. p. 46

[21] Nietzsche, Más allá del bien y del mas, Ed. EPUD digital, p. 24

[22] GRAEBER David, En Deuda, una historia… Ob. Cit. p. 68

[23] Ibíd.  p. 97

[24] Ibíd.

[25] Ibíd. p. 157

[26] Cf. PLATON, La República, Ed. ALIANZA EDITORIAL, Barcelona, 2005, libro I

[27] GRAEBER David, En Deuda… Ob. Cit. p. 158

[28] Ibíd. p.  159

[29] Ibíd. p. 304

[30] Ibíd.

[31] Ibíd. p. 304

[32] Ibíd. p. 305

[33] Ibíd. p. 306

[34] Ibíd.

[35] Crédito, endeudamiento y pobreza. En file:///C:/Users/HP/Downloads/undp-uy-cuadernodh05.pdf

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