Debates en torno al currículo del sistema educativo

Las aulas, un espacio de lucha para y contra el enfoque de género y la despatriarcalización

Vladimir Mendoza

Denunciar el enfoque de género como “adoctrinamiento contra la libertad de las familias” es terminología neonazi y hay representantes sindicales del magisterio que usan frases similares para oponerse al planteamiento gubernamental.

El Ministerio de Educación ha presentado para este 2023 una reformulación parcial del currículo educativo. El hecho ha generado un debate de varias aristas y viene involucrando a organizaciones sindicales del magisterio, organizaciones de las familias, representantes de colegios privados y también la ultraderecha religiosa.

En esta nota, nos centraremos en uno de los aspectos más polémicos de las reformas curriculares: la educación para la despatriarcalización.

La reacción conservadora

La cúpula de la iglesia católica ha denunciado los contenidos de la Educación sexual integral por entrometerse en ámbitos íntimos de la familia e imponer ideologías. La jerarquía clerical se escandaliza porque en primaria, el currículo de Educación física contempla “trabajar ejercicios de voleibol atendiendo la igualdad de género” (Conferencia Episcopal Boliviana, 2023).

En Cochabamba las iglesias evangélicas convocaron a una manifestación de reducida concurrencia, aunque ruidosa mediáticamente, lanzando estribillos como “¡Los hijos son de los padres, no del Estado!”. “¡Dios creó al hombre, varón y hembra los creó!”. “¡No a la ideología de género en la educación!” (OPINION, 2023).

La Confederación del Magisterio Urbano, reunida en Conferencia, asumió una posición de rechazo reclamando “falta de consenso” al discutir las modificaciones del currículo, además de insuficiencia del gasto público en el sistema educativo. Ambas cosas, pedir “consenso” y exigir presupuesto, son verdades generales y casi siempre correctas. Pero las verdades generales sirven muy poco para enfrentar escenarios concretos. Encerrar la discusión en el presupuesto cuando todos los demás actores están centrados en los contenidos curriculares, es condenarse a la impotencia. Así, en su próxima movilización callejera de rechazo al currículo, los dirigentes dirán que marchan por “presupuesto educativo”, mientras que sus bases lo harán armadas con las ideas del conservadurismo mediático, religioso y partidario. La deriva gremialista, corporativa y sindicalera de las corrientes políticas que dirigen al magisterio es extremadamente patética en su forma y reaccionaria en el contenido, pues supone reforzar socialmente la agitación ideológica de la derecha.

 

La despatriarcalización gubernamental

El gobierno del MAS considera la despatriarcalización como una política de Estado. Para ello busca implementar en el currículo educativo enfoques, contenidos y metodologías para “desmontar” el patriarcado.

Un análisis crítico de los alcances de dicho propósito debe detenerse en ciertas aristas teóricas de la propuesta gubernamental. En uno de los talleres de socialización de las modificaciones curriculares, la facilitadora del Ministerio de Educación presentó así la definición de la categoría patriarcado:

“El patriarcado es el sistema de todas las opresiones, explotaciones, violencias, discriminaciones, dominaciones que vive toda la humanidad y la naturaleza, un sistema de muerte construido históricamente sobre el cuerpo de las mujeres” (Ministerio de Educación, 2023).

En esta definición, el patriarcado más que un sistema parece un puzzle, un rompecabezas que depende por igual de todas las piezas que lo componen y que, por supuesto, puede desarmarse desde cualquiera de ellas. En su lógica, este “sistema de dominaciones” se puede desmontar desde cualquier práctica, teniendo la misma relevancia un cambio en los contenidos del currículo educativo o medidas efectivas de socialización de tareas domésticas como la construcción masiva de guarderías infantiles. Así pues, tiene igual relevancia “despatriarcalizadora” la sanción de leyes contra la violencia de género que una movilización de masas que denuncie y condene la violencia machista. No existen diferencias estratégicas entre otorgar en el papel derechos a la Madre Tierra y socializar las grandes empresas privadas que depredan la naturaleza y explotan a la clase trabajadora.

Ésta es una concepción coherente con eso que el oficialismo llama proceso de cambio. El capitalismo, el colonialismo, el patriarcado, o como quiera llamarse al “sistema de dominaciones” no poseen relaciones sociales fundamentales y su dominio se sostiene tanto en la producción y reproducción del capital, como en la exclusión de saberes indígenas de la escuela o en el trabajo doméstico que se impone mayormente a las mujeres.

Paradójicamente, se dice todo esto en teoría mientras la política de Estado clave que planifica, ejecuta y defiende el MAS está centrada en la economía del país, en cuidar la estabilidad macroeconómica del capitalismo semicolonial boliviano. Los ideólogos del proceso de cambio son pluralistas en la teoría y deterministas pragmáticos en los hechos.

 

Capitalismo y patriarcado

El magisterio es uno de los sectores laborales de mayoría femenina en Bolivia; 6 de cada 10 docentes son mujeres. Aún eso, la gran mayoría de los cargos jerárquicos en educación (direcciones de escuela, de distrito, etc.) están ocupados por varones. La explicación de esta anormalidad estadística no es muy difícil: las maestras, además de sus actividades laborales asalariadas, cargan, casi con exclusividad, innumerables tareas domésticas no renumeradas que hace más difícil sacar tiempo para mejorar su puesto laboral. La pregunta importante aquí es por qué el trabajo doméstico recae, como si fuera “natural”, principalmente en manos de las maestras y no en sus parejas, por ejemplo.

Esta naturalización de los roles de género se vive también en la cotidianidad de la vida escolar. Si en el curso se planifica la actividad de preparar grupalmente una ensalada de frutas para merendar, lo más probable es que el trabajo de preparación recaiga “espontáneamente” en las chicas.

Las relaciones de opresión que produce el patriarcado tienen múltiples manifestaciones. Damarys de 19 años, vivía en La Guardia en Santa Cruz y estudiaba Bioquímica en la Universidad hasta que fue apuñalada en su propio domicilio por su ex pareja, que la terminó asesinando. Es uno de los cuatro feminicidios en los primeros tres días de enero y es un prototipo de la violencia machista en Bolivia: el varón es quien determina cuando acaba una relación de pareja; y si ella “no es de él” no tiene derecho “a ser de nadie más”.

Cuando las corrientes de ultraderecha quieren hacer creer que el patriarcado es un invento de las feministas, una “ideología de género”, están insultando la inteligencia y sensibilidad humanas más elementales.  El patriarcado es la opresión por razones de sexo-género (afectando centralmente a mujeres, niños/as, diversidades/disidencias sexuales y de género, pero también a los propios varones) que impone roles que provocan la subordinación de las personas a formas hegemónicas de concebir los roles de género (machismo), la sexualidad (heterosexualidad impuesta como “normal”) y la monogamia funcionalizada en el capitalismo con el estereotipo de la familia burguesa, que es muy compatible con la explotación económica de las clases trabajadoras y la opresión étnica de los pueblos indígenas.

El patriarcado no puede entenderse, analizarse ni transformarse si no se lo comprende dentro del sistema global capitalista. Que la violencia machista se recrudezca en los estratos más pobres de la población no tiene nada de casualidad. La precarización laboral, el desempleo, la superexplotación, obligan a hombres, mujeres e incluso niños de las clases trabajadoras a conseguir una fuente de subsistencia ¿Cómo enfrenta una familia trabajadora la precariedad económica mientras debe practicar los “valores” de la familia patriarcal?

 

Enfoque de género y praxis transformadora

En concreto, la discusión actual sobre el enfoque de género y la despatriarcalización en la escuela se centra en saber si su puesta en práctica constituye un avance o no. Los poderes mediáticos, religiosos y empresariales están declarando una guerra santa contra la implementación de este enfoque, siendo ésta una actitud común a la que asume toda la ultraderecha internacional. Denunciar el enfoque de género como “adoctrinamiento contra la libertad de las familias” es terminología neonazi, de ahí nuestra indignación y vergüenza al escuchar a representantes sindicales del magisterio usar frases similares para oponerse al planteamiento gubernamental.

Por otra parte, hemos tratado de mostrar cómo la estrategia del gobierno respecto a avanzar con la “despatriarcalización” o la “descolonización” redunda en cambios formales por decreto para quedarse en el papel y tener poca o nula relevancia transformadora.

Todas las corrientes políticas que se consideran de izquierda tienen el deber -y la oportunidad- de afrontar este debate que, en primer lugar, enfrente ideológica y políticamente la reacción conservadora sosteniendo que enseñar y aprender en aula educación sexual integral que incite a la niñez y juventud a formarse criterios propios contra las desigualdades sociales, económicas, étnicas y de género, es fundamental y forma parte de la lucha cotidiana por un país mejor.

No se trata de creer ingenuamente en que la enseñanza de ciertos contenidos curriculares significa “desmontar” el patriarcado o el capitalismo, pero aun sabiendo que el aula no puede cambiar por sí misma las estructuras de explotación y opresión, es un espacio de lucha, de disputa, de politización que no se puede despreciar ni descuidar. Que una maestra de aula con pensamiento crítico use la herramienta de la educación sexual integral para formar en las niñas y niños actitudes que coadyuven en desarrollar su sexualidad de manera libre, placentera, responsable y libre de violencias es un contenido para la vida, que puede llegar a marcar vidas.

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