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En las fauces de Coroico

Marco Fernández Ríos

Metros abajo de la calurosa tierra coroiqueña hay un cañón estrecho para seguir avanzando. En ese momento es difícil no sentir un poco de miedo, más aún cuando el guía hace un nudo de cuerda en el mosquetón que sujeta el arnés que, a la vez, sostiene todo el cuerpo. El dedo pulgar levantado es la confirmación de que ha llegado el momento de bajar a las fauces de la Garganta del Diablo, una de las rutas más enigmáticas de El Vagante Canyoning.

Después de dos horas y media de viaje desde la Terminal de Minasa, en La Paz, el minibús llega hasta la plaza principal del municipio de Coroico, capital de la provincia Nor Yungas. Ahí, en una de las esquinas, espera Lucio Mendoza, guía de cañonismo y vecino de Santa Rosa de Vagante, la última comunidad antes de adentrarse en la selva yungueña, una zona repleta de atractivos naturales, como pozas, vegetación exuberante y cascadas.

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En 2009 fue todo ese potencial lo que convenció a un grupo de jóvenes a elaborar un proyecto para atraer a más visitantes a esta región coroicoqueña. Entre los emprendedores estaba Lucio, quien ahora lidera El Vagante Canyoning, una empresa comunitaria que se dedica a la práctica del cañonismo.

Canyoning, cañonismo, barranquismo o descenso por barrancos es un deporte extremo completo, ya que permite practicar senderismo, escalada, natación y rapel (descenso con cuerda por superficies verticales), todo ello con la incógnita de lo que pueda pasar con la naturaleza caprichosa.

Luego de una corta presentación, el guía lleva al grupo hacia donde se encuentra el vehículo, que sale de aquellas calles angostas y atiborradas de coches hacia un camino de tierra que rodea varios cerros, en un recorrido que termina casi media hora después, en una curva abierta donde hay que adentrarse en la vegetación, por un sendero casi imperceptible, a través de maleza que esparce el aroma de plantas y una humedad que aumenta cuanto más avanza la caminata.

En las fauces de Coroico

Lucio valora la llegada a Coroico del español Diego Cabanillas, un experto en instalación de rutas para deportes extremos. “Fue quien nos asesoró como técnico en barranquismo, así es que comenzamos con él para capacitarnos e implementar la ruta de El Vagante Canyoning”, dice mientras pasa por estrechos pasos de tierra, casi imperceptibles por la maleza.

La caminata concluye en un riachuelo, donde reparten el equipo de seguridad para practicar el cañonismo: un traje de neopreno —para prevenir la hipotermia y proteger el cuerpo ante posibles arañazos—, un casco de seguridad ante probables caídas o choque con rocas, arnés, descensor y mosquetones. Después de la explicación sobre los protocolos de seguridad, los guías Lucio Mendoza y Cristiam Villca caminan en dirección del curso de la corriente para ingresar a los cañones por un sendero angosto de dos rocas amplias y oscuras, protegidas por una vegetación perenne.

“Hay mitos y leyendas sobre todos los cañones”, asegura Lucio antes de asegurar que en las noches moran malas energías y que, incluso, han dejado raras enfermedades a quienes han osado pasar por esta zona sin pedir permiso.  La Garganta del Diablo no es la excepción, más todavía por la casi completa oscuridad, los espacios angostos y porque las paredes dan la sensación de estar atravesando por las fauces de un ser enigmático.

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