Construcción del chivo expiatorio y sistematización a escala mundial de un genocidio
Cuando la maldad se institucionaliza*
Resumen: Hace ochenta años, el 20 de enero 1942, los dirigentes del partido nazi en el poder decidieron formalizar su política segregacionista hacia grupos de la población europea. Mostraron que, cuando la maldad y la construcción del chivo expiatorio se vuelven en políticas de Estado, la irracionalidad se sustituye a la razón, la mentira a la verdad y la barbarie se instala. El conocimiento de la historia es indispensable para evitar que se instauren de nuevo políticas y regímenes de esta índole.
En un mundo que favorece la inmediatez, el corto plazo y que relega a la mazmorra de la historia el presente apenas devenido pasado, es importante que se perpetúe el “deber de la memoria”, a saber: la reminiscencia de acontecimientos que marcan un antes y un después en la marcha de la humanidad. La Segunda Guerra Mundial acarreó una profunda transformación geopolítica y socioeconómica. Pero, sobre todo, provocó un repentino cambio de paradigma en la aprehensión de la Razón y la Verdad, por cuanto el Holocausto ha sacudido fuertemente los cimientos de la Civilización de la que Occidente se presentó como adalid hace varios siglos. Es sobre esos cimientos que descansaba la Racionalidad moderna, que tiene sus raíces en la Ilustración. En otros términos, la Razón como genitora del bien humano fracasó y la Irracionalidad que justificó el genocidio se fundamentó en la mentira alrededor de la cual se aglomeraron el pueblo alemán y todos los adherentes a la ideología nazi.
El audiolibro titulado “La deportación. Testimonios e itinerarios de deportados (1942-1945)” expone, sobre la base de entrevistas a supervivientes de los campos de concentración, los efectos de la violencia sufridos por millones de personas en la época nazi. Las voces grabadas de los testigos convierten los relatos en representaciones tangibles y, por consiguiente, refuercen su alcance. A través de esas intervenciones, los entrevistados reviven el horror perpetrado por gobernantes y hombres empeñados en seguir las órdenes superiores pese a su crueldad e iniquidad. Sin embargo, de lo narrado destacan igualmente momentos de solidaridad y de alegría efímera. Estas bocanadas de generosidad muestran que, por muy oscuras que sean las tinieblas, no enlutan el impulso de humanidad y benevolencia hacia el prójimo. Este audiolibro no es único en su género: los de Primo Levy [1] y Elie Wiesel[2] difundidos bajo el mismo formato lo acompañaron durante su publicación. Todos están en línea con el deber rememorativo destinado a informar a las nuevas generaciones y a refrescar los conocimientos de los niños de la postguerra y de los babyboomers. En ello, coadyuvan a contrarrestar lo que François Hartog llama “presentismo”, es decir la propensión “a centrarse en el momento, en el último tweet“, que tiende a borrar los hitos que marcaban el tiempo[3] dejándonos a merced de un presente “devorador, ubicuo“[4].
Ochenta años atrás, o sea, el 20 de enero de 1942, durante la Conferencia de Wannsee en Berlín, quince altos funcionarios nazis tomaron la decisión de organizar el exterminio de los 11 millones de judíos europeos. A este programa criminal se le dio el nombre de “Solución Final de la Cuestión Judía” o simplemente “Solución Final“, bien que alcanzó, en menor extensión, a los opositores al régimen, a los comunistas, a los gitanos, a los discapacitados, a los homosexuales y a los que los nazis consideraban indignos de ser mezclados con la “raza superior de los arios”. La puesta en práctica de la organización del genocidio fue llevada a cabo a escala industrial por una burocracia que actuaba metódicamente y en conformidad con una lógica sistemática. Los tristemente famosos campos de exterminio de Auschwitz con sus cámaras de gas y Buchenwald, paralelamente a otros centros de detención y de gaseo cuyo nombre no era tan conocido como aquellos, encarnaron la culminación de un proceso discriminatorio que, en realidad, no era reciente. Esta discriminación derivaba de una ambición eugenésica común a muchos países que remontaba a fines del siglo XIX y que Alemania llamó “higiene racial“[5]. Sin embargo, la elaboración de un programa genocida acorde con esta ideología eugenésica fue obra del Führer. De hecho, la llegada en 1933 de Hitler al poder en cuanto Canciller coincidió con el endurecimiento de un discurso racial que ponía de relieve: la necesidad para la organización del pueblo de disponer de la “mano curativa” del gobierno; y el hecho de que “el trabajo prioritario de construcción [del Reich] debía llevarse a cabo gracias a los conocimientos en materia de higiene racial”. El discurso sanitario-segregacionista nazi se aunaba a las voces del cuerpo médico prusiano que, en 1932, promovían la eugenesia orientada a la “prevención social del pueblo“, así como la reorganización del “sistema de salud en Prusia según los puntos de vista de la política demográfica“, las cuales conducirían a una “regeneración del pueblo“[6]. A partir de 1933, se emitieron en Alemania más de cuatrocientos decretos que impusieron gradualmente restricciones duras a la población judía y la privaron de sus derechos civiles. En nombre de la “arianización” y de la “desjudización” de la economía, los judíos fueron desposeídos de sus negocios y de sus tiendas y reemplazados por “arios”. Asimismo, fueron excluidos de la administración pública[7], de las profesiones médicas y legales, y se les negó el acceso a diversos lugares (espectáculos, teatros, parques, cines, cafés, restaurantes, hoteles, tiendas, etc.). A estas medidas se añadieron la prohibición de comunicarse en privado y público por teléfono, la imposición de un toque de queda permanente, el uso de la estrella amarilla y la obligación para las mujeres judías de colocar el segundo nombre de “Sara” en todos sus documentos oficiales, mientras los hombres estampaban aquel de “Israel”[8].
La guerra en Oriente en 1941 fue consecuencia de la larga serie de leyes y decretos egregacionistas, por cuanto los alemanes veían en dicha región del mundo el lugar “de todos los peligros biológicos, una tierra sucia poblada por eslavos atrasados y judíos contaminantes“. Para justificar la política de guerra y la persecución de los judíos, las autoridades alemanas invocaban “el progreso de la higiene y la ciencia […] que han hecho de Alemania la patria de la salud, lo cual es eminentemente positivo, pero también peligroso, porque los organismos alemanes ya no son inmunes a las enfermedades caídas ahora en el olvido“[9]. Esta retórica sanitaria ligada al ardor bélico presentó a Alemania como una nación sana que seres indignos portadores de bacterias altamente resistentes y contagiosas ponían en peligro. De esa manera, los líderes del régimen nazi gobernaron a la población mediante el miedo y la convencieron de la urgencia de deshacerse de las “alimañas parásitas” (o sea, de la comunidad judía) y de combatirlas dondequiera que se hallaran. Si bien la erradicación de los judíos fue inicialmente una parte del programa de purificación de la salud, luego se convirtió en una política autónoma, un fin en sí mismo al que la policía de los países colaboracionistas contribuyó enviando judíos y otras víctimas de la persecución racial y política a los campos de concentración locales y alemanes. Como dijo un superviviente del Holocausto: “Nadie hubiera pensado que seres humanos podrían agarrar a sus prójimos con el objetivo de gasear o quemarlos“.
Una superviviente explica cómo se desarrollaba el proceso de “selección” cuando los reclusos llegaban a los campos de concentración. Estos últimos eran divididos por los nazis entre los que permanecían en los campos de concentración y los que eran enviados a la “ducha”, o sea, a la cámara de gas. En otras palabras, la división se hacía entre los que valían la pena de seguir viviendo (lo que significaba que trabajaran hasta que sus fuerzas les abandonasen y que muriesen de agotamiento o fueran enviados a los crematorios porque ya no servían) y los que eran eliminados sin mayor demora a causa de una discapacidad física o mental. Según esta testigo, cuya revelación corrobora la evolución seguida por la segregación oficial en Alemania desde los años treinta, la selección determina la continuación o la interrupción arbitraria de la existencia de los seres humanos y es el resultado de un proceso que “comienza en la vida con una simple discriminación y conduce al final a la selección y a la muerte inmediata“.
¿Cómo los captores –poco numerosos con relación a la cantidad de prisioneros de los campos– manejaron a las masas de cautivos? Es muy simple, responde un superviviente de los Konzentrationslager (campos de concentración): “Desde un principio, asustan a la gente. La aterrorizan para que no tenga tiempo de organizarse“. ¿Y qué mejor manera de disuadir a los reclusos de organizarse que privarlos de todo vínculo social? Por ejemplo, el único lugar de reunión en los centros de detención era el del trabajo. Sin embargo, los presos solamente podían mantenerse de pie ya que se les prohibía adoptar una postura cómoda y relajada, la ausencia de sillas y mesas garantizando el respeto de la medida prohibitiva. Entablar una conversación con su vecino o los guardias estaba excluido y cualquier falta al reglamento era inmediatamente seguida de un castigo corporal que podía llevar a la muerte.
Uno se sorprende al escuchar que víctimas del Holocausto tuvieron que soportar a su regreso el desprecio de algunos de sus compatriotas a pesar de que estos, a veces, no solo las habían conocido antes de que partieran hacia los campos, sino que también se habían beneficiado de su ayuda. Cabe mencionar que familias optaron por guardar el silencio durante décadas a fin de poder llevar una vida “normal” después de la Shoah. Su silencio correspondía a una reacción de defensa que, en cierta medida, eclipsaba los sentimientos de impotencia y temor que suscitaba en ellas lo indecible de las circunstancias que sufrieron[10]. Por otro lado, después de haber vivido una experiencia deshumanizante y traumática de esta magnitud es comprensible, como confiesa un hombre que logró volver de los campos de concentración, que “lo más terrible es que cuando regresé ya no amaba a nadie”; y que la libertad es “un bien precario y precioso que hay que defender cada día porque el hombre sigue siendo un hombre y uno debe recordar lo que hizo el nazismo». Otro superviviente francés refuerza esta posición y destaca el papel de la educación y sus beneficios. Recomienda que las generaciones presentes y futuras “defiendan la democracia” y explica: “como pasé por un período en el que la democracia fue reemplazada por un régimen totalitario, que viví la pérdida de libertades, la pérdida de los derechos humanos, y que pagué un precio muy alto por ello […], creo que hay un mensaje que transmitir: debemos defender la democracia y tomar conciencia de que es importante convertirse en un ciudadano responsable. Y cuando se puede transmitir este mensaje desde la escuela, siento que no estamos perdiendo el tiempo. Para mí, es una de las tareas más bellas que hay“.
Hay que recordar que el Holocausto fue llevado a cabo por criminales amorales que sometieron a las instituciones supremas, las mismas que normalmente tienen el deber de proteger a cada miembro de la población. Se ensañaron con ciertos sectores estigmatizándolos y convirtiéndolos en chivos expiatorios. Con esta estrategia, generaron miedo y odio en el pueblo. Transformaron cada individuo en un delator, en un policía debido a que necesitaban la participación de la mayoría del pueblo, pues los organismos de represión estatales por sí solos no habrían sido suficientemente numerosos en caso de que hubieran tenido que contener a multitudes en desacuerdo con políticas que abogaban por el envilecimiento de categorías de la población. Los dirigentes alemanes y sus colaboradores europeos sabían muy bien que exacerbar los instintos más primitivos en la gente y establecer el totalitarismo significaba ofrecer las víctimas de la persecución a la venganza del resto de la sociedad, es decir incitar al linchamiento civil, social y físico de un enemigo interno tallado a la medida de las cúpulas dirigentes. A lo largo de los milenios, muchos gobernantes han ido recurriendo a la práctica de buscar un chivo expiatorio, la cual consiste en fabricar y acusar de todos los males a un enemigo interno/externo, y así idiotizar y/o barbarizar
a los ciudadanos. Encubren de este modo su malignidad, sus intereses espurios y su incapacidad de garantizar la paz, la seguridad y el bienestar del conjunto de la población. Las entrevistas recogidas durante los juicios de Nuremberg sobre el tema de la construcción del chivo expiatorio constituyen una fuente de información valiosa para mantener viva la memoria colectiva y recordarnos cuán malévola puede ser la mente de ciertas personas, que, apenas llegadas al poder, abdican de su deber de guiar según principios democráticos a su nación y, por lo tanto, representan una amenaza para la supervivencia de esta última.
Concluiré insistiendo en que toda división fomentada artificialmente para lograr objetivos contrarios a la razón, la moral y la ética pone en peligro la cohesión de la comunidad y los proyectos presentes y futuros que unen a sus miembros. De hecho, las políticas discriminatorias contra grupos específicos que deshumanizan tanto a los autores intelectuales como a los ejecutores dóciles alimentan las guerras interestatales y las guerras civiles. Es por las razones antes expuestas que las políticas segregacionistas deben ser contrarrestadas tan pronto como sean esbozadas por cualquier autoridad. El ejemplo nazi, y todo episodio de genocidio en la historia, como la masacre del Día de San Bartolomé, el genocidio armenio, el etnocidio ruandés, por nombrar solo algunos, deben estar presentes en nuestras mentes. El conocimiento es indispensable para la conservación de la democracia (tomada en su sentido etimológico), de los principios republicanos, y de la sociedad, pues de él depende “la memoria [que] es la condición del futuro” [11].
*Comentarios del audiolibro “Deportación, testimonios e itinerarios de deportados (1942-1945)
NOTAS
[1] Vale indicar que la obra Si c’est un homme suivi d’un entretien inédit avec Raphaël Enthoven, de Primo Levi, lu par Raphaël Enthoven, 09/09/2015 chez Audible.fr, fue precedida de una primera publicación en el año 1947.
[2] Ver La nuit, Elie Wiesel, lu par Guila Clara Kessous, date de publication: 23/10/2015 chez Audible.fr, Publicación original en 1958, Éditions de Minuit.
[3] Ver Confinement, un an après: «Penser la pandémie oblige à sortir de la bulle présentiste et à prendre en compte des durées immenses, dans: https://www.lemonde.fr /m-lemag/article/2021/03/16/confinement-un-an-apres-penser-la-pandemie-oblige-a-sortir-de-la-bulle-presentiste_6073322_4500055.html
[4] Ver «Chronos », de François Hartog: passé, présent et futur du temps, Le Monde, 16 oct. 2020, en: https://www.lemonde.fr/livres/article/2020/10/16/chronos-de-francois-hartog-passe-present-et-futur-du-temps_6056315_3260.html
[5] Ver Évolution du système de santé et de la pratique médicale sous le IIIe Reich, Rita Thalmann, Revue d’Histoire de la Shoah 2013/2 (N° 199), pages 15 à 35, en: https://www.cairn.info/revue-revue-d-histoire-de-la-shoah-2013-2-page-15.htm
[6] Ibíd.
[7] Ver La législation antisémite dans l’Allemagne d’avant-guerre Encyclopédie Multimédia de la Shoah, en: https://encyclopedia. ushmm.org/content/fr/article/anti-jewish-legislation-in-prewar-germany
[8] Ver L’antisémitisme objet/document, Encyclopédie Multimédia de la Shoah, en: https://encyclopedia.ushmm.org/content/ fr/gallery/antisemitism-artifacts
[9] Ver Éradiquer le typhus: imaginaire médical et discours sanitaire nazi dans le gouvernement général de Pologne (1939-1944), Johann Chapoutot, Revue historique 2014/1 (n° 669), pages 87 à 108, en: https://www.cairn.info/revue-historique-2014-1-page-87.htm
[10] Es interesante notar que, en una entrevista realizada a Simone Veil titulada Simone Veil y la palabra de los deportados negada en: «L’Histoire en direct», 02/05/1988, la Sra. Veil afirma que: «Si no hemos hablado, es porque no nos querían oír ni escuchar. Porque, lo insoportable es hablar sin ser escuchado. Es insoportable. Y eso nos pasaba tan a menudo que cuando empezábamos a evocar, a decir algo, inmediatamente había una interrupción. La frase que viene para interrumpir, que viene a hablar de otra cosa. Porque nosotros molestamos profundamente, molestamos”, reproducido en: https://www.france culture.fr/histoire/simone-veil-sur-la-shoah-nous-navons-pas-parle-parce-quon-na-pas-voulu-nous-ecouter
[11] Ce que je voudrais transmettre. Lettre aux jeunes générations. Entretiens avec Elie Buzyn, Editions Alisio, 2019.