El dilema opinador es la disyuntiva de la ficción y la realidad; de la retórica y la objetividad. La opinología ha vuelto a contratacar buscando descalificar los diez primeros meses del gobierno democrático popular de Luis Arce. Comandados por Carlos Mesa, distintos opinadores han buscado posicionar que no hay gobierno ni gestión. En realidad, lo que no hay ni tienen es un proyecto país alternativo porque el límite de la opinología es la victimización no la proposición.

En ese sentido, vamos a demostrar objetivamente la farsa de ciertas proposiciones de los doctorcitos de Charcas y, finalmente, vamos a discutir el posicionamiento histórico del gobierno democrático popular.

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Se cuestiona las virtudes del modelo económico made in Bolivia alegando condiciones favorables en el mercado mundial. Sin embargo, olvidan intencionalmente que, aún con la crisis del precio del petroleo el 2014, Bolivia, y no otros países productores de crudo de la región, logró sostener un crecimiento económico que durante seis gestiones obtuvo el primer sitial. Esto demuestra que no hay tal “piloto automático”, sino un modelo económico coherente con la realidad boliviana.

Algunos opinadores aceptan que hay datos económicos positivos estos primeros diez meses, pero, desde el fundamentalismo de mercado, dicen que los datos son “poco esperanzadores”. Primero, debemos preguntarnos ¿dónde estaban estos defensores de la sostenibilidad cuando el gobierno de facto mostraba cifras negativas en crecimiento económico, empleo, deuda, recaudaciones, inversión, etc.? Segundo, por fuera de ese tema moral, debemos insistir que no existe “piloto automático” tras el crecimiento acumulado del IGAE del 8,7% a junio 2021. En realidad, la política económica ha reanimado la demanda efectiva mediante el impulso de la inversión pública y la política de redistribución de ingresos; ambos pilares fundamentales del modelo económico. El resultado es que los organismos internacionales, y no el gobierno, han mejorado sus previsiones de crecimiento económico para Bolivia.

La opinología también ha observado que no hay “libre mercado”. En efecto, el modelo económico made in Bolivia es una respuesta alternativa, crítica, heterodoxa y popular al libre mercado. El modelo neoliberal se enfoca sólo en la esfera del intercambio que mediante el libre mercado la “mano de dios” o la “mano invisible” se encarga de lograr el equilibrio general. El problema estructural es que ese tipo de modelo que, no alcanza las esferas de la producción, la distribución y la apropiación, no puede ni pretende responder a realidades cuya complejidad rebasa la esfera del mercado; lo que es muy común en sociedades abigarradas como la boliviana. Esta es la miopía estructural del fundamentalismo de mercado de la opinología.

Asimismo, denuncian una supuesta “industria de juicios” a opositores. Nuevamente, ¿dónde estaban estos señores cuando las factorías paramilitares y parapoliciales perseguían y agredían no sólo a autoridades electas sino, también, al pueblo humilde que exigía el respeto a su dignidad durante el golpe de Estado? Sin embargo, por fuera de esta cuestión moral es claro que a diferencia de los once meses del terrorismo de Estado del gobierno de facto, se está respetando los procesos judiciales para determinar las responsabilidades por las masacres de Senkata y Sacaba. La avidez de justicia de las familias bolivianas que han perdido a sus seres queridos o que han resultado heridos y que han sufrido encarcelamientos extrajudiciales no puede ser negociada por ninguna instancia y bajo ninguna premisa. En realidad, hay una industria de justicia para las victimas; industria necesaria para la paz y el desarrollo del país.

Asimismo, y a falta de argumentos, la opinología ha usurpado competencias de la sicología, y han declarado al presidente Luis Arce sin identidad política; un “avenger” contra la oposición dicen. En realidad, todos sabemos que el único avenger en la arena política es el alcalde de La Paz que, acusado por acoso, anda buscando al COVID19, como el chavo un churrumino, para darle un derechazo.

Por fuera del chascarrillo, esta afirmación no es sino producto de su migraña histórica. Luis Arce forma parte de la generación de intelectuales orgánicos que tuvieron la claridad necesaria para acompañar el triunfo del bloque nacional-popular a las oligarquías y el neoliberalismo en 2003. Generación inspirada por el socialista Marcelo Quiroga, por el comunista Zavaleta Mercado, por indianista Fausto Reinaga, entre otros. No se trata de tener o no posters de ídolos señores opinadores, se trata de dar contenido a las categorías, las ideas y las teorías emancipadoras que emanan de la acumulación histórica de las luchas de los más humildes y oprimidos; se trata de darle sustancia popular al proyecto emancipador. Esa generación ha refundado al país, y le ha dado a Bolivia lo que jamás pudo darle la generación inspirada en Salamanca: coherencia, articulación, progreso y justicia social. La generación que ha superado la cruda filosofía recursiva de la historia que había dejado la Bolivia republicana, no es sino el espejo en el que los opinólogos evidencian su fracaso histórico.

Ese es el dilema opinador, la disyuntiva entre la ficción como negación de la realidad frente a la desbordante objetividad de los logros de la gestión de gobierno: “¡estamos saliendo adelante!”.

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