300 palabras, un mundo
Literatura es Boxeo
Analogía perteneciente al escritor y periodista español José Luís Alvite. No lo decía porque el uno tenga un promotor y el otro un editor sino porque ambas actividades son la expresión de un escupitajo de amor, pasión y locura que se resume en la violencia consciente. Un boxeador tiene un estilo, manera de moverse, mirar al contrincante, usar su fuerza y golpear en el momento preciso, un escritor también. A ambos les obsesiona la gloria.
Muchos escritores se sintieron tentados por el boxeo. “Dedico este libro filosófico a los cuarenta mil hijos de puta que me silbaban y pedían mi muerte en el Luna Park la noche del 24 de febrero”, dedicatoria del libro Confieso que he vivido de Pablo Neruda, recordando su amarga experiencia en el cuadrilátero. La enemistad entre Scott Fitzgerald y Ernest Hemingway se selló boxeando. Un sinfín de escritores como Jack London, hasta Oscar Wilde se sintieron tentados de ir a los puñetazos. Lo más actual es Vargas Llosa, García Márquez, aunque por motivos pasionales.
En Bolivia no conozco muchos casos. La mayoría de los escritores están flácidos, poco deportivos, suficiente con ver las fotos grupales. Naturalmente existieron enemistades, como en todo gremio, hasta peluqueros se van a tijeretazos. Una de las famosas fue entre Jaime Nisttahuz y Manuel Vargas que duró hasta que unos tragos sofocaron las diferencias, pero que dos escritores se golpearan como ocurrió este fin de semana, me era desconocido. Por los hechos descritos pareciera que fue como un duelo por territorialidad con muy poca literatura. Quizás ambos tengan razón o tal vez ninguno. ¿Pero cómo estos dos hombres tan leídos desataran sus bajos instintos en una feria de cultura?
Literatura es boxeo y no me extraña que suceda esto en el mundillo literario. La actividad social de la literatura en Bolivia siempre estuvo contaminada de recelos, envidias e insidia. Algo extraño en un país donde se produce poco, donde el mercado es circular pues escritores son lectores de otros escritores, se dé esto. El instinto de sobrevivencia aconsejaría a los náufragos del fin del mundo a dividir en partes iguales el pan y el agua hasta poder alcanzar la costa, en vez de empujarse de la estrecha balsa, porque en el agua rondan los tiburones. Razones deben existir y quizás sea cierto lo que alguna vez Wálter Chávez dijo: lo que no puedes defender como periodista, tendrás que hacerlo como pugilista.