Relacionarse en un contexto de polarización sin morir en el intento

¿Puedes conversar con alguien que no piensa como tú?

Ana Sofía Cabezas

Hay una frase que me encanta y que siempre la repito: “Quizás tengamos más en común con quienes piensan distinto, pero quieren conversar, que con los que comparten con nosotros alguna opinión, pero son intolerantes”. Esta idea la escuché en una charla TED de Guadalupe Nogués en 2019 y cada vez se vuelve más importante en mi día a día.

Recientemente, he empezado a notar que se ha vuelto más complicado de lo normal conversar sobre temas políticos y sociales. La polarización ha llegado a ocupar un lugar en la mesa del comedor de cada día y es un invitado que se cuela a todos los encuentros casuales con amigos.

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Uno se imaginaría que el inicio de todas las discusiones y desencuentro de opiniones iniciaría con temas grandes como la religión, temas políticos actuales o pasados –como los de la crisis del 2019–, pero el desencuentro de ideologías y posturas hoy empieza en temas sobre los que antes, creo, había un consenso “obvio”. Por ejemplo, me encuentro defendiendo algo tan básico como la existencia de una sociedad machista o el evidente impacto del cambio climático, y hasta me sorprendo a mí misma teniendo que refutar argumentos como que “la gente es pobre porque es floja” –en serio–. Creo que estos debates han llegado a parecerse a las conversaciones que tenía, hace diez años más o menos, con alguna persona que se creía en teorías de conspiración “truchas” o con algún terraplanista.

Tengo que admitir que no he sido la mejor persona para conversar o dialogar en algún momento de mi vida –también soy víctima de la polarización y cada vez me volvía más drástica en mis posturas después de discutir con gente que opinaba distinto a mí o cuando solo me rodeaba con gente que solo pensaba como yo–; en temas como mi postura de la teoría feminista, he sido muy emocional y reaccionaria al escuchar opiniones diferentes a la mía; pero, poco a poco, he aprendido dos lecciones que tal vez puedan servir a aquellos que están en mi misma situación:

Primero, es importante reconocer a las personas que quieren dialogar y desean construir una conversación, y también a aquellas que no desean hacerlo y solo quieren reforzar su propio punto de vista, sin escuchar la contraparte. Cuando trazar un diálogo con un intolerante se pinta como una tarea imposible, es importante medir cuánta emoción se va a invertir en intentar. Otro consejo es demostrar que uno sí está escuchando el argumento ajeno al resumir el punto de vista opuesto antes de dar tu contraparte. Tal vez, al dar el ejemplo se incentive al otro a dialogar.

No voy a mentir, es mucho más cómodo conversar con alguien con quien compartes una ideología, los debates bajo cierto entendimiento básico de ideas son entretenidos, pero, en mi caso, cada vez es más frecuente conversar con personas con quienes estoy en desacuerdo diametralmente sobre los pilares de mis ideales.

Segundo, hay que tratar de no dar opiniones sin respaldo o basándose en experiencias únicas y específicas, que probablemente no apliquen o afecten a la mayoría. Es muy fácil caer en la mentalidad del privilegio y opinar desde una burbuja.

El desafío de esta situación, es encontrar diálogo con personas que no piensan como tú, para construir nuevos puntos de vista y encarar los desencuentros de opiniones. Cuando solo nos rodeamos de amigos con los que compartimos pensamientos, uno puede llegar a convertirse en ese intolerante con el que no se puede hablar, sin reconocerte, hasta que es muy tarde.

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