Textura Violeta

Los hombres me explican cosas

Drina Ergueta

Había acordado con alguien hacer un proyecto en el que aportaríamos con nuestros respectivos saberes. Llevo más de una década especializándome en las desigualdades por razón de género; sin embargo, ni bien empezamos el encuentro de trabajo, me sentí como Rebecca Solnit cuando se topó con un ‘señoro’ que le explicaba el libro que ella había escrito, situación tan absurda y tan común que luego le llevó a publicar otro: “Los hombres me explican cosas”.

La competencia que se genera entre hombres cuando conversan en una reunión es habitual, la incomodidad que sienten cuando hay alguien que demuestra saber más es, para algunos, insoportablemente humillante si se trata, además, de una mujer. Todo va bien cuando les escuchan y especialmente cuando se escuchan a sí mismos, encantados de conocerse. Es parte de la enseñanza social que reciben los varones, esas señales de liderazgo que deben mostrar y afirmar constantemente para sentirse bien.

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En el caso que comento, él aportaría su parte como conocedor del aspecto técnico y yo con el contenido que era específico en la materia que de forma general se le suele llamar “género”. Sin tener ni idea del tema -sobre el que el feminismo lleva estudiando de manera intensa y desde prácticamente todas las disciplinas- se producían correcciones, negaciones de conceptos ya consolidados, inventos y opiniones como: “No se puede usar la palabra ‘patriarcado’ porque eso asusta y compromete con una postura ideológica que no es imparcial”. Pero el proyecto es de gé-ne-ro.

En fin, este asunto es un buen motivo para describir, a través de él, situaciones que las mujeres viven en su relación con los hombres debido al aprendizaje de roles sociales que actualmente están siendo cuestionados.

A Rebecca Solnit se la considera la creadora del concepto ‘mansplaining’ (hombre explicando, en inglés) que se refiere a las situaciones en que un hombre explica a una mujer asuntos que ella conoce o es experta y que lo hace además desde la autoridad o desde el paternalismo, disminuyéndola intelectual y culturalmente. Esto pasa en espacios laborales, sociales o domésticos.

A raíz de este término que hace visible una realidad cotidiana para las mujeres en su relación con los hombres, se han ido estableciendo otros que señalan más situaciones de los denominados ‘micromachismos’, es decir que son violencias sutiles, psicológicas, y que menoscaban una relación de igualdad, en detrimento de las mujeres.

Por ejemplo, el término ‘mantrruping’ (hombre interrumpiendo) muestra esa situación habitual del hombre interrumpiendo constantemente a una mujer que hace uso de la palabra. Eso es fácilmente observable en ámbitos de trabajo, en reuniones donde las mujeres luego de verse interrumpidas varias veces optan por permanecer calladas, en tertulias televisivas, etc. Cuanto más público es el espacio, más interrupciones hay.

También está el término ‘bropriating’ (hermano/amigo apropiándose) que se produce cuando un hombre cercano y con quien hay cierta confianza se apropian del prestigio generado por una idea o por el trabajo de alguna mujer. Los anteriores conceptos y éste se produjeron, en cierta medida, en este encuentro laboral que me sirve para hablar de estos temas.

Especialmente me preocupa y molesta, en este caso, el ‘bropriating’ porque se estaba produciendo una apropiación -de una lucha de siglos y de una sólida construcción teórica feminista- por parte de alguien ‘amigable’ y con una supuesta ‘apertura o inquietud por lo social’ bajo el argumento burdo y aprovechado de que “los asuntos de la mujer están de moda” y, entonces, hay que ver la forma para lucrar con ello buscando financiamiento.

Estos términos muestran situaciones concretas personales, pero especialmente nos permiten ver situaciones sociales donde quienes están acostumbrados a gestionar desde una postura social de ventaja toman para sí y en su beneficio el esfuerzo y luchas de otras personas o grupos, pasa en relación a mujeres con el género o el feminismo y pasa también con otros espacios como, por ejemplo, con las luchas indígenas ya que, para obtener financiamiento, también “los indígenas están de moda”.

De hecho, estas formas de microviolencias para empequeñecer a las mujeres se dan también en con las personas racializadas en según qué espacios: se les explica cosas que saben con ese tono condescendiente como si hablaran con niños o personas disminuidas mentales, se les niega la voz o la presencia como parte de la sociedad y la apropiación de sus conocimientos es constante ya que, por ejemplo, una medicina es tal sólo si lo ha certificado un laboratorio y organismos creados para ello cuando este mismo laboratorio posiblemente obtuvo dicho compuesto a partir de una medicina o conocimientos tradicionales.

El problema está en que quienes defienden y reivindican a las poblaciones indígenas y racializadas, principalmente los varones, niegan por completo que haya una desigualdad de género y el argumento es que el feminismo es una postura occidental, importada y que debe ser rechazada. Eso sí, no se preocupan en pensar que el machismo también lo es y ese machismo, esa misoginia y el patriarcado lo abrazan como hombres que son.

Llegado a este punto, un indígena varón no tomará en cuenta lo que dice una mujer, le enseñará cosas, le tomará sus ideas; mientras que es posible que una mujer blanca y racista tenga una actitud similar con otras mujeres u hombres indígenas. Hay mucho por trabajar para lograr una sociedad mejor.

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