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RECUPERACIÓN DE LA DEMOCRACIA: NO HAY ALTERNATIVA NI OTRAS SALIDAS POSIBLES

Arturo D. Villanueva Imaña

Si se impone el capricho autocrático no solo se habrá perdido la democracia, también lo estará Bolivia.

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Si se quiere verdaderamente recuperar la democracia, la candidatura oficialista NO debe NI puede volver a postularse, bajo ningún argumento. Ni más ni menos.

CUÁL ES EL PROBLEMA?

1. Que la ambición por conservar el poder a toda costa del oficialismo, no solo ha llegado al extremo de romper la Constitución, burlarse del mandato popular, e inventar un “derecho” para legitimar la candidatura trucha; sino que en su total desfachatez plantean que “no hay que tener miedo” a que el pueblo dirima el impase eligiendo al mejor candidato, sin mencionar que en su avieso propósito ya ha logrado doblegar y volcar en su favor al cuarto poder del Estado que debería constituirse en un árbitro independiente, idóneo e imparcial para garantizar elecciones limpias y transparentes. Es decir, ha montado un engañoso como falso escenario electoral que le brinda las mejores condiciones para aparecer como si estuviese cumpliendo todas las formalidades democráticas, pero que además de legitimar una candidatura trucha, le permitiría inclusive ganar las elecciones. Una parte importante de la población lo cree, y defiende semejante impostura.

2. Que los candidatos y partidos opositores con mayores posibilidades electorales (Carlos Mesa y Oscar Ortiz), han hecho saber explícitamente que “la ciudadanía debe prepararse para reconstruir la democracia en el nuevo gobierno” y que “no renunciarán a realizar proselitismo para asistir a las próximas elecciones”. Es decir y en buenas cuentas, que con tal de asistir a las elecciones nacionales, estarían dispuestos a dejar pasar todas las gravísimas anomalías antidemocráticas y anticonstitucionales de la candidatura de Evo Morales y Alvaro García Linera. Ello significa que darían las espaldas y tirarían por la borda toda la resistencia y lucha del pueblo boliviano en defensa del 21F y el respeto al mandato popular; y además estarían dispuestos inclusive a dejar de lado un problema ético, político y constitucional que debería obligarles a exigir al gobierno el cumplimiento de todos los requisitos democráticos que dicen representar y defender.

Todo ello, sin siquiera reparar en que no existen las más mínimas condiciones para asistir a una compulsa electoral transparente, con árbitros imparciales, idóneos e independientes, que garanticen requisitos de equidad participativa e igualdad de condiciones; porque el OEP ha demostrado ser un órgano sumiso a los intereses gubernamentales, y donde sus oficinas departamentales (que serán las encargadas operativas de llevar adelante las elecciones), están copadas por funcionarios oficialistas. Es decir, NO existen las más mínimas condiciones para competir democráticamente y, mucho menos, de tener alguna posibilidad legítima de ganar, dados los inocultables indicios de fraude que se han montado.

En pocas palabras, estos candidatos, partidos y militantes de oposición, no solo estarían dispuestos a legitimar de facto la candidatura trucha, e ir en contra de la lucha y resistencia del pueblo boliviano para recuperar la democracia y defender el 21F, sino que al estar dispuestos a asistir a las elecciones nacionales sin mayores condiciones, estarían contribuyendo a ratificar el establecimiento y consolidación de un régimen autocrático, que se habrá impuesto sobre la sociedad con su aval.

3. Que a las demás candidaturas opositoras no les importa ni siquiera la democracia. Su máxima aspiración es arrancar alguna pequeña cuota de poder en el establecimiento del próximo gobierno, cualquiera fuese éste, con tal de medrar del mismo. Es previsible que si no es después de las elecciones, ya antes intentarán negociar y acordar (a la vieja usanza de las componendas electorales), cuotas de poder. Lo peligroso de su papel “democrático electoral”, es que son los únicos a los que no les importaría, bajo ninguna circunstancia, avalar y legitimar la candidatura oficialista. En otras palabras, que de todas maneras irían a las elecciones avalando la candidatura anticonstitucional y antidemocrática.

4. Que salvo algunos piquetes de huelga y la CONADE, la resistencia y lucha ciudadana, donde se incluyen a los Comités cívicos, plataformas y colectivos de defensa del 21F, está dividida, alineada y fluctuante, respondiendo a los criterios e ideas fuerza de las tendencias anteriormente descritas. Son más proclives a encontrar “una salida ingeniosa” o supuestamente “honrosa”, pero que de todas maneras terminaría permitiendo la presentación de la candidatura oficialista. En algunos casos inclusive son claramente perceptibles intereses particulares de posicionamiento político y figuración, que solo conduce a pensar de que únicamente buscan algún tipo de compensación. Por tanto, el sacrificado como enorme esfuerzo de unificación y confluencia que buscan para unir a las fuerzas de resistencia y defensa de la democracia, no solo deben luchar contra intereses subalternos que se encuentran a su interior, y que tienden a desvirtuar y confundir objetivos; sino que pueden acabar en un desengaño y decepción, si al final no logran conseguir sus objetivos y terminan cediendo ante la aparatosa maquinaria oficialista.

5. Es todo esto que provoca un fuerte desconcierto en la ciudadanía, pero que no incide en su voluntad y decisión de seguir resistiendo, aunque no logren precisar exactamente cómo hacerlo. Se trata de un escenario tan contradictorio y lleno de intereses subalternos que tienden a imponerse sobre la única posibilidad de recuperar la democracia, que consiste en impedir la repostulación del binomio anticonstitucional y antidemocrático, que no se alcanza a percibir con claridad el camino. Se percibe que el solo hecho de transparentar y mejorar las actuales condiciones electorales (incluyendo nuevos miembros de notables en el TSE, por ejemplo), NO es suficiente.

Entonces y por ello solo queda luchar, reclamar y exigir porque no nos equivoquemos, no contribuyamos a legitimar la candidatura trucha bajo ningún argumento, y que si es verdad de que todos los bolivianos queremos recuperar la democracia perdida, envilecida y manoseada por el actual régimen, nos movilicemos para NO hacer caso NI coro a la farsa electoral que se aproxima. Solo la fuerza popular en las calles podrá doblegar el intento antidemocrático y anticonstitucional.

Lamentablemente y a pesar del enorme esfuerzo popular que podría significar dadas las adversas condiciones impuestas por la angurria de poder, este nuevo impulso de movilización, resistencia y lucha que se reclama y propone, solo alcanzaría para recuperar los valores formales de la democracia. Y aunque podría liberarnos del riesgo de caer en un régimen similar al de Nicaragua o Venezuela (cosa que ya es significativa); hay que estar concientes en cambio que no servirá para abordar y resolver los problemas y deudas históricas nacionales, que son los asuntos que verdaderamente importan y preocupan al movimiento popular nacional.

(*) Sociólogo, boliviano. Cochabamba, Bolivia. Enero 8 de 2019.

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