Mujeres, ambiente e integración

Ricardo Mascheroni

 “Toda sociedad que desee basarse en un alto nivel de integridad, debería organizarse de manera tal que haga posible que todos los hombres y todas las mujeres puedan vivir de su trabajo con una razonable comodidad, sin vender sus afectos y sus convicciones”. George Bernard Shaw.

¡Qué duda cabe, que la preservación del ambiente y la calidad de vida son una responsabilidad de todos, incluyendo al Estado, entidades intermedias, partidos, sindicatos, colegios profesionales, y a la ciudadanía común!

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Y podemos decir sin equivocarnos, que todos tenemos a nuestro alcance herramientas grandes o pequeñas para comenzar a transformar la realidad y modificar las difíciles condiciones actuales.

¿Saben qué? Muchas veces no salimos de la potencialidad, seguimos siendo espectadores de una película cuyo guión escriben otros y donde a nosotros nos dan el papel de víctimas…

¡Una película que vimos tantas veces!… y me parece que si queremos modificar el desenlace previsible, es hora de abandonar la comodidad de nuestras butacas, dejar la indiferencia y transformarnos en actores en esta historia.

Recuerdo que hace unos años, algunos precursores entendieron el imperativo de la hora, asumiendo un rol protagónico en la defensa del Planeta, lo que se trasladó a toda la comunidad, teniendo una particular receptividad en niños y jóvenes.

Pero, la participación social no debe ser exclusiva de un sector. En defensa del ambiente y sus recursos, las mujeres han tenido escaso protagonismo en las esferas de decisión y elaboración de políticas.

Esto no es casual, sin dudas la mujer ha tenido un rol secundario en la planificación y ejecución de proyectos de incidencia en la comunidad. Los condicionantes históricos y sociales han modelado esquemas injustos y desigualitarios que favorecieron a los hombres y relegaron a las mujeres.

Entender esto, es un buen punto de partida para empezar a cambiar y para que comprendamos la necesidad de integración igualitaria.

Si ponemos la mirada en nuestra región, producto de una cultura sui-generis, veremos que todas las desigualdades se potencian y cobran una dimensión especial: las diferencias entre ricos y pobres, instruidos y analfabetos, mujeres y hombres son más profundas.

En este marco social, político, económico y cultural, las mujeres estaban en una situación de semi-esclavitud que llevó a acuñar la frase que dice: “En Latinoamérica la Miseria tiene cara de Mujer”.

Es hora de abrir los esquemas mentales y aceptar que un solo sector sin el concurso del otro, no podrá efectuar los cambios que el futuro de la humanidad necesita. Debemos intentar destrabar los cerrojos que el devenir histórico ha impuesto al crecimiento de la mujer, de las mujeres. Como hombres sumarnos a su lucha. Se equivocan quienes quieren ver esto como un enfrentamiento con los varones.

A nadie bien intencionado, puede escapar la importancia de la participación femenina para avanzar hacia un mundo en paz, libertad y ambientalmente sustentable.

La Declaración de Río sobre Medio Ambiente y Desarrollo consagró en su principio Nº 20 lo siguiente: “Las mujeres desempeñan un papel fundamental en la ordenación del medio ambiente y en el desarrollo. Es, por tanto, imprescindible contar con su plena participación para lograr el desarrollo sostenible”.

Es urgente trabajar en conjunto hacia una conciencia que evite prácticas agresivas para el entorno, que consoliden modelos de desarrollo perversos y degradantes.

Las mujeres tienen un rol protagónico en la formación de políticas públicas tendientes a revertir estas tendencias.

El teólogo Leonardo Boff en su obra “ECOLOGÍA: grito de la Tierra, grito de los pobres”, decía de la mujer: “Por naturaleza, está ligada directamente a los más complejo del universo, que es la vida. En la “nueva alianza con la naturaleza, en integración y armonía, encontraremos en la mujer fuentes de inspiración.”

Esto que, hace más de veinte años finalizaba diciendo: “El transcurso del tiempo y la realidad social demostrarán si hemos sido capaces de integrarnos armónicamente, en función de jerarquizar objetivos como lo son la preservación de la Tierra, la supervivencia como especie y la mejora de la calidad de vida que hace a nuestra dignidad, o si en cambio seguimos en la práctica de actitudes poco saludables que nos llevan al abismo”.

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