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El pueblo de Bolivia tiene hambre de justicia

Javier Claure C.

 

El contenido de estas páginas no refleja necesariamente la opinión de Bolpress

La anterior semana se llevó a cabo, en la Cámara de Diputados de la Asamblea Legislativa de Bolivia, la interpelación a Eduardo Del Castillo, Ministro del Gobierno actual. Los asambleístas tanto de la oposición como del oficialismo llevaban pancartas, cuyos textos hacían alusión a hechos que ocurrieron antes de la toma de posición de Luis Arce Catacora. Fue una interpelación tensa llena de insultos, descalificaciones y griteríos. Del Castillo empezó leyendo los nombres de los muertos en las masacres de Senkata y Sacaba. Y, al mismo tiempo, pedía justicia por los caídos. Luego se mostró un largo video, en donde se vieron atropellos contra los Derechos Humanos durante la dictadura de Jeanine Añez y su Gobierno. La bulla era cada vez más intensa en el parlamento. El Ministro, Del Castillo, muchas veces tuvo que alzar la voz para ser escuchado. Se presentó también documentos fehacientes, un par de ellos firmados por la propia Añez, que justifican la detención de la señora Jeanine Añez. Asimismo, se exhibió documentos fidedignos que atestiguan que en ningún momento hubo fraude electoral, sino más bien golpe de Estado. El interpelado invitó a la oposición a presentar pruebas del “supuesto fraude”. Lo cierto es que todas estas verdades minuciosamente acreditadas, se convirtieron en una cadena pesada para la oposición. No pudieron aguantar. Las injurias y los chillidos se incrementaron. El ministro, en un momento dado, gritó por el micrófono: “cómplices, cómplices asesinos, cómplices de la corrupción, cómplices del narcotráfico” haciendo referencia a los asambleístas de los partidos fascistas Comunidad Ciudadana y Creemos.

No podemos olvidar a las personas que participaron en el golpe de Estado. A los jinetes y las sirenas del Apocalipsis en Bolivia como: Carlos Mesa (agente de la CIA), Roxana Lizárraga (acusada de genocidio, prófuga de la justicia), Samuel Doria Medina, Karen Longaric (prófuga de la justicia), José Luis Parada, María Elba Pinker (prófuga de la justicia), Marcelo Navajas, Yerko Núñez (prófugo de la justicia), Jorge “Tuto” Quiroga (agente de la CIA), Ricardo Paz, Luis Fernando López (acusado de genocidio, prófugo de la justicia), Erik Foronda Prieto (agente de la CIA), Williams Kaliman, Yuri Calderón, Arturo Murillo (acusado de genocidio, prófugo de la justicia), Jerjes Justiniano, Carlos Sánchez Berzaín (acusado de genocidio, prófugo de la justicia), Marco Pumari, Luis Fernando Camacho (agente de la CIA) Waldo Albarracín, Óscar Ortiz, Jeanine Áñez (acusada de genocidio, recluida en la Cárcel de Miraflores) y otros.  Tampoco podemos ignorar la intromisión fascista de la Iglesia Católica en el golpe de Estado, el autoritarismo infundado y aberrante de la Universidad Católica en La Paz, las blasfemias de algunos pastores que asistieron al Palacio Quemado para lanzar gritos hitlerianos bajo una cruz,  la injerencia en asuntos de Bolivia por parte de Brasil, Ecuador, Inglaterra y la Comunidad Europea.

No podemos olvidar las amenazas, las torturas, los chantajes infames, las persecuciones, los incendios, las violaciones a mujeres indígenas, las mentiras, el gabinete de ministros de la señora Añez adictos a la cleptomanía en grado superlativo, los ataques a periodistas, los negocios turbios con sobre precio, la quema de la Whipala, el nepotismo, los robos de las arcas del Estado, etc.

No podemos olvidar los muertos, las calumnias de periodistas “pititas” a sueldo, los secuestros a militantes del MAS, las masacres de Senkata, de Sacaba y de otros lugares del país, las patadas a mujeres de pollera, los medios de comunicación vendidos al fascismo y difundiendo noticias falsas con ventilador, los amedrentamientos a la población por parte de grupos paramilitares como la Unión Juvenil Cruceñista y la Resistencia Cochala que fueron protegidos por el Gobierno de Añez, etc.

El Ejército y la Policía oprimían al pueblo. Y como si fuera poco, los grupos paramilitares torturaban y atemorizaban a la población. ¿En qué país se ha visto semejante barbarie?  El ex ministro del Gobierno de Añez, Arturo Murillo, prometió “ir a la cacería y perseguir” a militantes del MAS. Pidió a la Fiscalía ejecutar una purga, y amenazó a los jueces y fiscales en caso de liberar a los “delincuentes del MAS”. Todo este aparato de represión generó susceptibilidad, miedo y pánico en la población. No había libertad de expresión, nadie caminaba tranquilo por las calles, nadie confiaba en nadie, muchos militantes del MAS fueron encarcelados sin motivo.  Por ejemplo, personas por haber creado “memes” en Internet, por simpatizar con las ideas del MAS, por protestar contra las violaciones, el Trópico de Cochabamba y las calles de las ciudades de Bolivia fueron militarizadas bajo el decreto 4078 que eximia a los militares y policías de cualquier responsabilidad penal. A los miembros del MAS se los tildó de animales y “bestias humanas” (palabras de Rómulo Calvo, presidente del Comité Cívico pro Santa Cruz), violadores de sus hijos (palabras de Arturo Murillo) y hordas salvajes (palabras de Jeanine Añez).

Conozco a padres de familia, cuyos hijos son militantes del MAS (Movimiento al Socialismo). Tenían terror de hablar acerca de la opresión que reinaba durante la gestión de Añez, se sentían perseguidos y acosados. Es más, a veces negaban la militancia de su hijo o hija, en el partido del MAS,  por temor a tremendas represalias. Quizá el ejemplo más patético es el de la señora Patricia Hermosa, quien fue la responsable de llevar a cabo los trámites de Evo Morales para su postulación como asambleísta. Por este encargo la secuestraron de forma ilegal y arbitraria. Además, le quitaron todos los documentos que portaba, entre ellos, la libreta del servicio militar de Evo Morales Ayma que según informes, Arturo Murillo, ordenó quemarla. En otras palabras, todo lo que tenía que ver con el MAS y con Evo Morales era destruido y fusilado con aborrecimiento, con rabia y con gran desprecio.  Es decir, existía un silencio forzado, una aniquilación individual y colectiva y, por supuesto, temor a la muerte por parte de las fuerzas represivas del Estado. Así, se instaló, en las estructuras de la sociedad, un odio entre los que apoyaban la democracia y los que pregonaban por la instalación de un régimen fascista. Al mismo tiempo la pandemia azotaba a la sociedad.

El discurso de fraude versus golpe de Estado causó y sigue causando acalorados enfrentamientos. Al contrario de los movimientos sociales, las pruebas y documentos veraces que presentó el Ministro Del Castillo para demostrar que en Bolivia se dio un golpe de Estado, el fascismo ha fabricado la narrativa de “fraude electoral” sin poder demostrarlo. Esa narrativa se convierte en violencia simbólica (Pierre Bourdieu). Al no ser reconocida la violencia de Estado y los crímenes de lesa humanidad; se viola nuevamente la ley, la justicia y los sentimientos de todo un pueblo masacrado en muchos aspectos. Sigmund Freud, médico austriaco padre del psicoanálisis decía: “En los hechos traumáticos de origen social, los individuos pueden presentar estupor inicial, paulatino embotamiento, abandono de toda expectativa o formas de narcotización de la sensibilidad frente a estímulos desagradables”. Este cuadro social encaja perfectamente con los partidarios del fascismo boliviano que sufren de estupor intelectual, de narcotización de justicia frente a muchas verdades que ellos perciben como estímulos desagradables. Y para justificar la violencia de Estado y los crímenes de lesa humanidad, durante el Gobierno de Añez, se apoyan en calumnias y mentiras. ¿Con qué fin?  Conseguir la “impunidad” de los que participaron en el golpe de Estado y de los que violaron y mataron en Senkata, en Sacaba y en otros lugares de Bolivia.

Todo el trauma vivido entre opresores y oprimidos, organizado por el Gobierno de Jeanine Añez, ha dejado graves secuelas en la sociedad, como toda dictadura. Y, por supuesto, ha afectado a la parte psíquica de las víctimas, pero también de todos los bolivianos y las bolivianas. Bolivia ya no es lo que fue antes. Hoy en día es una sociedad dividida con mucho odio de por medio. La pelea a puños, en el Parlamento boliviano, entre el senador Henry Montero del partido Creemos y el diputado Antonio Colque del MAS, es una muestra de ese odio. La pelea con empujones, jalones de pelo, insultos y arañazos, en el mismo parlamento, entre la diputada Tatiana Áñez (Creemos) y la diputada Gloria Calisaya (MAS) es una muestra de intolerancia, falta de inteligencia y rencor entre dos partidos rivales. Son actos infantiles y muy vergonzosos. No voy a especular quién provocó a quién. Considero que estas cuatro personas deberían ser suspendidas de sus labores en el parlamento, tomando en cuenta la incapacidad de empatía.

No hay olvido, ni perdón; menos habrá clemencia para los asesinos y los que desmantelaron Bolivia en el Gobierno de Añez. Actualmente no existen persecuciones políticas en Bolivia. Lo que existe, en este país andino, es una “hambre de justicia”. Y en esa dirección apunta el Gobierno de Luis Arce Catacora. ¡Enhorabuena! Por fin hay un Gobierno que se empeña en sacar a Bolivia de las tinieblas. Más allá del partido x o z, Bolivia quiere paz, trabajo, salud, educación, desarrollo y una buena economía. Nunca más se repetirá lo que sucedió en octubre de 2019. Y lo más importante: para que en Bolivia reine la paz, “tiene que haber justicia”. Bolivia y el MAS no negocian la impunidad.

 

 

 

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