Contradicciones a piel y rebeliones en el sistema mundo capitalista:

Reflexiones para una nueva economía

Ariel Bernardo Ibañez-Choque

¿Por qué la pandemia COVID19 es un punto sin retorno? La pandemia COVID19 ha puesto en cuestión todas las dimensiones de la sociedad moderna, y a nosotros dentro de ella, con tal profundidad que ha develado la fragilidad del sistema mundo capitalista para sostener la vida misma. Un miserable virus ha desmontado las pretensiones universales de la sociedad burguesa y ha demostrado el error absoluto del egoísmo, el mercado y la propiedad privada para la reproducción de la vida y la sustentabilidad del metabolismo planetario. No existe posibilidades de convergencia a algún equilibrio -si algo así ha existido alguna vez en la sociedad capitalista-, es más bien un punto silla que nos dispara en direcciones imprevisibles. Sin embargo, emergen rebeliones y horizontes que nos cuestionan una nueva normalidad una otra economía.

La pandemia y la emergencia radicalizada del fascismo

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La clase burguesa mundial ha agotado sus argumentos democráticos para el dominio de las naciones y clases subalternas. En los 90’s del siglo pasado, ante la caída del bloque socialista, la burguesía internacional victoriosa enarboló las banderas democráticas como suyas; ese fue el momento de mayor auge de sus aspiraciones democráticas. El error histórico de la burguesía fue reducir la libertad humana a la libertad de comprar y vender. En efecto, el neoliberalismo no ha hecho sino ensanchar la desigualdad en todo el mundo; un puñado de ricos se han hecho cada vez más ricos.

En el contexto de esta creciente desigualdad se ha incrementado en igual o mayor proporción el descontento social en todo el sistema mundo capitalista. Así, se dio progresivamente un distanciamiento entre el voto popular, como expresión de los anhelos de democracia profunda, y el proyecto burgués neoliberal. En ese sentido, lo novedoso del nuevo siglo ha sido la transición de la voluntad popular hacia horizontes críticos en lucha por la igualdad. La desigualdad como contradicción esencial del sistema burgués ha desplegado un frente mundial de lucha por la igualdad de norte a sur y de oriente a occidente.

La reacción burguesa en todo el sistema mundo ha sido el abandono de sus convicciones democráticas y el desmantelamiento progresivo de la voluntad popular en acciones cada vez más coercitivas o antidemocráticas. La pandemia COVID19 ha puesto en piel este agotamiento democrático de la burguesía y la emergencia del fascismo. En los países periféricos, como Bolivia, Chile o Ecuador, la pandemia ha sido la coartada perfecta para el ejercicio del terrorismo de Estado contra el pueblo movilizado. Incluso Estados Unidos, el eterno defensor de la “libertad”, radicalizó el fascismo ya evidente del ala republicana expresada en Trump. En todos los casos, el fascismo no tuvo mayor originalidad que un racismo exacerbado e irracional para criminalizar y atentar contra los movimientos mundiales por la igualdad y la democratización.

El endeble sistema capitalista

El neoliberalismo, como ideología burguesa, no sólo había exacerbado la libertad de comprar y vender, sino que había atentado contra toda iniciativa que no sea individual y fundada en la propiedad privada. En ese sentido, particularmente en los 90’s, los Chicago Boys diseminaron por el mundo la creencia de que era mucho más eficiente la propiedad privada de los bienes comunes y públicos; ya no sólo de los recursos naturales sino también de la salud y la educación.

El microscópico virus COVID19 derrumbo todo este fundamentalismo de mercado. En efecto, incluso las sociedades capitalistas más avanzadas con sus suntuosos sistemas de salud no pudieron responder humanitariamente al auxilio de la población infectada. Resulta que sólo los que tenían el dinero suficiente podían acceder a estos sistemas sanitarios, pero dada la enorme desigualdad del sistema, gran parte de la población o se curó sola o murió en el intento. Esta miopía del egoísmo y el individualismo burgueses no hicieron sino caldear el descontento social por la desigualdad, y arribó el conflicto esencial desde los que luchan por todo porque no tienen nada que perder. Así, el insignificante virus y la enorme irracionalidad burguesa se volcaron contra el propio proceso de valorización del capital.

El silencioso socialismo: un David frente a Goliath

En este dramático escenario para los países capitalistas, muy humilde y sin gran parafernalia el socialismo no dispuso armas contra el pueblo sino médicos y medicamentos, y los exportaron por el mundo para combatir la pandemia. En efecto, Cuba no sólo es uno de los países que mejor administró la pandemia, sino que mostró la vocación humanitaria del socialismo con la vida humana. Y esto no es casualidad, su sistema de salud público y universal, focalizado en la prevención, mostró su robustez para cuidar de su pueblo. Además, el desarrollo tecnológico en química farmacéutica hoy le da la soberanía de tener una vacuna propia contra el COVID19.

Sí. La pandemia demostró la alta vocación humanitaria del socialismo que tanto quiso encubrir la burguesía mundial. Y ese socialismo no es sino la respuesta solidaria al egoísmo, planificada al mercado y de bienes comunes ante la propiedad privada. Este silencio no es sino una rebelión del horizonte emancipador cuyo eje centrípeto no es la tasa de ganancia sino la vida misma, el valor como valor de uso y no como valor de cambio.

Las rebeliones de la periferia y los principios para una nueva economía

Durante la pandemia, las rebeliones en las periferias no sólo enfrentaron valientemente el fascismo y los Estados de terror, sino construyeron en la movilización popular los principios para una nueva economía auténticamente humana e igualitaria. En Chile los estudiantes perdieron sus ojos para que el Estado neoliberal viera que la educación es un bien común que no puede privatizarse. En Ecuador los indígenas expresaron el clamor por la defensa de los recursos naturales como un metabolismo viviente de la Madre Tierra en contra de las políticas neoliberales. En Argentina el pueblo expresó su repudio a la privatización de los servicios básicos y a la entrega de su soberanía por la deuda externa a los organismos neoliberales del capital financiero. Incluso en EE.UU., los negros y los latinos se expresaron contra la desigualdad, el fascismo y la segregación defendiendo la vida “black lives matters” contra el capital.

Bolivia es quizá el caso más emblemático porque, durante la pandemia, el mundo se condensa en Bolivia; Bolivia es el mundo y el mundo es Bolivia. Bolivia asiste a la pandemia en crisis general, en su desnudez más profunda, en sus formas esenciales a piel. Unos meses antes de la pandemia, ante la ausencia de argumentos democráticos, la oligarquía boliviana había dado un golpe de Estado no sólo al presidente constitucional sino a todos los sectores populares contenidos en el Estado Plurinacional. Emerge así el fenotipo esencial de la sociedad moderna -en un pequeño terruño del sistema mundo-: racista, fascista, oligárquica, antidemocrática, antipatria y neoliberal. El racismo a piel manifiesto por la ideología señorial en Bolivia de odio al indio rebelde para su desacreditción y criminalización no es sino una dimensión esencial de la sociedad capitalista que se expresa incluso en los centros como, por ejemplo, en EE.UU. contra negros, indios y latinos. Por esto, no extraña que, durante la pandemia, primero en Bolivia y luego en EE.UU. se haya utilizado la biblia para la masacre, persecución y encarcelamiento de indios y negros. El fascismo planetario, puesto en evidencia en la pandemia, es la forma clasista de expresión del racismo esencial porque, como sucede en Bolivia, la nación oprimida es clase y la clase oprimida es nación. El fascismo mundial es la garantía de última instancia de la acumulación de capital y de la reproducción de la clase burguesa.

En este contexto, el bloque nacional-popular en Bolivia gestó un proceso valiente, digno, soberano y revolucionario de resistencia y lucha durante once meses contra el régimen racista y fascista del gobierno de facto derivado del imperialismo. Aún con el confinamiento, las clases marginales de las ciudades, los trabajadores mineros, los campesinos y los maestros rurales, todos de extracción india, empezaron un proceso de acumulación histórica de tal envergadura que desembocó en la gran rebelión de agosto como garante de la recuperación de la democracia popular en octubre de 2020. El proceso de acumulación nacional-popular se enfrentó al boicot de las empresas públicas para su privatización, a la paralización de la inversión pública para la quiebra de la economía popular, a la entrega de la soberanía nacional por créditos condicionados con el FMI, a la proscripción al derecho a la educación, al favorecimiento de la oligarquía agroindustrial con la legalización de transgénicos, al fortalecimiento de la banca en desmedro del pueblo, entre otros. El pueblo se reencontró con su programa histórico de defensa del Estado plurinacional y la nacionalización e industrialización de los recursos naturales. Lo novedoso fue la recuperación de las practicas comunitarias como expresión de otra economía para la reproducción y defensa de la vida; la solidaridad del pueblo venciendo al egoísmo; la forma comunidad como fuerza productiva.

Bolivia como horizonte para la “nueva economía

En el siglo XXI, Bolivia no ha dejado de ser el país más emblemático en la construcción de horizontes emancipadores. Y, aquí, se debe resaltar que la propia acumulación histórica del bloque nacional-popular tiene tal potencia que el golpe de Estado de 2019 sólo duró once meses. La pandemia y el golpe de Estado en Bolivia han reforzado los principios del vivir bien y la economía plural para una nueva economía social, comunitaria y productiva.

En efecto, el pueblo boliviano y el gobierno democrático y popular, están implementando un sistema tributario progresivo y solidario mediante la aplicación de impuestos a los ricos y exenciones para los sectores de bajos ingresos con el objetivo de reducir la desigualdad como contradicción esencial del sistema mundo capitalista. La implementación del bono contra el hambre y la vacunación contra el COVID19 del 100% de su población para el reposicionamiento de la vida por sobre el capital como nuevo horizonte ontológico. La priorización de los intercambios locales y el mercado interno como base del incremento de la riqueza material, cultural y espiritual. El fortalecimiento de las empresas públicas y de los bienes comunes para la gestión común y pública de los excedentes en el marco de un desarrollo sustentable, armónico e integrado.

Además, en una lectura coherente desde la periferia, Bolivia está encaminada a superar su condición dependiente mediante el cambio de su estructura productiva para la industrialización por sustitución de importaciones (ISI). La nueva ISI pretende equilibrar el rol del mercado interno y el mercado externo en un proceso dinámico y simultáneo de concentración de bienes y servicios de importación, y diversificación de bienes y servicios de exportación. La nueva ISI reposiciona el rol activo de Estado Plurinacional como productor y redistribuidor, pero busca la alianza con el sector privado con una burguesía auténticamente nacional de extracción popular y no la añeja oligárquica, y entiende el rol estratégico de las universidades para el desarrollo tecnológico.

Con todo, el horizonte de la nueva economía que Bolivia lleva construyendo, tiene el reto sustancial de revolucionar el modo de ser y existir en el horizonte emancipador del frente global que lucha por la igualdad. El cambio del modo de la reproducción material no es suficiente sino ha trastocado la médula misma del modo de la reproducción espiritual; una nueva economía requiere un hombre nuevo.

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