¿Por qué se cayó todo y no se ha hundido nada?

Jhonny Lazo Zubieta

Es una poderosa y reconfortante invocación del economista español Juan Torres López, a “los indignados” del mundo; y, en particular a los grupos de izquierda. Que, muchas veces han quedado fosilizados y entrampados en los libros de los clásicos del marxismo. Olvidando que la esencia del marxismo es fundamental y esencialmente dialéctica. Además, no se puede ser fiel al marxismo ignorando la historia. Como señalaba Castoriadis el marxismo para Marx fue una teoría de la transformación; y, por tanto, del desvelamiento y el esclarecimiento : La tesis once a Feuerbach señala: “Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modo el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo” . Trotsky escribió en 1921: “El enemigo no es pasivo sino que también combate. Si el ataque del proletariado no se ve coronado por el éxito, la burguesía pasa en la primera ocasión al contraataque” .

A lo largo de las páginas siguientes todos los entrecomillados y sin referencia bibliográfica, serán citas del libro “La crisis de las hipotecas basura ¿Por qué se cayó todo y no se ha hundido nada?” de Juan Torres López y Alberto Garzón. La pregunta que recorre todo el libro se encuentra en la contratapa: “¿Qué ha sucedido en el mundo para que los mismos que provocaron una crisis gigantesca, en lugar de pagar por lo que hicieron, hayan terminado sometidos los gobiernos y obligándoles a que tomen las decisiones que les convienen?” Esta pregunta vendría a ser la “Formulación del Problema”. Problema, que será el objeto de estudio del libro en general; y, del capítulo ¿Por qué se cayó todo y no se ha hundido nada? en particular.

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La crisis de las hipotecas subprime, que estalló a comienzos de 2007 en Estados Unidos y que luego se propagó por toda la economía mundial, “(…) terminó por dar al traste con toda la economía mundial”. En el libro en cuestión, quedan “claras las circunstancias estructurales que la han provocado, las que tienen que ver con la desigualdad creciente y las que originaran una especie de malformación financiera generalizada” que dejó “sin suficientes recursos de financiación a la economía productiva”.

Sin embargo que “se cayó todo”, no se tomó ninguna medida o reforma para eliminar las causas que generaron la crisis; y, que tendrá “una salida bastante inestable y problemática”. Porque la recuperación rápida para salir de la crisis, tal cual, anunciaban los economistas del sistema, es demasiado lenta; lo que nos lleva a “(…) aventurar lo que va a suceder de nuevo a corto y medio plazo en la economía mundial: volverán a reproducirse las crisis financieras y serán cada vez más dañinas”.

Al respecto Trotsky señalaba hace casi un siglo: “La restauración del capitalismo implica como condición sine qua non la intensificación de la explotación, la pérdida de millones de vidas humanas, el descenso, para millones de seres humanos, por debajo del nivel mínimo de las condiciones medias de existencia, la inseguridad perpetua del proletariado”. Frente a este panorama, Trostsky planteaba constantes huelgas y rebeliones. “Bajo la presión de esas causas, y en los combates que originan, crece la voluntad de las masas por acabar con la sociedad capitalista” . Estos elementos, estas movilizaciones ausentes de los grupos de izquierda es lo que reclama Juan Torres López en el libro.

No existen razones para pensar que en un futuro próximo no vuelvan a repetirse las mismas crisis y por los mismos motivos; por ello urge reflexionar y actuar ante esta sorprendente crisis que destruyó todo; y, sin embargo, nada fue hundido. ¿Cómo es posible que los responsables de destruir toda la economía; salieron, no solamente indemnes; sino con mayor energía? “¿cómo ha sido posible que, después de haber estado tumbados en la lona, como un boxeador (noqueado) o semi-inconsciente, al aparecer como responsables de tantas irresponsabilidades y crímenes financieros, la banca, los banqueros y los especuladores hayan podido volver a erigirse en los determinantes de las decisiones políticas y tomar de nuevo el control de la economía y de la sociedad a la hora de salir de una crisis tan grande y tan claramente provocada por ellos mismos?”

Frente a estas condiciones Trotsky preguntaba, ¿no se estaría realmente ante el peligro del resurgimiento de una nueva época de recuperación capitalista? Y respondía: “(…) si el partido comunista no crece; si el proletariado no adquiere experiencia; si el proletariado no resiste en una forma revolucionaria más audaz e irreconciliable; si no consigue pasar en la primera oportunidad favorable de la defensiva a la ofensiva; entonces la mecánica del desarrollo capitalista, con el complemento de las maniobras del estado burgués, sin duda lograría cumplir su trabajo en el largo plazo. Países enteros serán arrojados violentamente a la barbarie económica; decenas de millones de seres humanos perecerían de hambre, con desesperación en sus corazones, y sobre sus huesos sería restaurado algún nuevo tipo de equilibrio del mundo capitalista (…) .

Si bien Trotsky consideraba a este hecho una abstracción, la misma no era una imposibilidad a largo plazo para el capitalismo. Porque, siempre se podría encontrar “vías de escape entre las pilas de obstáculos”. Por ello Trotsky insistía en la necesidad de movilización permanente del proletariado a la cabeza del partido y en relación con la situación de la economía, la lucha de clases y desequilibrar las posibilidades de equilibrio capitalista.

Volviendo al libro. Torres López retoma la pregunta ¿Por qué salieron impunes los causantes de la crisis actual que vive el mundo? Y sostiene que es una pregunta cardinal, para conocer los motivos por los que no se les responsabilizó de los desastres que habían causado al mundo con sus especulaciones financieras. Porque la impunidad que se les concedió por tan grande crisis y destrucción; en el futuro, será muy difícil evitar que vuelva a pasar lo mismo.

“La respuesta no es fácil ni única pero debemos tratar de poner en claro al menos los principales factores que han podido ser más decisivos a la hora de hacer que la quiebra de una parte tan considerable del sistema financiero y la generación de una recesión global, de magnitud quizá sin precedentes, no haya dado lugar no ya a una ruptura sistémica, sino ni siquiera a un cambio de correlación de fuerzas o a una regulación diferente que limitara la plena capacidad de actuación de la que gozan los poderes financieros”.

Torres señala, que la razón no está en la falta de propuestas alternativas. Porque hubo propuestas o soluciones a la crisis; y, desde diferentes enfoques ideológicos, tanto personales e institucionales. Desde organismos nacionales e internacionales, con participación de muchos economistas y académicos. Sin embargo, estas propuestas alternativas no influyeron en los gobiernos. Al contrario, quedó intacto el poder y privilegio de la plutocracia financiera. De esta manera, se renuevan las políticas del capitalismo financiero. Entonces: ¿Si el problema no se encuentra en la falta de alternativas, dónde está el problema? Torres encuentra en el fracaso de quienes plantearon las soluciones alternativas, en dos sentidos: a) Al plantearlas de cara a la ciudadanía; y, b) en las decisiones de las autoridades. El fracaso de las propuestas alternativas, se convirtió en victoria para los poderes financieros.

Permítaseme una breve digresión subjetiva. Este “supuesto” fracaso que se atribuye el autor del libro y consiguientemente la victoria de la plutocracia financiera, se puede percibir a lo largo del libro, como una especie de reproche a sí mismo. Situación que me trae a la memoria a aquel gran pensador y político boliviano Sergio Almaraz Paz en Réquiem para una República y en Para abrir el diálogo. Por ello, Torres, se impondrá la importante tarea de matizar la idea; la vieja imagen de los marxistas, que en cada crisis encuentran el fracaso del capitalismo y se atribuyen, sin hacer casi nada, una victoria inexistente.

“(…) la crisis ha sido efectivamente un fracaso bastante generalizado. Ha fracasado el sistema financiero tal y como había venido funcionando en los últimos años”. Asimismo, a pesar que el liberalismo doctrinario se niega ver la realidad tal como es, “ha fracasado un sistema de regulación permisivo con los poderosos”, concebido para que éstos puedan hacer y deshacer libremente con sus capitales y basado, o simplemente justificado retóricamente”. Es falso la prédica que los mercados pueden autorregulables; como es falso la capacidad de incrementar sus ganancias, sin mayores riesgos. Ha fracasado también el capitalismo como sistema coherente; “(…) porque ha sido “incapaz de proporcionarse a sí mismo los resortes de seguridad mínimos para impedir que los disturbios en un segmento de la vida económica, como ahora en lo financiero, afecten fatalmente al conjunto, provocando su parálisis casi completa”.
Los organismos internacionales, como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. A nivel local, los gobiernos y bancos centrales, a pesar que detentan un extraordinario poder, han fracasado y han sido incapaces, por complicidad o por ceguera ideológica, de prever la crisis que palpablemente se veía venir. Y, fueron incapaces para resolver a corto y mediano plazo una vez llegada la crisis. Asimismo, “han fracasado, como incluso algunos dirigentes de la derecha y del poder económico establecido reconocen, los sistemas de incentivos y muchos de los valores que se han fomentado para lograr emprendimiento y conseguir la necesaria legitimación del sistema”.

Sin embargo, el mayor fracaso, que ha permitido que los trust o carteles financieros económicos, salgan indemnes y seguir disfrutando sus privilegios, pese a la crisis del resto del mundo; además, imponiendo nuevas condiciones, no obstante ser los únicos culpables, han fracasado “(…) las izquierdas y de los movimientos sociopolíticos alternativos de todo el planeta que se han mostrado incapaces de hacer ver a la ciudadanía lo que en realidad había detrás de la crisis y, sobre todo, de empoderarla para hacer posible que se pusieran en marcha decisiones alternativas a las que se iban aplicando y se aplican para salvaguardar los intereses de los más ricos y privilegiados”. Según Torres, no es un fracaso más en la larga cadena de fracasos que la izquierda tiene en su haber. Izquierda de todos los colores. No es un fracaso más, porque es un “fracaso histórico”, por la magnitud de la crisis y por la coyuntura de oportunidades perdidas que representa la actual crisis. El fracaso de la izquierda tiene que ver con las “(…) carencias ya casi endémicas en el discurso teórico y en la práctica sociopolítica de la mayoría de las izquierdas y de los movimientos sociales alternativos”.

En este escenario, es imperativo volver a Trotsky, que en ningún momento abandonó la dialéctica marxista. Si bien y como no podía ser de otra manera, partió de las lecturas de Marx; pero, pensó y escribió desde los problemas y características diferentes al que vivió Karl Marx en el siglo XIX. Trotsky no fue un economista de sistema o sistematizaciones; pero en varios de sus textos sueltos, por ejemplo en el texto Sobre “La cuestión de las tendencias en el desarrollo de la economía mundial”, escrito el 18 de enero de 1926, hay un notable esfuerzo de explicar el desarrollo de las fuerzas productivas capitalista y a la vez ser autocrítico dentro del marxismo. Sobre el Capitalista dirá: “Si el mundo capitalista pudiera ahora generar un nuevo ascenso orgánico, y si encontrara un nuevo equilibrio como base para un desarrollo ulterior de las fuerzas económicas, nosotros, como Estado socialista, colapsaríamos”. A continuación esclarece, sobre el desarrollo de las fuerzas productiva en forma teórica y práctica. Sobre la práctica señalará: “(…) un ascenso del capitalismo en Europa crearía una tecnología colosal para la burguesía, y cambiaría la psicología del proletariado”. Y, si la clase proletaria observara que el capitalismo es capaz de elevar la economía nacional, significa que “…la clase obrera que trató de hacer una revolución, fue aplastada, y experimentó un desengaño”. Con un capitalismo que impulsa las fuerzas productivas, consolidando la economía, “habrá conquistado al proletariado por segunda vez, arrastrando a las masas tras él”·. Desde el punto de vista teórico, afirma positivamente: “(…) vemos que el socialismo tiene derecho a existir precisamente porque el capitalismo NO es capaz de desarrollar las fuerzas productivas. Nuestra revolución creció sobre bases económicas, y antes de la revolución éramos parte integrante de la economía mundial. “Si el capitalismo es capaz de desarrollar las fuerzas productivas, tendríamos que llegar a la conclusión que nos equivocamos de raíz en nuestro pronóstico -el capitalismo es una fuerza progresiva, desarrolla sus fuerzas más rápido que nosotros”. Y, sentencia Trotsky: “el bolchevismo llegó al poder demasiado pronto, y la historia castiga muy rudamente a los nacimientos prematuros” .

Para el escritor español, el capitalismo no ha desistido a la eliminación física de sus contendientes, hecho que se puede observar allá donde exista la menor resistencia. Aun cuando levemente se cuestione su poder. Pero, la técnica del capitalismo no se reduce a mortificar los cuerpos, cuando puede utilizar el método más efectivo que es “modelar mentes”. Sabiéndolo o no, queriendo o no, los medios de comunicación son los mejores instrumentos que tiene el Sistema Financiero Internacional para modelar mentes y falsificar la realidad.

En el sentido señalado y caracterizando con mayor precisión “(…) el neoliberalismo, que no es otra cosa que el capitalismo victorioso y sin bridas de nuestra época, no puede entenderse como una simple reordenación de la base productiva o de los principios y las actuaciones de la política económica y social para favorecer a la rentas del capital”. Porque, además, ingresa y transforma la mentalidad de los sujetos políticos. Como escribió Marcuse: “Lo que antes fuera una vez sujeto político, se ha convertido en objeto, y los intereses antagónicos antes irreconciliables, parecen haber pasado a ser intereses realmente colectivos. ” Para Marcuse, el sistema capitalista ha creado una cultura de consumo y necesidades, reorganizando la estructura técnica industrial. Es decir, el capitalismo al momento de sacar al mercado bienes y servicios, está imponiendo formas de vida totalitarias, Ningún aspecto de la realidad deja al azar.

René Zavaleta Mercado escribía que la crisis es un “método de conocimiento”. La crisis actual explicada por Juan Torres López, como método de conocimiento, nos enseña el capitalismo es más que una dupla de Poder y Relaciones político ideológicas. “Es un todo sistémico en el que los factores no económicos, y sobre todo los que tienen que ver con el comportamiento de los individuos y de los grupos y las clases sociales, son mucho más importantes y decisivos de lo que las izquierdas tradicionales han pensado y han hecho creer”. Se podría matizar los comportamientos de los sujetos políticos y sus organizaciones, como lo hace Cristina Catalina en Rebelión: “Tenemos crisis del capital financiero por doquier, pero no estamos saturados, ni comprometidos en huelgas generales, ni consignas revolucionarias… ni siquiera parece que el sistema de producción capitalista sufra muchas críticas (Como demuestra Chris Bambery en Rebelión) incluso los sindicatos en tal coyuntura apoyan medidas pro crecimiento económico (…) Estos compromisos que sus predecesores hicieron a mediados de los 70” ya habían destruido un “movimiento obrero vibrante”. Pero ahora no hay si quiera movimiento de clase que destruir. Estas transformaciones presentan un campo de análisis necesario para entender la falta de una izquierda consistente que consiga en estos momentos posicionarse críticamente por una transformación revolucionaria” .

Nuevamente se evidencia que el sistema capitalista, tiene una extraordinaria capacidad “para renovarse y para dar la vuelta a los procesos sociales porque lo que ocurre en su seno no depende de una mecánica social sino del comportamiento humano”. Esta última frase de Torres López, es un tema que debe ser abordado desde la filosofía o mejor desde la filosofía antropológica, por la profundidad del objeto de estudio; y, por la necesidad de explicarnos ¿Por qué hemos perdido nuestra capacidad de respuesta a nivel individual y colectivo? “Por eso no se puede entender por qué la crisis termina como está terminando si no se entiende que el capitalismo es más que un sistema de relaciones económico-financieras y que el funcionamiento de la maquinaria de generación de ganancia que lo sostiene, depende en una medida mucho mayor de lo que parece de otras circunstancias y de otros procesos de interacción social que los economistas, e incluso los economistas políticos más críticos, suelen dejar a un lado cuando lo analizan”.

Otro tema que merece resaltar y explicar es la contradicción y diferencia entre Capitalismo Financiero (improductivo) y Capitalismo Productivo. Analizado en 1910 por el marxista, Rudolf Hilferding, en su libro El Capital Financiero. Libro que será la base de Imperialismo fase superior de capitalismo de Lenin. Contradicción que termina “(…) fortaleciendo el sistema, o al menos no debilitándolo, gracias a la existencia de otros procesos de ajuste social (…) que logran que los sujetos sociales, como dice Martín Serrano (2008:16), se adapten a vivir en estado de crisis permanente, sin cuestionar al sistema global”. Gracias a ello se consigue que no perciban los problemas que sufren como asuntos sociales, colectivos, como problemas de más sujetos con los que, en consecuencia, comparten destino y a los que tendrían que unirse para resolverlos, sino como asuntos personales y frente a los cuales, por tanto, no caben otras soluciones que las que pueden surgir del ámbito individual”. Aquí cobra sentido y es más relevante la sentencia de Edward Palmer Thompson: La clase la concretan los hombres en su propia historia; pues, al fin y al cabo, esta es su única definición. Si el proletariado está verdaderamente privado de la conciencia de sí mismo en tanto proletariado, entonces no se puede definir como proletario . “(…) no pueda nacer de esos sujetos poder alguno, es decir, que ya no sean capaces de imponer su voluntad a los demás (salvo, lógicamente en terrenos interpersonales limitados), que pierdan su capacidad real de decisión sobre los asuntos generales porque la capacidad de decisión solo la conciben como una expresión de la voluntad individual y no como algo que para ser efectivo deba construirse mancomunadamente con otros sujetos.” En tal situación, es imposible que los sujetos puedan percibir que sus problemas con los que son agobiados diariamente; son el resultado de un orden, de un sistema deliberadamente planificado, en la búsqueda de mayor rentabilidad; y, en contra de los intereses más básicos de quienes no son parte de estos grupos privilegiados y con poderes nunca antes visto.

Marcuse ya planteaba el asunto, con asombrosa claridad y con toda su desnudez en 1964, cuando publicó El hombre unidimensional y traducido al español un año después. “El poder de lo negativo, ampliamente incontrolado en los estados anteriores de desarrollo de la sociedad, es dominado y se convierte en un factor de cohesión y de afirmación. Los individuos y las clases reproducen la represión sufrida mejor que en ninguna época anterior, pues el proceso de integración tiene lugar, en lo esencial, sin un terror abierto: la democracia consolida la dominación más firmemente que el absolutismo, y libertad administrada y represión instintiva llegan a ser las fuentes renovadas sin cesar de la productividad. Sobre semejante base la productividad se convierte en destrucción, destrucción que el sistema practica ‘hacia el exterior’, a escala del planeta. A la destrucción desmesurada del Vietnam, del hombre y de la naturaleza, del hábitat y de la nutrición, corresponden el despilfarro lucrativo de las materias primas, de los materiales y fuerzas de trabajo, la polución, igualmente lucrativa, de la atmósfera y del agua en la rica metrópolis del capitalismo. La brutalidad del neo-socialismo tiene su contrapartida en la brutalidad metropolitana: en la grosería en autopistas y estadios, en la violencia de la palabra y la imagen, en la impudicia de la política, que ha dejado muy atrás el lenguaje orwelliano, maltratando e incluso asesinando impunemente a los que se defienden… El tópico sobre la ‘banalidad del mal’ se ha revelado como carente de sentido: el mal se muestra en la desnudez de su monstruosidad como contradicción total a la esencia de la palabra y de la acción humana” . Juan Torres, como corolario, remata con absoluta precisión: “Un fenómeno que equivale a decir que nuestras llamadas democracias son en realidad dictaduras dominadas por los mercados y los financieros”

En este panorama devastador y rico en experiencias sociales ¿qué dicen y qué hacen los dirigentes de los partidos de izquierda, que se atribuyen ser transformadores y vanguardia de los oprimidos? Actúan arrastrados por su “racionalismo mecanicista del siglo diecinueve. No parece que sean del todo conscientes de que el horizonte social es una construcción humana y no predeterminada por las contradicciones o fracasos más o menos flagrantes de los sistemas sociales”. José Ortega y Gasset escribía en La Rebelión de las Masas: “Nuestras ideas científicas valen en la medida en que nos hayamos sentido perdidos ante una cuestión, en que hayamos visto bien su carácter problemático y comprendamos que no podemos apoyarnos en ideas recibidas, en recetas, en lemas ni vocablos. El que descubre una nueva verdad científica tuvo antes que triturar casi todo lo que había aprendido y llega a esa nueva verdad con las manos sangrientas por haber yugulado innumerables lugares comunes”.

“El socialismo, se decía en los viejos manuales marxistas, será el resultado ineluctable de la contradicción entre el desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones de producción que se resuelve siempre en una inevitable ruptura hacia el desarrollo social. Pero no ha sido eso lo que ha ocurrido precisamente porque gracias a su dominio y control de la mediación social el capitalismo es un sistema capaz de autorregularse y de contener exitosamente el conflicto e incluso la destrucción que conlleva”. Nuevamente, hace noventa y seis años escribía Trotsky: “En 1914, el capital cerró un maravilloso pacto. ¿Qué significa esto? ¿Hacia dónde iba el mercado? La verdad de las cosas es que el mercado no estaba actuando de acuerdo a Marx, sino de acuerdo a los gerentes. Que los gerentes están en contra de Marx, es indudable, pero el estado del mercado no estaba en contra de Marx, puesto que para los marxistas el estado del mercado no es una curva que se mete por la fuerza en la economía -tómalo o déjalo. Esta curva brota de la economía” .

Mientras el capitalismo tuvo la capacidad y la sagacidad de ingresar “en las casas de los sujetos, de hablarles al oído y de conquistar sus mentes”. La izquierda como propuesta alternativa, no tiene la misma iniciativa. Continúan con sus viejos discursos y las mismas propuestas deterministas de la historia que llevará a la derrota del capitalismo y a la instauración de la dictadura del proletariado; pero, sin capacidad de “avanzar ni un solo metro en la efectiva transformación de la sociedad. Ni tampoco con establecer el marco normativo o institucional para el cambio social pero sin crear la ciudadanía empoderada que pueda llevarlo a cabo”. La misma actitud de los gobiernos socialdemócratas, que se limitan a intentar “conseguir mejores condiciones de vida desde los gobiernos pero sin poner en marcha un proyecto civilizatorio alternativo”. De esta manera, conducen a los ciudadanos no a proyectos alternativos; sino, a las filas del neoliberalismo. En este sentido, el neoliberalismo con más coherencia e inteligencia política, “ha desarmado a los trabajadores” y les ha llevado a un desafecto con los partidos de izquierda y más aproximación a los partidos de derecha. Nuevamente Trotsky: “Camaradas, es difícil encontrar un ciclo regular en los espasmos, si eso es lo que uno está buscando. Esto sin embargo no significa que la teoría de Marx no es aplicable. Se puede aplicar, sólo que uno debe aplicarla correctamente” .

Frente al dogmatismo doctrinario de los movimientos alternativos, que se quedaron fuera, en los extramuros de la sociedad, “en otro mundo, y hablándose impotentes solo a sí mismos”. El neoliberalismo “ha puesto en marcha su estrategia neoliberal para hablarle de cerca a los individuos”. De esta forma, siguen y seguirán disfrutando de grandes beneficios y de su despótico poder; mientras que los trabajadores continuaran hundiéndose más y más en la miseria.

La solución, no consiste únicamente en ofrecer propuestas diferentes al neoliberalismo; sino es urgente y prioritario “en primer lugar un gran proyecto de convergencia muy sincero y fraternal, con gran lucidez y, sobre todo, sin un ápice de sectarismo sino anteponiendo a cualquier otra cosa los elementos transversales que permitan hacer mallas y construir redes para religar y coordinar lo local y lo disperso y para traducir a una única lengua las diferentes voces y discursos de la transformación social”. Estoy convencido, que este debe ser el camino a seguir. No hay otra alternativa de solución. La historia no es un escaparate donde uno tenga la opción de elegir una entre varios caminos a seguir.

“Es verdad que se necesitan medidas radicales (…) para lograr que la crisis se resuelva favorablemente para los empobrecidos, y no solo en este episodio concreto que vivimos sino en la que constantemente supone un capitalismo que deja morir cada día a más de 30.000 personas de hambre”. Pero, la radicalidad no en discursos y papel; sino en “mezclarse más íntimamente con la gente para lograr su comprensión y complicidad que es de donde puede nacer el nuevo ejercicio de la política y del poder que es la clave de la transformación social hacia un mundo más justo e igualitario”.
Si bien es cierto que todo proyecto político, implica disponibilidad de poder; eso no significa vigorizar las organizaciones consolidando burocracias, que tanto daño hizo a todos los proyectos políticos de la izquierda. Se trata de “crear contrapoderes basados en la movilización social destinada al sabotaje pacífico de las injusticias”. También es cierto que la lucha contra el capitalismo es un enfrentamiento en puridad político; tampoco significa que los proyectos políticos de izquierda centren su diálogo con la sociedad exclusivamente en una única dimensión “sino que deben humanizarlo, hacerlo más cordial y vinculado también, o quizá sobre todo, al mundo de las emociones y los afectos que mueve a las personas normales y corrientes”. Agregar que la organización no debe constituirse en un chaleco de fuerza para el militante. Donde el partido señale qué se debe leer y que no se debe leer. Hay un ejemplo en sumo grado irracional del Partido Comunista de Bolivia, que llegó a expulsar al mejor cuadro que tenían como fue Sergio Almaraz Paz, con la acusación extraviada de “desviaciones pequeño burguesas por que leía demasiado a Albert Camus y poco a F. V. Konstantinov”.

“No hay que olvidar que si algo pone de relieve una crisis” como la actual; y, que es producto del capitalismo financiero, que “condena a la muerte por hambre o falta de agua, a la ignorancia, a la enfermedad y al desamparo a millones de personas”. No obstante de disponer recursos más que suficientes para evitarlo, “Es su incapacidad para practicar la fraternidad”. Dicho de otra forma, es su incapacidad “para humanizar a los seres humanos”. Este fracaso neoliberal deben capitalizar la izquierda, los movimientos alternativos y “comenzar a trabajar para poner en marcha prácticas políticas de este otro signo, fraternales, de emociones y afectos, de reunión, de deliberación y debate para fomentar el conocimiento, la indignación, la rebeldía y el sabotaje pacífico en lugar de dedicarse simplemente a gestionar o a radicalizar sobre el papel sus programas. Si la izquierda toma este camino, “las salidas a la crisis que vivimos y a las que vendrán serían diferentes y conseguiríamos hundir para siempre en los vertederos de la historia las prácticas sociales que crean tanta frustración y dolor innecesarios”.

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