Relegadas, pero siempre resistentes
Siguen perpetuándose tiempos difíciles para las mujeres en América Latina y el resto del mundo: atención deficiente de la salud, violencia de género e ingresos desiguales. Pincelazos de un cuadro desafiante a pesar de la creciente movilización de género y a favor de la diversidad.
Pesadilla postparto
No menos de 40 millones de mujeres padecen anualmente serios problemas de salud como resultado del parto. Entre ellos, dolores durante las relaciones sexuales en la etapa de puerperio (35%); dolores lumbares (32%); incontinencia anal o urinaria (8%-31%); ansiedad; depresión (en torno al 15%); dolores perineales; tocofobia o miedo al parto, así como infecundidad secundaria.
Sin embargo, muy poco se ha escrito al respecto. Tal es la conclusión de una serie de artículos publicados por la revista científica inglesa The Lancet Global Health la primera semana de diciembre bajo el título “Maternal health in the perinatal period and beyond” (“Salud materna durante el periodo perinatal, y más allá del mismo”(https://www.thelancet.com/series/maternal-perinatal-health).
Tras revisar la bibliografía de los últimos doce años sobre esta preocupante realidad, los autores de los artículos concluyen que prácticamente no existe documentación seria ni directrices respetables para el tratamiento eficaz de dichos problemas, los cuales representan apenas la mitad de los que suelen acompañar una experiencia tan traumática como el parto. Asimismo, las deficiencias en materia de datos son abrumadoras, ya que tampoco existen estudios nacionales representativos ni de alcance mundial. Por eso no es de extrañar que, a pesar de la significativa prevalencia de estas afecciones, tanto las prácticas cotidianas como las políticas de gobierno las hayan ignorado o descuidado en gran medida.
Los autores reclaman que el sistema de salud reconozca como es debido la seriedad de estas afecciones, muchas de las cuales se producen cuando las mujeres no pueden acceder a los servicios de cuidado posnatal. Y también reivindican la importancia crítica de una atención médica adecuada a lo largo del embarazo y el parto, sin duda la mejor forma de prevención. De esta manera se podría detectar riesgos y evitar complicaciones que habitualmente derivan en problemas de salud duraderos.
Proponen, además, un enfoque holístico para reducir el riesgo de mortalidad materna: prestar atención a las causas biomédicas inmediatas y a la compleja interacción de las condiciones sociales, económicas y medioambientales que repercuten en gran medida en la salud de la mujer. Por ejemplo, “las desigualdades por razones de raza o de género, así como el contexto económico, la nutrición, la salubridad, los riesgos ambientales o la exposición a violencia y conflictos”.
La falta de atención a estos temas fundamentales, argumentan los autores del estudio publicado en The Lancet, explica por qué en 121 países (de un total de los 185 que analizaron) no se han logrado avances significativos en la reducción de la mortalidad materna durante las últimas dos décadas. En consecuencia, abogan por que los Estados desarrollen sistemas de salud adecuados y multidisciplinarios no solo para brindar servicios de maternidad dignos y de calidad, sino también para prevenir condiciones de salud deficitaria y mitigar el impacto de las desigualdades. De ser necesario, también mediante intervenciones específicas orientadas a las mujeres y niñas más vulnerables.
Brutalidad feminicida en Latinoamérica
En 2022, cada dos horas una mujer latinoamericana fue asesinada –aproximadamente 4.050 mujeres, todas ellas víctimas de feminicidio como expresión extrema de desigualdad, discriminación y muchas otras formas de violencia contra mujeres y niñas. Así lo revela un Boletín publicado la última semana de noviembre pasado por el Observatorio de Igualdad de Género de América Latina y el Caribe (https://oig.cepal.org/es/documentos/boletin-no2-violencia-feminicida-cifras-la-prevencion-femicidios-obligacion-estados-reto).
Patrocinado por CEPAL (Conferencia Económica para América Latina y el Caribe), este Observatorio procesó datos recogidos en 26 países del continente que constituyen la información más actualizada y reciente de la región sobre este tema. En 2022, más del 70% de las víctimas de feminicidio tenían entre 15 y 44 años; un 4%, menos de 15, y un 8%, más de 60.
Honduras ha sido el país con más crímenes de este tipo, con 6 por cada 100.000 mujeres. Seguido por República Dominicana, con 2, y El Salvador y Uruguay, con 1,6 cada uno. Las naciones con menos de una víctima por cada 100.000 mujeres fueron Puerto Rico, Perú, Colombia, Costa Rica, Nicaragua y Chile. Cuba tuvo la tasa continental más baja: 0,3.
Estas variaciones son pequeñas y no reflejan dinámicas sostenidas de incremento o reducción, por lo que no se puede determinar tendencias. Sin embargo, enfatiza el estudio, “se puede afirmar que la violencia feminicida se mantiene en la región pese a que hay una mayor conciencia pública al respecto, al igual que avances legislativos, respuesta estatal y progresos en la medición”.
Las encuestas nacionales especializadas de diez países del continente muestran que entre el 42% y el 79% de las mujeres (aproximadamente dos de cada tres) han sido víctimas de violencia de género. Además, que 88 millones de mujeres mayores de 15 años experimentan violencia física o sexual por parte de un perpetrador que era o que es su pareja, lo cual conlleva el riesgo de violencia letal. Adicionalmente, que los matrimonios y las uniones infantiles, tempranas y forzadas, sin duda una práctica nociva, son manifestación de una violencia de género persistente y extendida que afecta al 20% de las niñas.
El estudio publicado por el Boletín de la CEPAL insiste en la necesidad de respuestas estatales urgentes y terminantes. Para prevenir la violencia feminicida también se requiere fortalecer el adecuado tratamiento de las denuncias previas de violencia, así como de las medidas cautelares que permiten evaluar y actuar frente al riesgo, todo lo cual contribuye a evitar muertes violentas por razones de género. Y concluye que los Estados latinoamericanos y caribeños deben ampliar las asignaciones presupuestarias e invertir para fortalecer las políticas contra la violencia de género con nuevas estrategias para responder a las distintas manifestaciones de violencia, como, por ejemplo, la violencia de género en medios digitales.
Mal pagadas
No menos preocupante que la falta de atención médica postparto y la violencia de género es la desigualdad salarial que afecta a la mujer. Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), a pesar de algunos avances “las diferencias salariales entre hombres y mujeres persisten e incluso aumentan en algunas ocupaciones”. Dichas diferencias, puntualiza la OIT, no se deben principalmente a diversos niveles educativos y, en general, no se reducen, sino que aumentan con la edad. Estas son las principales conclusiones de su estudio Igualdad de retribución por un trabajo de igual valor: ¿en qué situación nos encontramos en 2023?, publicado a fines de septiembre (https://ilostat.ilo.org/es/equal-pay-for-work-of-equal-value-where-do-we-stand-in-2023/).
Los datos son contundentes: la proporción de mujeres en posiciones directivas e intermedias es inferior al 35% en la mitad de los países del mundo. “Los hombres siguen ganando más que las mujeres en la mayoría de los países, y en casi todos los sectores, debido a diversos factores, como la persistente segregación de género en una ocupación o grupo ocupacional, las interrupciones en la vida laboral de las mujeres debidas a la maternidad, el reparto desigual de las responsabilidades de cuidado familiar, y las prácticas salariales injustas”.
Según Naciones Unidas (ONU), en todos los continentes “a las mujeres se les paga menos que a los hombres, con una brecha salarial de género estimada en alrededor del 20% a nivel mundial”. Además, “la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres y las niñas siguen estancados debido a la persistencia de desigualdades históricas y estructurales en las relaciones de poder entre mujeres y hombres”. Inevitablemente, la pobreza acrecienta las desigualdades y desventajas en el acceso a recursos y oportunidades para las mujeres, y los esfuerzos para reducir esa brecha han sido lentos. Si bien la ONU ha respaldado ampliamente la igualdad de remuneración, su aplicación en la práctica ha sido difícil. (https://www.un.org/es/observances/equal-pay-day).
Según Statista.com., un sitio web especializado, aun cuando en 2023 América Latina y el Caribe lograron avanzar y mejoraron sus puntajes con respecto al año anterior, necesitarán 53 años para alcanzar la paridad salarial de género, y eso si se mantiene la tendencia actual. Es decir, a este ritmo, se proyecta en el horizonte medio siglo adicional de desigualdades sistemáticas en cuanto a ingresos y salarios (https://es.statista.com/estadisticas/1226206/indice-brecha-salarial-genero-america-latina-caribe-pais/).
La movilización feminista
Decenas de miles de personas, en su gran mayoría mujeres, ganaron las calles de las principales ciudades latinoamericanas la última semana de noviembre en el marco del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia de la Mujer: desde Santiago de Chile a Ciudad de México, pasando por Buenos Aires, Ciudad de Guatemala y Río de Janeiro, por citar solo algunas de estas incontables protestas. En esa misma jornada, en Europa, se realizaron centenas de manifestaciones entre otros países en España; en Francia (cerca de 100 mil participantes); Alemania; Suiza; Italia (las organizadoras hablaron de 500 mil manifestantes en Roma) etc.
Otras movilizaciones masivas se habían dado el 8 de marzo pasado en los rincones más alejados del planeta, cuando las mujeres y el Movimiento LGBTIK+ enarbolaron sus banderas y defendieron sus reivindicaciones específicas.
Dinámica social imponente, también, los más de 300 mil manifestantes – predominantemente mujeres– que se movilizaron en toda Suiza el pasado 14 de junio para participar en la Huelga de Mujeres con el propósito de exigir, entre otros puntos, la igualdad salarial entre géneros y el respeto a la diversidad.
No menos importante, la Asamblea bienal de octubre en Ankara, Turquía, la cual convocó a más de un centenar de representantes de la Marcha Mundial de Mujeres de 62 países, el movimiento feminista más activo a escala planetaria.
Notable movilización en un año en que las mujeres continuaron ganando las calles en defensa de sus derechos aun cuando las mejoras sustanciales en sus vidas cotidianas y sus logros sociales siguen esperando. Y fueron las mujeres, tal vez, las actoras sociales más dinámicas a la escala planetaria. Aun por encima de protestas sindicales y ambientales.
Mujeres resistentes, aunque relegadas y ninguneadas. Casi como siempre…