El 8 de marzo se celebra el Día Internacional de la Mujer, en esta fecha se recuerda la longeva batalla femenina por la libertad e igualdad, que, si bien está presente desde el comienzo de la sociedad como tal, tomó un impulso descomunal desde el siglo 19, donde valientes mujeres alzarían su voz pidiendo igualdad en el ámbito social, político, económico, civil y religioso, manteniendo ese pedido hasta el día de hoy, donde, gracias a la constante lucha del colectivo, se ha logrado un gran avance en todos estos ámbitos.

Sin embargo,  este día también sirve para recordar que esa lucha está lejos de terminar y uno de los principales problemas que las mujeres deben enfrentar hoy en día es la violencia física y sexual, que a nivel mundial afecta a una de cada tres mujeres (Informe de Desarrollo Humano, 2015) y podemos ver que a nivel nacional un 39% de las mujeres afirma haber sufrido violencia psicológica, un 20.7% violencia física y un 15.3% violencia sexual (INE, 2017), siendo este último tipo de violencia la que tuvo el mayor incremento en los últimos años (364%), pasando de 762 víctimas en 2006 a 2773 en 2016 (INE).

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Una clara muestra de que la lucha debe continuar, es lo ocurrido este 27 de febrero, donde a través de una página universitaria de confesiones (El Confesionario UCB), se dieron a conocer diversos testimonios de mujeres que afirmaban haber sufrido violaciones y reconocían públicamente a sus agresores, si bien varios nombres se dieron a conocer, uno de ellos se repetiría reiteradamente y llegaría a acumular en menos de dos semanas un total de 150 denuncias.

No faltaron las típicas personas que con total desconocimiento pedían pruebas a las víctimas, ignorando que la violación es uno de los crímenes más difíciles de condenar, ya que contrario a la creencia popular, este tipo de violencia en general no suele dejar heridas visibles ni evidencia física, el uso de armas no es frecuente, tampoco ocurre en lugares públicos y no deja una víctima ansiosa por contar lo ocurrido a las autoridades ni a sus seres queridos.

Teniendo así, una víctima que en la gran mayoría de los casos decide no denunciar a su agresor por diferentes razones, entre ellas la vergüenza, el miedo a ser juzgada, la confusión que siente, el gran costo económico que significa hacer una denuncia, por lo largo e incómodo que puede llegar a ser el proceso judicial o simplemente creer que su palabra no tendrá credibilidad (esto debido a que los agresores sexuales suelen encontrarse en posiciones de poder).

Lo que se desea en este tipo de situaciones es un sistema judicial y una sociedad, que trate tanto a la víctima como al acusado de manera seria e imparcial, teniendo en cuenta que de un 2% a 8% de las denuncias de violación son falsas (University of Massachusetts) y que la presunción de inocencia es una base del derecho, todavía se puede y se debe investigar el testimonio de una posible víctima, sometiéndolo a una evaluación de veracidad como prueba de un delito. En el caso de las denuncias hechas en el “confesionario”, se puede evidenciar un modus operandi propio de un depredador sexual por parte del denunciado principal, agregar que el mismo ya fue denunciado anteriormente.

De esta manera, el incidente del “confesionario” tiene mucha relevancia, ya que es un acontecimiento más de la constante lucha de la mujer boliviana por la igualdad y la libertad, siendo una herramienta poderosa que envalenta a mujeres abusadas, dándoles voz y credibilidad, teniendo un efecto domino en denuncias de otros tipos de violencia sobre las mujeres, siendo asi, el #YoSiTeCreo una expresión de unión, fuerza y valentía de la mujer.

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