Las formas de acceso y condiciones laborales que el joven enfrenta, es un reflejo de las conductas, procedimientos y composición de la sociedad en general, así como, de sus mecanismos de inclusión e exclusión social.
Las y los trabajadores jóvenes, las víctimas socioeconómicas de la pandemia
La crisis sanitaria por el virus COVID-19 profundiza la crisis de los Estados denominados subdesarrollados, sobre todo, en salud y economía. Esta crisis golpea de manera directa a los sectores más vulnerables de la sociedad, como los y las jóvenes, quedando expuestos a los impactos socioeconómicos de la pandemia provocada por este virus y de las políticas gubernamentales impuestas a su población[1].
En el caso juvenil, son los espacios de formación educativa, el acceso a empleo o generación de recursos económicos y las secuelas de ansiedad o depresión que afectaría la vida y desarrollo de generaciones de jóvenes, provocando mayor preocupación en un futuro juvenil de post pandemia. Con este panorama de medidas sanitarias, normas de restricción y las inexistentes medidas políticas dirigidas al sector ¿Cómo afecta a la juventud la parálisis económica provocada por el coronavirus en rubros donde la inserción laboral está ligada y dependiente de la prestación de servicios y del propio comercio y comercio informal muy afectados por el COVID-19?
Los y las jóvenes, entre el reconocimiento y la necesidad económica
El sector juvenil tiene características especiales en la forma de acceder a un empleo. La transición de ser adolescente y joven a ciudadano “maduro” o “adulto” y demostrar, en cierta medida, una capacidad de autonomía, tiene mucho que ver con los procesos de construcción del significado de “crecer” y tener reconocimiento social. El legitimarse está ligado a la capacidad de generar economía y, por supuesto, a obtener un empleo aceptando la precarización de las condiciones laborales. Como indica Serrano “El papel que juega el trabajo como fundamento y núcleo de la identidad y sociabilidad explica la profunda legitimidad pública que se deriva de la integración laboral del joven”[2]. Es la búsqueda de la identidad y dignificación personal que juega un papel predominante en la legitimación del ser ciudadano, un ciudadano trabajador-productor.
En este sentido, el acceso a una fuente de empleo está ligada a las condiciones en las cuales los jóvenes tienen como partida. Generalmente son las desventajas en educación, género y capital económico con las que corren los y las jóvenes de sectores populares en la búsqueda de un trabajo ideal o encontrar un trabajo que brinde las posibilidades de mejorar sus condiciones de vida. Un empleo que brinde seguridad laboral y social es algo casi ilusorio en sociedades en “desarrollo”.
El tipo de acceso a una fuente laboral y las formas de ejercerlas, nos demuestra que la juventud es plural reflejando la estructura de la sociedad en función de la situación social que los y las jóvenes tienen, por lo tanto, sería un error homogenizar al sector, constatando que el joven es también reproductor social de su entorno.
Estas diferencias, permite comprender mejor esta cualidad juvenil y aproximarnos a que el acceso y situación laboral de los jóvenes debela la fragilidad de las políticas del Estado frente al mundo del trabajo, y de la sociedad en sus formas de acceder a un mercado laboral precario y sin un futuro claro. Como sigue indicando Serrano “Los procesos de construcción de la juventud pueden entenderse no sólo como síntoma de la situación contradictoria del joven frente a la crisis del mercado de trabajo, sino como un factor de explicación de la crisis”[3]. La situación de los jóvenes, en general, nos permite explicar la crisis socioeconómica que atraviesa nuestra sociedad y país.
Este proceso, que es una construcción social, nos muestra que esta lógica de cernir ciudadanos estaría sirviendo para “la distribución, justificación y legitimación de posiciones desiguales”[4], es decir, se va estructurando una sociedad desigual por las formas de repartirse el poder, en este caso, sería de acuerdo a los distintos grupos de edad que compone nuestra sociedad. Entonces la condición de ciudadano con Derechos Humanos, en especial de los y las jóvenes, y el poder acceder y ejercer estos derechos estaría determinada por la categoría y el tipo de trabajador que uno es, más allá de las buenas intenciones que las leyes nos indican a ejercerlas, la posición de ciudadano de primera o segunda categoría de determinados jóvenes está condicionada por el acceso a un tipo empleo.
Las condiciones y espacios de acceso laboral juvenil
Las condiciones que el sector juvenil tiene para acceder a un empleo, varían por las diferentes dinámicas existentes, como dijimos anteriormente, las formas de acceso y condiciones laborales que el joven enfrenta, es un reflejo de las conductas, procedimientos y composición de la sociedad en general, así como, de sus mecanismos de inclusión e exclusión social.
Pongo a consideración algunos apuntes en que el joven tiene que enfrentar y acceder o no a una fuente laboral. La juventud como fuerza de trabajo; Son considerados, prácticamente, un ejército laboral y de prestaciones de servicios que pueden usarse en varios sectores de la economía. Esta categoría permite que, los y las jóvenes, estén frente a condición de precariedad y explotación laboral (subempleo), accediendo a salarios mínimos e incluso por debajo de ellos. El prescindir y cambiar trabajadores jóvenes constantemente es una forma de eludir las obligaciones laborales por parte del empleador, siendo una práctica constante.
La inexperiencia, la excusa perfecta; Una de las expresiones laborales que las y los jóvenes escuchan muy a menudo es su falta de experiencia, que si bien puede ser una realidad en comparación con trabajadores con mayores años laborales, se siente más como una condición para no brindar empleo y, si lo hay, el trabajo sería sin prestaciones de seguridad social y laboral lo que incrementa la precarización del trabajo juvenil.
La condición de género; Si vemos que las condiciones de conseguir y mantener un trabajo ya es difícil para el mundo juvenil, el género también es una categoría que aumenta la precarización laboral. La condición de ser joven y mujer, es una determinante en la forma de acceder a un espacio laboral en empleos poco renumerados o no reconocidos socialmente y, por tanto, expuestas a un explotación laboral (muchos casos con extorsiones, acoso y agresión sexual), situación más que difícil para expresar las potencialidades juveniles en estos espacios.
El capital social[5], como estrategia de acceso laboral; El acceso a determinados trabajos en edad juvenil, también puede estar sujeta al uso de recursos construidos por las relaciones establecidas y habilidades reconocidas. Estas, generalmente se basan en la protección del entorno familiar inserta en espacios de generación económica y en la misma construcción de contactos o “amistades” que les permite construir redes de acceso laboral. Este capital tiene dos estrategias principales, el conseguir un trabajo más o menos estable, siendo que el uso del capital social es más un reconocimiento social del trabajo que la generación económica en sí, y permitirle mantener una estabilidad laboral, sobre todo en crisis. En resumen, este capital permite mantener mediante la influencia y reconocimiento social, las condiciones a fuentes de trabajo y redes de asociación autónoma juvenil.
La educación, para tener una calidad de empleo; Si bien, la acumulación de conocimiento esta visto y deseado como el ideal de permitirle tener mejores condiciones de trabajo, pues muy poco porcentaje de jóvenes son reconocidos por este medio. El poder adquirir más conocimiento a través del estudio es una variante importante a futuro, digamos que es en la adultez donde el nivel de educación es mayormente reconocido.
Antes estas condiciones, cuales son los espacios donde los jóvenes empiezan a trabajar. Las empresas de servicios, las más requeridas; pues son las que generalmente y en su gran mayoría optan por contratar jóvenes. Los salarios están rayando los mínimos nacionales e incluso algunos sectores de ellos, como restaurantes y delivery de comida, son las propinas que tratan de hacer un equilibrio de la remuneración por las horas de trabajo realizadas.
La informalidad; el escenario de la supervivencia de muchos jóvenes para conseguir algún recurso económico. Si entendemos como informalidad la venta de algún producto en las calles y como prestación de servicios sin seguros de trabajador, pues es generalmente donde empiezan a adquirir “experiencia laboral” y “responsabilidad” como atributo valorado por la sociedad más que la propia generación de recursos económicos, siendo que esta necesidad económica es la motivación principal para buscar trabajo por parte de los y las jóvenes.
Las TIC´s y los soportes tecnológicos; Estas nuevas tecnologías y espacios laborales están muy ligados al sector juvenil por su conocimiento, a diferencia de otros sectores adultos. Estos nuevos espacios tienen gran auge en la actualidad, con la apertura de pequeños centros que brindan servicios o diversos comercios en soportes tecnológico donde generalmente son manejadas por jóvenes. Estas tecnologías y espacios son vistos como un lugar de expansión y desarrollo de habilidades.
Los “trabajos de siempre”; son los espacios donde los jóvenes brindan su fuerza laboral y donde se acude como los primeros lugares para conseguir trabajo. Ser ayudantes de carpintería, metalurgia, ayudantes de cocina o empleadas domésticas por ejemplo, son generalmente los trabajos que acceden los y las jóvenes de sectores populares.
Los problemas de generación económica y la fuente laboral en pandemia
Antes de la situación de pandemia y cuarentena, los datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT)[6] respecto a la población joven ligada a alguna ocupación o trabajo, indicaba que:
- Son 73.3 millones de jóvenes (de 15 a 24 años de edad) están desempleados.
- 169 millones de jóvenes son “trabajadores pobres” y viven con menos de 2 $US al día.
- 75% de los jóvenes trabajadores están empleados en el sector informal. En el caso de América Latina y el Caribe llega a 64,2%.
- 50% de las personas jóvenes tienen niveles muy altos de educación o bien educación insuficiente para el empleo que desempeñan.
- En varios países el período de transición de las mujeres jóvenes hacia la vida laboral es más prolongado y difícil que el de los hombres.
- Una proporción cada vez mayor de hombres y de mujeres jóvenes no estudia ni trabaja ni recibe formación alguna (los llamados ni-ni)[7].
Con estos datos ya preocupantes, la crisis del Covid-19 afecta a los y las jóvenes de tres maneras principales: a) Interrupciones de la educación, la formación y el aprendizaje en el trabajo; b) mayores dificultades para los jóvenes que buscan empleo y quienes se incorporan por primera vez al mercado de trabajo, y c) la pérdida de empleos y de ingresos, junto con el deterioro de la calidad del empleo[8]. Estos impactos nos decían claramente que están dirigidas a la economía y calidad de trabajo juvenil, que ya supone mayores obstáculos para la búsqueda o quienes intentan cambiar de empleo para mejorar sus condiciones, generando desigualdades socioeconómicas entre la población.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), en el caso de la relación de los y las jóvenes ligados directamente a la economía y empleo, son cinco razones por las que las y los jóvenes se verán particularmente afectados por las repercusiones económicas de la pandemia de COVID-19. Siendo estas[9]: 1) Los trabajadores más jóvenes suelen ser los primeros en ver recortadas sus horas de trabajo o ser despedidos. 2) Tres de cada cuatro jóvenes trabajan en la economía informal, por lo que sus ahorros son escasos o nulos, lo que hace más difícil permanecer en confinamiento. 3) Muchos trabajadores jóvenes tienen una “forma atípica de empleo”, trabajos a tiempo parciales y temporales por lo que no tienen un seguro social. 4) Las mujeres jóvenes son las más afectadas, porque trabajan en sectores e industrias de servicios, que fueron las más afectadas por la pandemia de COVID-19. 5) Del grupo de los trabajadores, los jóvenes, son los más amenazados a perder el empleo por la automatización de los trabajos. Estas consecuencias de la pandemia afecta principalmente a la economía juvenil.
Estas consecuencias de la crisis sanitaria para la economía y empleo juvenil, en datos para la OIT los afectados por la crisis del COVID-19, se reflejan en[10]:
- Un 17,1% de jóvenes entre 18 a 29 años de edad, que han dejado de trabajar después del comienzo de la pandemia.
- La relación de los y las jóvenes con los sectores más afectados por la crisis sanitaria es muy alta, por lo que más de 4 de cada 10 jóvenes empleados en el mundo, trabajaban en estos sectores afectados al surgir la crisis.
- Esto significa que más de 1 de cada 6 jóvenes ha dejado de trabajar desde el comienzo de la crisis de COVID‑19.
- En el caso de los jóvenes que han mantenido su empleo, la cantidad de horas que trabajan ha disminuido un 23%.
- De las y los trabajadores jóvenes sus ingresos han disminuido un 43%, desde el comienzo del brote de virus.
- Casi 3 de cada 4 trabajadores jóvenes (un 71%), que siguen empleados trabajan de forma íntegra o parcial desde casa.
- En la actual coyuntura de crisis, el 60% de las mujeres jóvenes y el 53% de los hombres jóvenes encuestados vislumbran su futuro profesional con incertidumbre o inquietud.
- Y particularmente, los jóvenes que han dejado de trabajar corren el mayor riesgo de padecer episodios de ansiedad o depresión desde que comenzó la pandemia.
Este panorama muestra la precariedad o la falta de políticas implementadas para los y las jóvenes trabajadores afectados por la crisis del COVID-19, ya sea en el acceso o mantener el espacio laboral y que no fueron diseñadas a lo largo de este tiempo.
Las políticas a corto y largo plazo
Dos informes que presento la OIT, en mayo y junio del presente año, muestran los problemas serios de mantener y acceder, por parte de los y las jóvenes, al mundo laboral en la crisis sanitaria actual. Dichos informes indican claramente que “La pandemia de la COVID-19 está creando una crisis multidimensional para los jóvenes en todo el mundo, que amenaza asimismo con exacerbar las desigualdades existentes dentro de los países y entre ellos”[11]. Las asimetrías sociales serán más profundas a futuro, por los pocos o nulos impactos de las políticas implementadas en los gobiernos para el sector juvenil.
Así mismo, los informes continúan señalando que “La respuesta de políticas a la crisis de la COVID-19 debe ser urgente, integral y específica. Debe ponerse particular énfasis en los jóvenes que están recibiendo educación y formación, los “ninis”, y los trabajadores jóvenes ocupados en el sector informal y otros grupos más afectados, como las mujeres jóvenes y los trabajadores migrantes jóvenes. El diálogo social y las alianzas para lograr la participación efectiva de los jóvenes deben respaldar esta respuesta.”[12].
Precisamente y con los datos expuestos, afirmamos que uno de los sectores más golpeados por la crisis sanitaria del COVID-19 y de la falta de políticas claras de los gobiernos con el sector, son los y las jóvenes trabajadores. Este aumento del desempleo no solo afecta a los jóvenes sino que trae consecuencias a largo plazo para la sociedad, aumentando las diferencias sociales que serán arrastradas por generaciones. La implementación de políticas sectoriales para los jóvenes es de carácter urgente y necesario para poder reducir las diferencias sociales que serían profundas a futuro. Estas consecuencias no serán fáciles de solucionar en décadas sino se actúa de inmediato, provocando serios problemas sociales por la fragilidad de las políticas implementadas.
Es importante tocar estas temáticas de preocupación juvenil. A veces, los pensadores de políticas públicas, así como, organizaciones dedicadas a fortalecer la participación juvenil, temen hablar de la economía juvenil casi como un tabú. Este miedo solo invisibiliza una de la problemáticas centrales juveniles que son la economía personal y familiar, siendo que las necesidades de empleo y fortalecimiento de la economía a estos sectores es un tema estructural y más profundo, que no debería pasar desapercibido, porque refleja el tipo de sociedad que somos y queremos ser.
Notas
[1] Se declara pandemia y los gobiernos comenzaron a tomar acciones que vayan a proteger la vida de sus ciudadanos, como el distanciamiento social, la cuarentena y/o confinamiento social a los hogares. Para la Organización Mundial de Salud (OMS) recomienda utilizar el término “distanciamiento físico”, argumentando que es importante permanecer físicamente separados pero socialmente conectados, y la manera que utilizamos para estar socialmente conectados es mediante las Redes Sociales a través del teléfono celular. El distanciamiento físico significa estar físicamente separado, lo que no implica estarlo socialmente. Fuente: https://www.who.int/es/emergencies/diseases/novel-coronavirus-2019/advice-for-public/q-a-coronaviruses?gclid=EAIaIQobChMI36SswsrK6gIVhgmRCh2EZgqbEAAYASAAEgI7ffD_BwE
[2] Serrano, Pascual Amparo; “Procesos paradójicos de construcción de la juventud en un contexto de crisis del mercado de trabajo”; REIS: Revista Española de Investigaciones Sociológicas; 1995.
[3] Ídem.
[4] Ídem.
[5] Bourdieu define que: “El capital social es el conjunto de recursos actuales o potenciales relacionados con la posesión de una red durable de relaciones más o menos institucionalizadas de entre-conocimiento y entre-reconocimiento; o, en otros términos, con la adhesión a un grupo …”. (Bourdieu, Pierre, “Le capital social”, Actes de la recherche en science sociales, 1985, no. 31.).
[6] Fuente: Las citas y cifras proceden de «Tendencias mundiales del empleo juvenil 2015», OIT.
[7] Los “ni-ni” es un categoría que estigmatiza y llena de estereotipos, que atribuye condiciones de importismo y falta de criterios y valores a los y las jóvenes incluidos en esta categoría. Si bien, no estudian o no trabajan, estas son por condiciones de oportunidades y falta de reconocimiento que da la sociedad. Muchos de los llamados “ni-ni” realizan trabajos temporales que les toma casi todo el tiempo y que no les permite seguir con sus estudios. Como son trabajos temporales, una vez que están cesantes es muy difícil continuar los estudios por la obligatoriedad de la presencia continua para ello, quedando en condiciones de vulnerabilidad social. Otros son los trabajos no reconocidos como los realizados dentro del hogar, invisibilizando y desvalorizando el trabajo doméstico y el cuidado de menores y ancianos donde muchos jóvenes están insertos. Como ejemplo, uno de estos sectores son mujeres en maternidad que tiene labores domésticas algo socialmente no reconocido, el otro sector son los jóvenes discapacitados que por su condición no pueden realizar estas actividades, e incluirlos en categorías “ni-ni” desvaloriza el sentido de ciudadano.
[8] Fuente: https://www.ilo.org/wcmsp5/groups/public/—ed_emp/documents/publication/wcms_749526.pdf
[9] Fuente: https://www.ilo.org/americas/sala-de-prensa/WCMS_745576/lang–es/index.htm
[10] Fuente: https://www.ilo.org/wcmsp5/groups/public/@dgreports/@dcomm/documents/briefingnote/wcms_745965.pdf
[11] https://www.ilo.org/wcmsp5/groups/public/—ed_emp/documents/publication/wcms_749526.pdf
[12] Idem.