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Los Premios Nobel y el Ayuntamiento de Estocolmo

Javier Claure C.

Foto: Javier Claure C.

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El mes de diciembre en Suecia está repleto de días festivos: advent (del latín “adventus”, llegada), Lucía, Nochebuena y Nochevieja. Y como si fuera poco, se suman las actividades del Premio Nobel. A principios de diciembre se respira un aire especial en Estocolmo, y todo el mundo tiene los ojos clavados en la capital sueca. Así, por ejemplo, el 10 de diciembre de cada año, es el Día Nobel. Es decir, el día en que el rey, Carlos Gustavo de Suecia, entrega los Premios que llevan el nombre del inventor de la dinamita: Alfred Nobel. Ese mismo día tiene lugar el Banquete Nobel en la Sala Azul del Ayuntamiento de Estocolmo. Un gran recinto que fue diseñado por el famoso arquitecto Ragnar Östberg. Esta majestuosa obra arquitectónica empezó a construirse, en 1911, en el lugar que una vez quedó en escombros después de que un molino a fuego se incendió en la segunda mitad del siglo XVIII. Y se inauguró, con bombo y platillo, como un símbolo de la Madre Svea en la víspera del solsticio de verano (Midsommar), el 23 de junio de 1923. Su bella imagen, con su torre de 106 metros de altura en donde se lucen tres coronas doradas, se levanta a las orillas del lago Mälaren en el barrio residencial de Kungsholm. Detrás de su fachada, edificada con ocho millones de ladrillos, se albergan oficinas, salas de fiesta, un restaurante, salas de conferencia y otros cuartos adicionales. Parte del Ayuntamiento está abierto al público de lunes a viernes. La visita dura 45 minutos, y junto a un guía uno puede observar diferentes compartimentos; como por ejemplo una pequeña Sala Nupcial donde se casan las parejas por lo civil, una Sala del Consejo donde se lleva a cabo reuniones políticas, la Sala Azul, Salón Dorado y La Galería del Príncipe adornada con cuadros, espejos y pilares que representan al hombre y a la mujer como pareja.

Ragnar Östberg viajó por muchos países de Europa y se inspiró en los palacios renacentistas de Italia, pero también en otras solemnes construcciones europeas, especialmente en el Ayuntamiento de Copenhague (Dinamarca). Así cristalizó su sueño con muchos componentes de la historia sueca basados en mitos y leyendas. En aquel entonces, la sociedad sueca dejaba atrás un sistema agrario para entrar a una sociedad industrializada. Y Estocolmo, como las otras capitales europeas, debía mostrar adelanto no solamente en lo tecnológico, sino también en el aspecto urbano. Además, debía reflejar el espíritu sueco. Por eso la decoración interior y exterior, del Ayuntamiento, está impregnada de personajes suecos.

Desde el hermoso jardín, cubierto de césped e intercalado con pasadizos de cemento que además es bien visitado en verano, se divisa un paisaje alucinante de Estocolmo. En el patio exterior hay un sarcófago del fundador de Estocolmo: Birger Jarl. Y a unos pocos metros se exhibe un tronco de granito, diseñado por el artista Aron Sandberg, que hace referencia a la fundación de Estocolmo. Una leyenda que se fue transmitiendo desde el tiempo de los vikingos reza: los vikingos estonios y finlandeses, a menudo, saqueaban las ciudades edificadas a lo largo del inmenso lago Mälaren. Sigtuna es una de esas ciudades, y las personas que vivían allí cansadas de tanto atraco planificaron una estrategia para evitar el robo de los barbudos que asaltaban con hachas, escudos, prendas de cuero y cascos con cuernos. Una vez escucharon que los ladrones se acercaban, y empezaron a juntar todas las riquezas de la ciudad. Las escondieron en un enorme tronco hueco por dentro. Luego arrojaron el tronco al lago. Cuando llegaron los agresores no encontraron nada y vieron el tronco flotando en el agua, como si fuese un objeto insignificante de madera. Los habitantes de Sigtuna habían decidido que en el lugar donde el tronco encallara, nacería una ciudad. Y ese lugar fue el sector de Riddarfjärden situado en pleno centro de lo que ahora se conoce como la capital de Suecia.

La Sala Azul y el Salón Dorado son, sin duda alguna, las estancias más exhibidas por todas las televisiones del mundo, ya que en esos salones se realiza parte de las festividades del Premio Nobel. La Sala Azul es un enorme recinto de 1500 metros cuadrados con un techo alto y ventanas desde donde entran los rayos solares. El piso es de mármol de color turquesa con adornos redondos, cuadrados y otras figuras geométricas. A un lado se luce una terraza y los arcos de mármol. Da la impresión de ser una construcción medieval. Las paredes son de ladrillo rojo. En realidad, debería llamarse La Sala Roja. Los rumores cuentan que el arquitecto, Ragnar Östberg, había planificado pintar los ladrillos de color azul, pero cuando vio la obra terminada, él y otros artistas se enamoraron de ese precioso panorama, y los ladrillos mantuvieron su tinte natural. Y el nombre de Sala Azul se quedó para siempre. Esto tiene que ver con los colores de la bandera sueca, y con los lagos que pasan por diferentes partes de Estocolmo.

Otro detalle importante son las gradas que están delineadas con gran precisión. El diseñador sabía que, por esos pedazos rectangulares de mármol, iban a subir y bajar damas con tacos altos, vestidos largos y caballeros de frac. El movimiento de las personas, según el arquitecto Östberg, debería ser impecable y elegante. Y para que las gradas tengan una inclinación perfecta, de manera que produzca el efecto deseado, dicen que la mujer del diseñador tuvo que bajar y subir las gradas con diferentes inclinaciones. En fin, esos amplios peldaños, que año tras año son pisados por muchas personalidades y científicos en distintos campos de la ciencia, conducen al Salón Dorado.

En La Sala Azul se realiza el Banquete Nobel. Se instalan mesas decoradas con flores para recibir a 1400 invitados. Es decir, a los laureados con el Premio Nobel, a sus familiares, a los miembros de la Academia Sueca, a la Familia Real, a los miembros del gobierno, a un gran cuerpo diplomático, a importantes personalidades de la industria y a representantes del mundo de la cultura. También participan, en esta famosa actividad, doscientos estudiantes de las universidades suecas que cenan en una pieza adyacente a la Sala Azul.

En el famoso Salón Dorado se efectúa la Fiesta de Gala después de la cena. Entrar a este salón es como entrar a un Palacio de Las Mil y Una Noches, o a un pequeño castillo decorado con arte bizantino. El artista Einar Forseth, con tan solo 28 años, diseñó este magnífico salón inspirado en las iglesias sicilianas. Las paredes están forradas con 18 millones de pedacitos de mosaico y oro laminado de 23,5 quilates. En total, hay 10 kilos de oro empotrados en esos muros que muestran al espectador lugares y personajes de Suecia, pero también del extranjero. Los dibujos revelan la historia de Estocolmo en particular y de Suecia en general. En la pared del norte hay un dibujo del Rey sueco Erik Jerdvardsson sentado en un caballo y con la cabeza cortada. Este fallo, dicen los entendidos en la materia, se debe a un mal cálculo de la altura del techo. Jerdvardsson reinó durante el período 1156 -1160, y nunca fue canonizado por el Papa. Sin embargo, era considerado como un santo porque en su reinado los impuestos eran justos y las leyes se aplicaban con imparcialidad. Lo irónico de esta historia es que Jerdvardsson murió cuando un enemigo le cortó la cabeza.

A lo largo de las paredes laterales cuelgan, desde el tumbado, arañas que iluminan perfectamente el salón. Una de las paredes centrales está decorada con la imagen de la “Reina del lago Mälaren” (Mälardrottningen) sentada en un trono. Tiene los cabellos como serpientes. En la mano izquierda sujeta una corona y con la derecha empuña una vara que ostenta autoridad. En sus faldas descansa una ilustración del Ayuntamiento de Estocolmo. En un lado hay personajes suecos rindiéndole pleitesía. También se puede observar dibujos de la bandera norteamericana, de la Torre Eiffel y de la Estatua de la Libertad. En el otro lado, está custodiada por animales, gente de África y de Oriente. Y desde las alturas cae un misterio humedecido con las aguas del Mälaren.

 

 

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