Marzo: ¿Un mes plebiscitario?

El desafío de que las ideas más disruptivas no se divorcien de las masas en condiciones de llevarlas a cabo

Algo de racionalidad para entender un presente distópico

En este mundo al que el capitalismo financiero trasnacional ha impuesto que casi un 10% de la población del planeta padezca hambre, solo el candado mediático de la OTAN puede disimular que Ucrania ha sido doblegada por la ofensiva de la Federación Rusa, así como que en torno al conflicto de Medio Oriente crece la simpatía global con la causa palestina en la misma proporción que el repudio al sionismo que viene asolando la Franja de Gaza, fenómeno que acaba de ser dramáticamente ratificado por la inmolación frente a la embajada israelí en Washington al grito de “Palestina libre”, del militar estadounidense Aaron Bushnell, quien afirmara que «ya no sería cómplice del genocidio», calificando al suyo como «acto extremo de protesta» y, transmitiéndolo en directo por la plataforma Twitch.

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Así, la contienda por la transición hegemónica global – en consonancia con las declaraciones de la Jefa del Comando Sur, Generala Laura Richardson – encuentra al Imperio en pleno repliegue a su “patio trasero”, y ante la necesidad de hacerse de insumos de primer orden, lo cual explica que una franja geopolítica de la importancia que reviste Argentina venga padeciendo una ofensiva estratégica en favor de su rapiña, con el objetivo de escarmentar al pueblo que hizo el 17 de Octubre de 1945, el Cordobazo de 1969, y el Argentinazo de 2001, a fin de brindar una lección al mundo entero acerca de cómo se desguaza una Nación para apropiarse de sus bienes comunes.

En un contexto sociocultural en el que se ha constatado que de la pandemia salimos peores, y en el que – según el filósofo francés Éric Sadin – el viejo concepto de sociedad ha dado paso al de una constelación de individuos tiranos, la reciente Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC) celebrada en National Harbor, Maryland (EEUU) emerge como cabal ejemplo de este presente global, arengando a defender la libertad, la familia, la cristiandad, la tradición, el respeto a la sacrosanta propiedad, y machacando con los lugares comunes de la reacción, en un tono entre apocalíptico y mesiánico, autoproclamándose sus participantes como salvadores de un mundo en peligro, no por la crisis climática o el capitalismo salvaje, sino por la presencia de las tendencias “disolventes” que implican para ellos la propia idea de la justicia social, la lucha contra el cambio climático, el feminismo, la defensa del papel regulador del Estado, los movimientos LGTBQ+, la invasión de las “hordas” migrantes y otros “enemigos”. En tal circunstancia, el Presidente argentino se dio el gusto de llorar de emoción con mayor énfasis que ante el Muro de los Lamentos, al abrazar por vez primera a Donald Trump – muy probable futuro Primer Mandatario norteamericano nuevamente -, y de exhortar a los asistentes a que “no dejen avanzar al socialismo”.

Tal es el marco que precede a las inminentes visitas de dos dueños del planeta como Elon Musk (Tesla Motors, SpaceX, Neuralink) y Larry Fink (Black Rock), invitados por este flamante ariete del eje EEUU – Israel llamado Javier Gerardo Milei, que inaugura las Sesiones Extraordinarias del Congreso 2024 sin invitar a los gobernadores, y con un molinetazo «a la chilena» en las principales estaciones de trenes (que marca la reaparición del movimiento estudiantil en esta etapa de lucha), una multitud repudiándolo ante el parlamento, y cacerolazos en numerosas plazas del país.

Cierto es que el poder recela de la imprevisibilidad de Milei, pero de momento le deja hacer. Tal circunstancia instala en nuestro país un reinado de terror erigido en el marco de una democracia de bajísima intensidad, adonde coexisten sueldos de noviembre con precios de marzo, y según el último informe del Observatorio de la UCA, la pobreza asciende a un vergonzoso 57.4% en lo que alguna vez fuera el Granero del Mundo, lo cual establece así un orden inédito en el que, recostándose sobre una supuesta legitimidad electoral, se gasta fortunas en importar e implementar tecnología represiva de punta para sofocar la bronca de un pueblo cada vez más hambreado y disconforme.

La Calle no está muda

El poder económico es consciente de que no solo el garrote disciplina. La miseria y el hambre también lo hacen.

En consecuencia, la absoluta falta de sensibilidad humana de unxs gobernantes que habilitan tarifazos descomunales en servicios básicos que impactan gravemente en la vida cotidiana – como lo demuestran palmariamente los casos de gente que está decidiendo no ir más  a trabajar porque ya no puede costearse el transporte a destino, hogares que comienzan a verse ante el doloroso dilema de elegir a cuál de sus hijxs mandar al colegio (marco que explica el caso de la adolescente que fue interceptada en La Pampa robando fibras y algunos lápices que iba a entregar a sus hermanos para que puedan comenzar las clases) -, su afán de reducir el déficit fiscal interrumpiendo incluso la distribución de medicación oncológica, o adoptando medidas tan despreciables como comprar el descarte de las empresas alimenticias para mandar a comedores comunitarios, configura un cuadro económico y social de una gravedad sin precedentes, incluso para lxs argentinxs mayores, que padecieron la última dictadura.

Pero ha quedado demostrado que, cuando acciona el movimiento obrero organizado, pasan cosas. Y una de ellas – desde luego que condicionada por la reacción de los gobernadores ante los recortes que se vienen produciendo contra las administraciones provinciales – ha sido la caída de la nefasta Ley Ómnibus.

En el marco del proceso de reagrupamiento en curso del campo popular conviene no pasar por alto el salto de calidad que aportan a la lucha fenómenos como la iniciativa que vienen teniendo las Regionales de la CGT, en su creciente incidencia sobre la orientación que va adoptando la cúpula sindical. Otro tanto a valorar es el carácter multisectorial que viene adquiriendo la lucha. Y, desde luego, la riqueza que aporta ese renovado asambleísmo de base cada vez más extendido a lo largo y ancho del AMBA. Aquí corresponde dejar constancia que, tras el embate contra el plexo legal oficialista que supuso el paro de la central obrera, fueron justamente esas asambleas las que en los días sucesivos cargaron casi exclusivamente con la reprimenda del gas pimienta y las balas de goma, e incluso fueron el único sector que se mantuvo ocupando el espacio público el día en que cayó la mentada ley.  Digamos, también, que hay sectores inorgánicos del peronismo que no encuentran otro espacio de participación que ese. Dichas jornadas demostraron, a su vez, que existe un núcleo juvenil dispuesto a presentar batalla. Sin ir más lejos, los primeros atisbos de desobediencia civil no esperaron ninguna bajada de línea, como lo demuestra saltando los molinetes de las estaciones ferroviarias de Retiro, Once y Constitución un piberío laburante que, llegado del conurbano profundo a la capital, ya no gana ni para cargar la SUBE.

Mientras el Presidente comete la osadía de salir a saludar a nadie desde el balcón de la Casa Rosada junto al Secretario de Estado de los EEUU Antony Blinken, el ajustazo en curso generaliza el malestar gremial en todas las áreas, al punto de que cada sindicato – y ya no solo la militancia o el ciudadano de a pie – comienza a exigir a la CGT mayor contundencia en las medidas a adoptar.

«Faltan huevos. El que los tiene bien puestos hace lo que tiene que hacer. Acá no solamente los trabajadores le podemos reclamar a la CGT. Es el último bastión que los neoliberales se pueden comer. La sociedad le reclama a la CGT una acción«, manifestó – por ejemplo – Omar Maturano, titular de La Fraternidad, tras el último paro ferroviario.

En igual sintonía se pronunció Sergio Palazzo, titular de La Bancaria: «La CGT tiene el mandato de convocar a otro paro general, ya se votó y nosotros fijamos nuestra posición que además fue unánime de todos los secretarios generales«.

Por su parte, en un plenario realizado a mediados de febrero, los sindicatos estatales determinaron una nueva convocatoria al paro. En la ocasión, el Secretario General de ATE, Rodolfo Aguiar, manifestó que el peor error que pueden cometer es abandonar la calle.

Héctor Amichetti, secretario General de la Federación Gráfica Bonaerense, coincide con esta mirada. “Estamos viviendo el intento más serio de los últimos 40 años de democracia por restaurar los métodos de la dictadura militar para acompañar un proyecto de dependencia y primarización de la economía y debilitamiento de las estructuras del Estado”, declaró.

Agustín Lecchi, secretario General del Sindicato de Prensa de Buenos Aires, oportunamente consideró que el movimiento obrero se tuvo que hacer cargo de ser el eje de la resistencia en un contexto de vacancia de conducción política, y que ese lugar que adoptó, con la CGT, las CTA, y la UTEP a la cabeza, junto a otros sectores como la Unidad Piquetera, fue central para derrotar la Ley Ómnibus y para enfrentar el DNU, por lo cual la salida política tiene que tener a los trabajadores y trabajadoras como protagonistas.

Este rol articulador de acciones políticas de la central obrera no es novedoso, pero sí tiene el carácter de una acción renovada. Para Daer, su estrategia cuenta con tres pilares, uno sindical o de acción gremial; otro político en el Congreso y con los gobernadores; y un tercero en la justicia. “Lo que estamos haciendo es ir atando todos estos cabos que se comienzan a generar. Hoy no hay muchos que puedan realizar esa tarea además del movimiento obrero”, afirmó.

Resumiendo, hoy por hoy, las propuesta cegetista que va tomando cuerpo consiste en la organización de un gran ollazo popular en Plaza de Mayo a concretarse durante el mes de Marzo, junto con la Iglesia y las organizaciones sociales, haciéndose eco de algun modo del cese de entrega de alimento a los comedores comunitarios.

Ante semejante panorama, consecuente con la Doctrina del Shock, el gobierno redobla la ofensiva anti laboral fondeando la reunión del Consejo del Salario, desregulando las obras sociales, o decretando a la educación como “servicio esencial” – a las puertas de un nuevo ciclo lectivo – para poder prohibir así cualquier medida de fuerza que realicen lxs maestrxs. En los pasillos de la Rosada resuena una frase: «Milei ordenó ir a fondo en contra de los gremios». Pero la declaración de guerra es más del equipo que del propio Presidente, que se cuida de nombrar a los sindicalistas. Quien está enojada con los sindicatos es El Jefe, Karina Milei: los responsabiliza de la caída de la Ley Ómnibus y no les perdona el paro y movilización del 24E al Congreso.

Bullrich y Sturzenegger – cuya presencia en un estadio deportivo acaba de ser abucheada por todxs lxs presentes – son otros de los actores principales en la batalla contra las centrales obreras. Las culpan de los fracasos de sus dos gestiones anteriores (con Fernando de la Rúa y Mauricio Macri) En sus respectivos círculos coinciden: La tercera es la vencida y aseguran que «les vamos a cortar todas las cajas». Caputo es el otro vértice de este triángulo antisindical, con su plan económico de «licuar ingresos y generar la destrucción de las Pymes y el empleo», según afirma un sindicalista del sector industrial.

En esa lógica oficial de “operar sin anestesia”, cada respuesta popular es replicada por un embate más feroz, como ocurrió ante la última movilización del movimiento piquetero, anunciando previamente que los planes sociales dejarán de estar enganchados al salario mínimo, vital y móvil, y posteriormente eliminando por decreto el plan Potenciar Trabajo.

Sin embargo, el oficialismo no presenta un frente totalmente compacto. El no envío de fondos para educación y transporte a las provincias, por ejemplo, comenzó a entrar en crisis dentro del gobierno, dado que ningún funcionario de la Casa Rosada quiere poner la firma a esa decisión con olor a venganza que tomó Milei.  Ni siquiera el propio ministro de Economía firmó, aunque sea una resolución ministerial que le dé respaldo legal a la quita de fondos a las provincias. El problema es que tanto el Fondo de Incentivo Docente como el Fondo Compensador para el Transporte del interior están respaldados por leyes votadas por el Congreso. De ahí que, quien firme un decreto o resolución que ordene su suspensión sabe que no tardará en enfrentar una demanda por incumplimiento de deberes de funcionario público.

La consecuencia más significativa de tal proceder ha derivado en la constitución por parte de los gobernadores patagónicos del bloque que dieron en llamar Provincias Unidas del Sur, pintándose la cara en defensa de sus respectivas economías, y prometiendo crear una Empresa Pluriprovincial de Hidrocarburos. Ante lo cual cierto nacionalismo rancio se ha apresurado a interpretar el fenómeno como la reedición de la tensión decimonónica entre unitarios y federales, cuando los analistas más sagaces ven detrás del chubutense Nacho Torres la mano oscura de Macri, articulando una maniobra potencialmente secesionista financiable por el Emir de Qatar, que lo visitara en su búnker de Cumelén. En cualquier caso, el gobierno ya los abrochó.

En tales circunstancias, las respuestas del campo popular ante semejantes atropellos – ejercidas desde sindicatos o movimientos sociales – continúan multiplicándose por ahora en forma dispersa. Pero la lógica reacción de un pueblo digno no nos puede hacer perder de vista que de momento La Calle es dueña del NO, y el SI continúa en manos de El Palacio.

Vale decir que aún no aparece en este escenario ninguna alternativa popular sustitutiva de la autocracia que nos rige, y sí alguna posibilidad de que en caso de colapso institucional sea sustituida por una derecha más “racional”. En ese marco, los frecuentes desatinos de Milei – entre los que últimamente se destaca haberse enemistado hasta con gobernadores del PRO – bien podrían estarse constituyendo en el fusible al que su Vicepresidenta y el Ing. Macri vienen prestando máxima atención.

En consecuencia, cabe ir tomando nota de que la realidad nacional no se corresponde tanto con un mero cambio de gobierno de signo inéditamente radical en sus concepciones antiestatalistas y pro mercado, sino de la expresión local de un cambio civilizatorio que impone hilar muy fino tanto para comprenderlo como – más aún – para contrarrestarlo.

El momento habilita a aventurar que la lucha será larga, puesto que ningún bloque de poder detenta la hegemonía. Un estudio de la consultora Taquión reveló que la mayoría de lxs argentinxs está dispuesta a esperar para ver mejoras. Por ahora, solo el 27% asegura lo contrario. Y el dato que acaba de sumar el encuestador Raúl Timmerman acerca de que, si hoy se votara nuevamente, los argentinos varones menores de 30 años – esos centennials más proclives a la meritocracia que a la Justicia Social – le darían el triunfo a Milei en primera vuelta, desafía a cualquier política que se precie de revolucionaria a poner las barbas en remojo para revisar con qué tipo de discurso se está tratando de llegar a las grandes mayorías que, a la postre, escriben la Historia de los pueblos.

Este tipo de interregnos en los que, al decir de Antonio Gramsci, “lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no acaba de nacer”, lejos de generar desazón, deberían alentar la búsqueda de aquella “creación heroica” que alguna vez reclamara el amauta José Carlos Mariátegui.

Por lo pronto, todo indica que a la militancia anti sistémica le convendrá invertir su máximo esfuerzo en las comunas, e impulsar allí luchas que generen micro victorias capaces de retemplar el ánimo de su activismo.

Quizá, por todo lo antedicho, sea temprano aún para buscarle un correlato orgánico a lo novedoso, y más bien corresponda propiciar que ello fragüe cuando la rebeldía vuelva a expresarse de a millones. –

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