¿Cuáles fueron los factores del contundente y transparente triunfo del MAS el 18 de octubre?

Luis Oporto Ordoñez

Luego del “golpe blando” promovido por la OEA –por encargo de Mr. Trump–conspiración que tuvo el objetivo de derrocar al presidente indígena Evo Morales, la derecha buscó legitimar su poder por medio de las elecciones. Sin embargo el costo social fue muy alto: dos masacres y la ofensa y humillación innecesaria por parte de la Policía contra la Wiphala y con ese despropósito, se ofendió a los pueblos indígenas.

La premisa de que un MAS sin Evo Morales estaba condenado al fracaso, facilitaba el retorno de la derecha a Palacio Quemado.

El primer error fue frenar la convocatoria a elecciones. F. Camacho exigió convocarlo hasta el mes de diciembre. Era un plan efectivo y contundente. Sin embargo, el cálculo político prevaleció y generó una sensación triunfalista para el gabinete de J. Añez que promovió su postulación, que es el segundo error, error fundamental, pues necesitaba tiempo para organizar una estructura nacional lo que forzó a la prórroga de mandato y alargar lo mas posible la fecha de elecciones, tarea que cumplió con obsecuencia, el TSE. Usaron la pandemia para generar temor a los contagios en el masivo electorado.

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El tercer error fue la pésima gestión de la economía que paralizó todas las plantas industriales creadas por el MAS, una acción suicida pues frenó la generación de divisas. Arias impulsó el desmantelamiento de las empresas estatales designando gerentes que resultaron vulgares rateros y corruptos. La recesión golpeó a la población en general pero sobre todo a la clase media que había logrado un desarrollo sustancial durante los 14 años de Evo Morales.

El cuarto error fue la infame gestión de la pandemia que recluyó al pueblo entero en una cuarentena rígida, conscientemente asumida, espacio de tiempo que llevó al gobierno a una corrupción incontrolada para lograr parte de los $us 4.000 MM que recibió como donación de organismos internacionales y países amigos, dejando al pueblo inerme frente al Covid-19.

El quinto error fue la fallida estrategia de anular la personería jurídica del MAS, esencial para lograr un triunfo holgado. Fue la estrategia salvaje que generó un efecto boomerang pues implicaba volver al voto calificado. La exacerbada violencia y discriminación que usó el ministro Murillo quien calificó al pueblo más humilde como ignorante salvaje, al que se sumó López amenazando con “hacer desaparecer al ciudadano en 10 segundos” y el odio irrefrenable de R. Calvo líder cívico cruceño que calificó al pueblo como “bestia indigna”, trajo consecuencias fatales en la definición del voto.

Finalmente, el error de fondo, fue la obsesión de Murillo por copar el poder, desplazando a J. Añez, lo que provocó fricciones con el gabinete, por sus decisiones autoritarias, que derivaron en destitución de autoridades como el procurador general del Estado y el director de la UIF, al que sumó B. Marinkovic que designó a un diplomático con antecedentes penales como presidente del BCB lo que provocó la renuncia de cuatro directores en medio de numerosas denuncias de corrupción contra murillo por millonarias compras de agentes químicos y pertrechos militares dejando en segundo plano la salud, y la negociación riesgosa de B. Marinkovic para un canje de reservas de oro por divisas.El autoritarismo de A. Murillo –que usó todo el aparato del Estado–llevó al gobierno al Estado de no Derecho, muy próximo a una dictadura. Sin embargo, un inesperado factor neutralizó el avasallamiento sistemático: la férrea y firme posición institucionalista de la joven senadora Eva Copa, que se convirtió en la contención, que logró neutralizar la estrategia de eliminar al MAS y se convirtió en un bastión del Estado de Derecho.

El triunfo contundente de L. Arce en La Paz, Cochabamba y otras capitales, así como su fuerte presencia en Santa Cruz, muestra sin duda alguna la inclusión, en ese voto, de la clase media que busca su estabilidad económica y confía en L. Arce.

El mejor líder de campaña del MAS fue la desastrosa administración de J. Añez que destruyó la economía nacional en diez meses de desgobierno. A. Murillo fue, en ese contexto, un eficaz jefe de campaña, con su desprecio e intolerancia hacia el pueblo mayoritario.

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