300 palabras, un mundo

OneLove, por la razón o la fuerza

Elvis Vargas Guerrero

Redouan El Yaakoubi, futbolista de la división de honor neerlandesa era desapercibido por su modesta carrera deportiva, pero de pronto su nombre apareció en los talkshows y social media como sinónimo de intolerancia. Su pecado, negarse a portar el cintillo arcoíris OneLove de capitán.

La Federación Neerlandesa de Fútbol intenta demostrar que este deporte une a la gente contra el racismo y la discriminación. Pero los colores LGBT del cintillo apuntan un objetivo claro, la aceptación de los homosexuales en las canchas. Para el devoto musulmán El Yaakoubi esto es mundano. Su club Excelsior le comunicó que si no aceptaba le quitaría su puesto de capitán porque dañaba la imagen de la institución poniendo en riesgo el dinero de los sponsors. El Yaakoubi antes no quiso portar el cintillo con la bandera de Ucrania por considerarlo hipócrita, pidió los colores de Palestina. Abogó por la pureza del deporte, al margen de la política. Al ser degradado recordó al corredor Max Verstappen quien negó a arrodillarse siguiendo la estética del movimiento Black Lives Matter porque quería estar en contra del racismo a su manera. El Yaakoubi aseguró no tener nada en contra de los homosexuales porque es decisión de cada uno. Pero hacer propaganda LGBT debía venir del corazón y no como muchos de sus colegas para conservar el puesto.

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Este sábado las cámaras buscaron morbosamente el brazo de El Yaakoubi. Se puso de manifiesto el poder económico e influencia del movimiento LGTB. Ya es imposible imaginar un evento deportivo, musical, películas, series sin homosexuales y lesbianas. Se está afincando poderosamente en la cultura. Tiende a volverse un circo romano invertido: los cristianos devorarán a los leones. El Yaakoubi pidió no caer en un nuevo extremismo: El respeto a la diversidad también implica el respeto por quien no está de acuerdo.

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