1. LA COYUNTURA NACIONAL. Contra todo pronóstico, el país se encuentra nuevamente en una grave situación de conflictos y tensi" />

Las luchas por la democracia y el destino nacional

Arturo D. Villanueva Imaña

1. LA COYUNTURA NACIONAL.

Contra todo pronóstico, el país se encuentra nuevamente en una grave situación de conflictos y tensión que ha desatado una nueva escalada de violencia y represión indiscriminada, principalmente en Santa Cruz. Se enseñorea la confrontación y las amenazas de enfrentamiento.

Tan incomprensible situación provocada por el propio gobierno que lo que menos necesitaba era otro frente de conflicto en vista de los graves problemas nacionales e internos que está soportando; estuvo motivada por una especie de “ajuste de cuentas” y venganza jurada (sostenida en su indisimulado abuso de poder y la manipulación de la justicia y el ministerio público), que derivó en el secuestro ilegal y encarcelamiento de otro de sus principales enemigos opositores. La justicia es utilizada como coartada para hacer prevalecer la venganza política.
Esta sorprendente como aparentemente extraña medida (un boomerang), se produce nada menos cuando terminaba un largo y muy desgastante periodo de paralización, luchas y movilizaciones que tuvo como epicentro a Santa Cruz en el conflicto por el Censo Nacional.

El tensionamiento confrontacional provocado por el régimen resulta aun más incomprensible, porque no solo va contra toda lógica y un elemental sentido de conservación (habida cuenta del gran desgaste, descrédito y pérdida de legitimidad a la que se sometió el gobierno), sino también porque se produce en un álgido momento cuando todo el país reclama y necesita pacificarse para restituir condiciones mínimas de convivencia y reponer las pérdidas (no solo materiales) que se sufrieron por la paralización de gran parte de la economía, la sociedad y las actividades. Tan aberrante fue el operativo, que ni siquiera logró congraciarse con los sectores más radicales del MAS que critican al gobierno, si observamos las reacciones de estupor y crítica que provocaron. La única explicación es que deciden arrebatarle la bandera más importante para recuperar el poder al sector evista más radical de su partido, con el único propósito de adueñarse y concentrar el respaldo masista para su propia candidatura, a costa de mantener un entorno polarizado.

La pregunta frente a semejante irrupción autoritaria es: ¿cuáles son las razones que lo explican y a dónde conducen al país?.

2. CARACTERIZACIÓN NECESARIA.

Para responder la pregunta y comprender el por qué de la irrupción autoritaria, hay que referirse a tres hechos explicativos. Primero, no puede ignorarse el carácter confrontacional y permanentemente agresivo que el actual gobierno heredó de su simil antecesor, esta vez atizando la polémica fraude-golpe, para sustituir la justicia por venganza y ejercer un régimen represivo y despótico.

Bajo está lógica, no solo dio continuidad a la división y polarización del país, concentrando para sí una imagen de fuerza y autoritarismo basados en la amenaza, la represión y la imposición abusiva de medidas generalmente antipopulares y atentatorias de derechos; sino que (y esto es lo más importante por sus consecuencias), también logró arrastrar bajo la misma lógica confrontacional y reactiva a aquella oposición (particularmente partidocrática y reaccionaria), que aprovechando el malestar ciudadano y las justas manifestaciones de repudio provocada por el gobierno, quiso deliberadamente entrar al juego, porque ello le permitía mantener vigencia y, sobre todo, porque era el mejor modo de tener una ventana de oportunidad para disputar y dar continuidad a sus pugnas de poder. Es decir, que al entrar en la lógica confrontacional, también se impuso una agenda pública distractiva y ajena a las verdaderas preocupaciones y problemas del país, para concentrarse en una disputa interminable acerca de si fue golpe o fraude, o si el verdadero enemigo era el gobierno autoritario o la derecha golpista.

De esa manera se extraviaron las verdaderas causas de resistencia y los objetivos de lucha nacional, para sustituirlas por la identificación de un enemigo al que debía atacarse hasta derrotar (y mejor si se lo podía destruir). La lucha por la democracia, las libertades y los derechos, pasó a convertirse en una disputa de poder, donde se perdió la oportunidad para efectivizar aquella pacificación nacional tan anhelada, encontrar justicia imparcial e independiente en todos los casos de violencia y enfrentamiento producidos, y sentar las bases para el reencuentro nacional y la construcción de un nuevo país.

El resultado de esta deriva, es un interminable ciclo de conflictos y represión inconducentes que no resuelven el fondo de los problemas acuciantes para la mayoría del pueblo. A cambio, más bien provocan mayor incertidumbre, desconfianza e inseguridad, porque la gente percibe que está siendo manipulada por pugnas y mezquinos intereses de poder, e intuye que ambos polos confrontacionales son igualmente autoritarios y antidemocráticos.

La segunda razón que explica esta nueva irrupción autoritaria, es la clara y explícita decisión de tomar venganza, pero sobre todo doblegar y destrozar a la oposición política (de ser posible haciéndola desaparecer materialmente), para imponer su propia hegemonía. Es decir, no se trata únicamente de un impulso represivo o un espasmo circunstancial que podría ser revertido con acciones de movilización y protesta. Se trata de una decisión para imponer una hegemonía autoritaria.

Como ya no existen o son muy escasos los medios y recursos para repartir y prebendalizar (sectores e inclusive autoridades subnacionales), entonces solo queda imponerse violentamente. A su turno, ello explica el por qué ya no basta movilizarse pacíficamente, puesto que las fuerzas represivas y los grupos de choque afines al gobierno se encargan de generalizar la violencia, provocar graves destrozos, sembrar pruebas falsas, e inclusive atacar a mansalva a cualquier ciudadano, no importando los delitos de lesa humanidad que provocan o los derechos y libertades que conculcan.

Al gobierno ya no le importa sino la continuidad de su gestión y la preservación del poder. Y no ha tenido siquiera reparo en arriesgar la estabilidad económica o su tan promocionada “reactivación económica” (que constituye algo asó como su joya más preciada), cuando yendo contra toda elemental prudencia , no dio brazo a torcer durante los más de 30 días del paro por el censo nacional, con tal de no retroceder, ni dar sensación de debilidad o, menos, derrota. El país quedó al borde del colapso y ni siquiera por eso (menos por la lección de coraje, dignidad y resistencia que el pueblo de Santa Cruz hizo patente), el gobierno de Arce Catacora quiso dar marcha atrás.

La tercera razón tiene que ver con un motivo estructural. El modelo económico es regresivo, antinacional y está agotado. Y al haberse decidido exacerbar sus componentes salvajemente extractivistas y desarrollistas, se torna cada vez más inviable e insostenible, porque implican tanto la destrucción de la vida y la naturaleza, la enajenación/agotamiento de los recursos nacionales, y la agudización de las disputas, los conflictos, las sobreposiciones y los avasallamientos (mediatizados por la defensa de derechos o la explotación de los recursos).
Al no existir un modelo alternativo, ni las ideas, ni la voluntad en el gobierno para superar esta situación que se ha hecho corriente (con avasallamientos de tierras y territorios indígenas, la minería del oro y la contaminación de los ríos, la quema de bosques, áreas protegidas y zonas de reserva, etc.); entonces es muy previsible que se acuda al uso de la fuerza y la represión, el ejercicio de la violencia y un actuar en permanente apronte.

En ese escenario, inclusive se corre el riesgo de que el Estado sea sobrepasado por el accionar de las bandas y clanes corruptos de avasalladores, explotadores ilegales y otros grupos delincuenciales que se han diseminado en el territorio nacional y actúan con impunidad. De esa forma, el autoritarismo y las acciones represivas se convierten en una constante.

3. LAS CONSECUENCIAS.

Ahora bien, ¿cuáles son las consecuencias para la democracia, las libertades y el destino nacional?.
Resulta claro que no será posible pacificar el país, recuperar la democracia y las libertades, y conseguir una justicia imparcial e independiente, mientras las principales fuerzas confrontacionales en disputa (gobierno y oposición), sigan enzarzados en sus miserables y brutales pugnas por el poder, arrastren a buena parte de la ciudadanía en esa perversa lógica, y se continúe buscando la derrota y destrucción del otro para imponer su propio modo autoritario.

Lo que se necesita y reclama para alcanzar la pacificación, recuperar la democracia y superar esta encrucijada confrontacional; es construir una fuerza popular independiente y claramente diferenciada de ambos polos, para resolver los problemas verdaderos que agobian al país.

El movimiento que se reclama democrático debería entender que el problema principal NO radica en movilizarse para derrotar y sustituir al mal gobierno autoritario y elegir uno nuevo que (avalado por un eventual respaldo electoral que le otorgue rostro democrático), siga reproduciendo el modelo autorirario y de continuidad al extractivismo desarrollista, caduco y agotado que está destruyendo al país (real y fugurativemente) en todos los planos (incluidos el natural y de vida). Lo que necesitamos es un futuro y un país diferentes, NO un nuevo gobierno, ni siquiera con nuevos candidatos que solo disputan el gobierno.

Lo que está en juego es el destino nacional y un futuro diferentes para el país, NO nuevos o conocidos rostros con las mismas mañas. La lucha por la democracia y las libertades no se puede confundir con la identificación de un enemigo al que se debe combatir para sustituirlo por otro gobierno, ocultando la necesidad de debatir y construir un nuevo proyecto nacional.

El país reclama abordar y resolver los problemas que le agobian, NO distraerse haciendo coro a las disputas y enfrentamientos que tiene enfrascados a ambos polos confrontacionales que buscan secuestrar la voz y la voluntad del pueblo para sus aviesos fines.

Por eso urge conformar y construir un movimiento independiente y diferenciado de la oposición y el gobierno. Los sectores y organizaciones que se reclaman democráticos, pero que se suman a esa lógica confrontacional, no solo le hacen el juego a una miserable disputa por el poder, sino que traicionan y confunden sus propios objetivos declarados, formando parte nada menos que de las corrientes autoritarias excluyentes a las que no les importa verdaderamente las causas nacionales, sino de aferrarse y conseguir poder. Es más, al reclamar y hacer parte de una “unidad ficticia”, donde las diferencias afloran, se mezclan y confunden a la población generando desconfianza, incertidumbre y ruido; solo favorecen la confusión, ayudan a focalizar la represión, y le entregan los mejores argumentos al régimen autoritario para identificarlos como conspirativos, antidemocráticos y golpistas. Es decir, le hacen el juego a una lógica confrontacional que solo conduce al enfrentamiento y la disputa interminables.

Esta manera diferente de encarar las luchas, por supuesto que no supone renunciar, abstraerse y menos dividir o dar las espaldas a las movilizaciones y las causas justas emprendidas contra el abuso del poder y el autoritarismo, puesto que se puede seguir marchando juntos, pero diferenciarse en lo estratégico. No hay que olvidar que si bien es cierto que el pueblo movilizado ha dado suficientes pruebas sobre el coraje, la dignidad y la inclaudicable vocación por la libertad y la democracia; también debe reconocerse que aquellos éxitos y conquistas alcanzadas no suelen ser suficientes (y hasta se han revertido, por ejemplo después de que el autócrata tuvo que huir), si es que paralelamente no se cuenta con una idea clara y un proyecto alternativo nacional que garantice la conquista alcanzada.

En otras palabras, la dispersión, desorganización y las diferencias que confunden actualmente, no se van a resolver convocando a una unidad ficticia, abocada a la confrontación y el ataque; sino construyendo una visión de país compartida, independiente y diferenciada de los dos polos en disputa. No hacerlo, puede comprometer el futuro y el destino nacional, pero lo que es más grave, mantener al país en una espiral de enfrentamiento y violencia indefinida. No lo merecemos.

(*) Sociólogo, boliviano. Cochabamba, Bolivia, Enero 10 de 2023.

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