La política económica y el inicio de la recuperación

Fernando E. Torrejón Flores

Los datos del desempeño de la economía boliviana del año 2020 reportarán un crecimiento del PIB negativo por debajo del -8% y una tasa de paro cercana al 9%. Esos malos resultados tienen mucho que ver con la deficiente gestión económica del régimen de Añez, tanto antes como durante el periodo de la pandemia: cuando Añez llega al gobierno, Bolivia crecía al 2,6%, cuando lo deja la economía se deprimía al -10%. Ante tal situación, la recuperación exige que se defina bien la política económica, tanto a corto como a largo plazo. A corto plazo, es urgente reactivar la demanda interna y la oferta de los pequeños y medianos productores; a largo plazo es prioritario establecer bien las estrategias de desarrollo dentro del modelo social comunitario y productivo para los años que vienen.

A corto plazo, las medidas llevadas a cabo por el Gobierno van por buen camino, pues se han dedicado a fortalecer la demanda interna: por un lado, las transferencias de ingreso del Estado a las familias, a través del “bono contra el hambre” (US$ 570 mills.) y el reintegro de una parte del IVA a los habitantes de rentas bajas, ayudarán al aumento del consumo de los hogares. Por otro lado, la reactivación de la inversión pública con un monto de US$ 4.011 mills., aparte de fortalecer la demanda interna, incentivará al sector privado, pues los proyectos de inversión implican que el Estado es comprador de bienes de la empresa privada a través de licitaciones públicas.

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A largo plazo, el Gobierno y su Ministerio de Planificación aún no ha comunicado las estrategias de crecimiento de la productividad, renta per cápita y PIB potencial. Es probable que este 22 de enero escuchemos cuáles son esas líneas maestras.

Aunque se ha arrancado bien, es imprescindible tomar en cuenta que la recuperación de la economía va a depender de la manera de gestionar la pandemia, y cómo y cuándo se solucionen los problemas políticos originados en el gobierno de facto de Añez. Con respecto a la pandemia, el Gobierno no debería apostar exclusivamente a las vacunas como la única vía de solución, sino también fomentar, a través de protocolos estudiados y aplicados, la utilización de plantas medicinales que provienen de los usos y costumbres de nuestros pueblos indígenas -el vicepresidente Choquehuanca puede dar más luces-, y la alimentación natural y saludable para fortalecer el sistema inmunitario de las personas. Con referencia a los problemas políticos, es necesario que la administración del Estado observe, por un lado, que el juzgamiento de los responsables del golpe de Estado de 2019 es una demanda pendiente que la población espera que se resuelva pronto; por otro lado, que es prioritaria la comunicación directa y fluida con el pueblo, para que el respaldo social pueda sostener las medidas  de política económica; adicionalmente, no debe descuidarse la adecuada elección de los empleados públicos, exigiendo que se valoren cualidades como la lealtad (no trásfuga) al compromiso de reconstrucción del país, responsabilidad, incorruptibilidad, mérito académico y profesional, e identidad cultural.

La política económica del Gobierno alcanzará sus objetivos de recuperación para 2021, si se combina con medidas adaptadas a la realidad boliviana en el campo de la salud en tiempos de pandemia, y si se tiene la voluntad política para cumplir las promesas electorales. Así, la economía se pondrá a punto para su despegue a largo plazo para un horizonte de cinco o diez años.

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