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Del piloto automático a la crisis: Los coletazos de un proyecto sin renovación

Ariel Bernardo Ibañez-Choque

No se puede negar que uno de los efectos más favorables de la recuperación de la democracia popular ha sido la libertad de expresión[1]. Sin embargo, este paraguas está siendo aprovechado por un cúmulo de especuladores que yacían escondidos y hoy se asoman con la consigna de que la crisis económica se arrastra desde 2014, y que no hay una crisis coyuntural sino estructural del modelo económico. Desmitifiquemos este cúmulo de especulaciones.

En principio, pasemos una breve revista por las principales definiciones de crisis en la ciencia económica. Para los neoclásicos –paradigma ideológico de estos especuladores-, las crisis son ocasionadas por alteraciones en los precios relativos de equilibrio por factores exógenos como la política económica, la información imperfecta u otros. Los schumpeterianos estudian las crisis a partir del ciclo económico real por factores endógenos que provocan fases de prosperidad, recesión y recuperación; una recesión se hace crisis o depresión por la presencia de pánico sistémico. Los marxistas entienden las crisis como un resultado inherente del proceso de acumulación, la crisis más recurrente es la crisis de sobreproducción que se acompaña por la caída de la tasa de ganancia y la destrucción de capital.

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Ahora bien, ¿qué entienden estos opinadores sombríos por crisis? Los argumentos de estos opinadores para sostener que hay una crisis estructural radican en que desde 2014 en Bolivia la tasa de crecimiento económico se ha desacelerado, el déficit fiscal ha crecido, y se ha abierto la brecha externa. Pero, ¿estos argumentos son suficientes para definir una crisis? No, de hecho, carecen del mínimo sustento teórico o analítico. Veamos.

Los neoclásicos honestos responderían que no hubo crisis sistémica porque no hay evidencia de una distorsión en el sistema de precios suficiente, de hecho, los principales precios como el IPC[2], el tipo de cambio, y la tasa de interés se han mantenido muy estables y con reglas claras para la formación de expectativas correctas en los agentes. Los schumpeterianos tampoco comulgarían con estos el postulado de crisis estructural porque, en principio, los especuladores no entienden el ciclo económico real, y confunden el efecto tendencia del crecimiento económico con el componente cíclico; y, si no han identificado el ciclo, menos van a saber si la crisis es estructural o coyuntural. Por último, los marxistas no sólo no aceptarían estos argumentos espurios para definir la crisis, sino que la propia definición de la crisis implicaría el posicionamiento en el largo proceso de desvalorización del capital físico desde los 70’s y las dinámicas contemporáneas del capital ficticio. Es decir, desde toda perspectiva teórica los argumentos de los opinadores no son sino el manejo especulativo de estadísticas que no corresponden con ningún argumento explicativo desde la ciencia económica; su carencia de contenido los postra en la mera retórica.

Lo anterior no quiere decir que no haya crisis. Pero, al contrario de estos opinadores, hay que tener seriedad académica y rigor científico para hablar al respecto. En ese sentido, a continuación, tomaremos la definición de los schumpeterianos para una caracterización seria y científica de la crisis actual.

 

Gráfico 1. Ciclos económicos en Bolivia 2000-2020*

(Componente ciclo de la serie del PIB real)

Fuente: Elaboración propia con datos del Instituto Nacional de Estadística.
(*) Datos al segundo trimestre 2020.
Nota: El componente ciclo se obtuvo mediante la aplicación del filtro Hodrick-Prescott de la serie desestacionalizada del PIB a precios constantes trimestral.

 

El Gráfico 1 muestra el componente cíclico de la serie del PIB real de Bolivia. Como era de esperarse se tiene distintos ciclos en este periodo, fases de auge, recesión y recuperación de corto plazo. Sin embargo, el último ciclo es el más llamativo porque tiene la cúspide y la sima más pronunciadas. Este ciclo empieza con la fase de recuperación en 2012, y la fase de auge desde 2016, de hecho, la cima es el tercer trimestre de 2019. La fase de recesión empieza el último trimestre de 2019, y al segundo trimestre 2020 presenta una contracción sine qua non en el horizonte histórico del PIB real.

Ahora bien, esta fase recesiva que empieza el cuarto trimestre 2019 ¿puede considerarse una crisis? Sí, porque existen factores exógenos que resultan en una incertidumbre latente, la contracción de la actividad económica y el incremento del desempleo. El factor exógeno más importante es la pandemia COVID19 que no sólo ha tenido un efecto recesivo en Bolivia sino en el mercado mundial. No obstante, antes de la pandemia el quiebre institucional y el asalto al marco democrático que resultó del golpe de Estado marcó el inicio de la incertidumbre. Además, las medidas de política económica del gobierno de facto no hacían sino incrementar la incertidumbre, por ejemplo, ante una posible devaluación de la moneda. En general, las políticas fueron recesivas y agravaron la situación no sólo por la reducción de la inversión pública y la paralización del aparato productivo estratégico, que contrajeron la demanda efectiva, sino porque en un sesgo ideológico hacia el neoliberalismo enfocaron los esfuerzos hacia el mercado mundial en recesión; es decir una política económica de cabeza.

Entonces, ¿es esta crisis estructural o coyuntural? Definitivamente coyuntural. Una crisis estructural no sólo presenta un escenario de incertidumbre y/o pánico, sino, sobre todo, responde a factores endógenos como, por ejemplo, la innovación tecnológica. En una crisis estructural existe un proceso de destrucción creativa que desplaza capital y tecnologías ineficientes por tecnologías más productivas. En el caso de la crisis actual, como hemos visto, no se tiene la correspondencia con ningún factor endógeno que implique un proceso de destrucción creativa en la estructura económica de Bolivia. Por esto, no sólo para Bolivia sino para la región, distintos organismos internacionales han proyectado la recuperación de la producción real mediante el efecto rebote que no es sino encender y poner en marcha la máquina que estaba parada, y no destruirla como resultado de mejoras tecnológicas.

Por tanto, ni la crisis empieza en 2014 ni es estructural. Los opinadores que utilizan estadísticas sin bases analíticas no pretenden sino especular y crear incertidumbre en las familias. Estos personajes son los mismos que abogaban por el piloto automático, y sus argumentos espurios no son sino los últimos coletazos de un proyecto aferrado al fundamentalismo de mercado que no se ha podido reinventar, y que la población ha sepultado en las pasadas elecciones de octubre.

NOTAS

[1] La democracia fue recuperada por el bloque nacional-popular en las elecciones presidenciales del 18 de octubre, devolviendo la institucionalidad al Estado, y la paz y los derechos al pueblo.

[2] Índice de precios al consumidor.

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