La necesidad el tránsito del ejercicio del poder piramidal a poder circular

Corruptela: De intuito personae a intuito structuram

Gonzalo Mariaca Valverde

Los escándalos de corrupción son un reflejo inobjetable de un problema que trasciende a las personas y compromete las estructuras ¿Por qué cada que un modus operandi toca fondo la sociedad estalla y surgen protestas y manifiestos que reclaman extremos, pero a medida que pasa el tiempo la indignación se atenúa? ¿Por qué desde fuera de las entidades se promete luchar contra la corrupción “cueste lo que cueste” y desde adentro las acciones correctivas demoran o apenas se ensayan maquillajes?, como si el dilema central fuera qué cambiar para que todo siga igual. O peor aún, ¿cuál será la razón que hace presumir que, en el fondo, es mejor ser pacientes y aguardar el turno de subir peldaños en la pirámide que nos toque jugar?

En la intimidad se suele escuchar: “Hay que aprovechar el cuarto de hora”, “La vergüenza pasa, la plata queda”, “Esa autoridad roba, pero hace obras”, “Igual hablarán mal de ti si eres honesto”, “No hay otra manera de vivir dignamente” y quizá la más célebre: “No hay que buscar la plata, la plata te busca a ti”, de Alan García antes de suicidarse agobiado por el escándalo Odebrech.

El contenido de estas páginas no refleja necesariamente la opinión de Bolpress

Yuval Noah Harari, en su libro Sapiens, afirma que hace 10.000 años surgió el fundamento de los sistemas políticos y sociales, donde las élites vivían a costa de los excedentes de alimentos de los campesinos, dejándolos en la mera subsistencia. Estas élites estaban compuestas por “reyes, funcionarios gubernamentales, soldados, sacerdotes, artistas y pensadores”.

El símbolo que caracteriza esta configuración es la “pirámide”, desde los egipcios a los mayas, y goza de buena salud actualmente en los estados y la sociedad civil. Una pirámide, conforme lo señala Javier Medina, es por diseño un mecanismo de exacción de recursos desde el vértice a la base, la gente ni siquiera se da cuenta cómo se le absorbe energía y recursos para favorecer a quienes están arriba. El problema está en que no todos llegan a las posiciones privilegiadas, pero la esencia es la ilusión o creencia de llegar algún día a la cúspide, a la gloria. Por ello, la corrupción no puede ser atribuida sólo a las personas, el famoso “intuito personae”, y su reducción debe acometer los sutiles engranajes estructurales.

Por tanto, la causa de fondo de la corrupción es la configuración de las estructuras, en todos los sistemas organizativos piramidales. En el vértice, las élites todo lo ven, todo lo saben, todo lo oyen, todo lo controlan; en la base, sencillamente lo contrario. Si no cambia la estructura no cambiará nada porque su poder es infinito.

Sin embargo, Ronald Heifetz afirma que muchas iniciativas de cambio fracasan debido a la “ilusión del sistema roto”, según la cual si una organización necesita cambiar es porque aparentemente ya no funciona. La realidad es que cualquier sistema social es tal y como es porque hay demasiadas personas importantes a quienes les interesa y conviene la situación tal y como está ¡Qué gran descubrimiento!

Entonces, ¿qué hacer? ¿Habrá posibilidad de revertir los efectos de la pirámide? O continuará la tendencia de fondo de quejarnos, no mucho, ¿esperando el turno que quizá llegue algún día?

Peter Drucker, afirmaba que “la cultura se come a la estrategia con patatas”, significando que las formas de pensar y sentir colectivas son vitales para acometer procesos de cambio. Pero los colectivos se modelan a partir de los individuos, lo que complejiza la situación, pero a la vez la hace más interesante.

Muy cerca, un economista está aprovechando la bronca ciudadana mediante una crítica demoledora a la casta política, a las pirámides de “ambición, poder y lujuria” y plantea “dinamitar” las estructuras estatales por completo. La duda o esperanza está en si Javier Milei (candidato argentino de extrema derecha) logra su cometido ¿cómo reconfigurará las nuevas estructuras, por más livianas e insignificantes que fueran? Al respecto, el Papa Francisco advierte que hay que tener cuidado con el ‘síndrome 1933’ (de Ginzberg, donde reconstruye de forma pormenorizada los detalles de la conquista del poder por parte del nazismo), algo a tener legítimamente en cuenta.

En todo caso, la emergencia es evidente, en la Argentina, Bolivia y toda Latinoamérica y al parecer pasa por comprender que el problema no es cosa de individuos, héroes y heroínas, es asunto de estructuras que logren que prevalezca el interés general sobre la ambición piramidal. Un servicio público efectivo, sensible y transparente es posible, una justicia digna es posible y quizá debamos, en el urgente rediseño, transitar de lo piramidal a lo circular, donde es requisito la participación de todos con capacidad de influenciar en las decisiones y no sólo votar un día y encerrarnos en casa el resto de los cinco años.

Atrás