Periodistas ¡No vengan, en el día del periodista, a decirnos que ustedes son honorables !

Carlos Echazú Cortez

Ya nos tienen acostumbrados, los periodistas bolivianos, a lanzarse auto alabanzas completamente desmedidas cada vez que llega el día del periodista. Nos dicen que son el baluarte de la democracia y de la libertad de expresión. Nos hablan de su supuesta ética y sacrificio, de su pretendida objetividad e imparcialidad, etc,etc.

Sin embargo, lo que pasa hoy en día en nuestro país avergüenza a todo su gremio. Ya no se trata de ser de izquierda o derecha. Cada persona tiene derecho a tener la filiación política e ideológica que le mande su conciencia. Y, al respecto, no soy ningún ingenuo, puesto que los periodistas tienen, como todo ciudadano, el derecho a tener sus preferencias políticas y que de allí deriven sus enfoques y comentarios, pues vaya y pase.

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Pese a estas consideraciones, los periodistas, independientemente de sus inclinaciones políticas, tienen la obligación de decir algo respecto a temas que en cualquier parte del mundo serían ESCÁNDALOS MAYÚSCULOS. No obstante, en la Bolivia de hoy, los periodistas, si no las callan, las refieren tan de pasada, que da lo mismo que las ignoraran.

Comencemos por las masacres de Sacaba y Senkata. Ciertamente, se han referido a ellas, incluso han reproducido y aceptado la versión ridícula del ministerio de gobierno en torno a “que se mataron entre ellos“, puesto que, según esa misma versión, fueron muertos por disparos cuyo “calibre no era del que usa la policía o el ejército“. Allí terminó el asunto para ellos. Y entonces uno se pregunta, ¿no merecen esos muertos que se investiguen sus muertes? La investigación no puede concluir en que “no fue la policía ni el ejército que mató a esas personas”. La investigación debería continuar hasta que se revele quién los mató. Sobre este asunto callan cobardemente, pues lo que ha quedado muy claro es que el hecho de que no se investiguen estas masacres implica que, en realidad, el genocidio efectivamente fue cometido por el ejército y la policía. Esa misma conclusión se obtiene de la indemnización que ofrecieron a sus familiares a cambio de que no continúen con sus denuncias en instancias internacionales. El hecho de que los periodistas no digan nada al respecto, los convierte en viles cómplices de esas masacres.

En relación a la persecución política que realiza el gobierno, ni siquiera atinan a reflexionar un mínimo sobre algunas de las aberraciones más claras que se cometen. Por ejemplo, una mujer embarazada, Patricia Hermosa, con detención preventiva. No hay sentencia alguna, los cargos de sedición son absurdos, pero está presa, sin sentencia, con un ser en su vientre. Entonces uno se pregunta si las periodistas mujeres tienen  hijos o hijas, si tienen madres. Exactamente lo mismo vale para los periodistas hombres. Este es un escándalo mayúsculo en el tema de derechos humanos. Los periodistas simplemente refirieron la detención y se acabó la noticia.

Así también, toda la comunidad, nacional e internacional, ha seguido de cerca la negativa de entregar salvoconductos a asilados en la embajada de México durante meses. Cuando finalmente se entregó ese documento a dos de los asilados e iban a abordar su vuelo de salida, la policía los detiene y los conduce hasta la fiscalía. Ciertamente, los liberaron y permitieron su salida nuevamente, pero siendo el tema un escándalo de alcances internacionales, los periodistas aceptan la excusa absurda del ministro de gobierno en torno a que fue “una descoordinación” entre la policía y la fiscalía. Con todos los antecedentes que existían sobre el tema, es ridículo suponer siquiera que hubiera habido descoordinación de algún tipo. Este es otro escándalo, pero los medios reciben las “justificaciones” absurdas que se dan y luego callan.

Hace unas semanas atrás, un miembro de la denominada “Resistencia Juvenil K’ochala” apuñaló a un periodista en un claro atentado contra la libertad de expresión, pues se trató de una represión a la labor periodística de la víctima. Si bien el hecho se reportó, pasó como una noticia anecdótica y nada más. En este caso, que implica otro suceso escandaloso, los periodistas de los medios ni siquiera por solidaridad gremial, atinaron a censurar el hecho. Por el contrario, esta vez se ocuparon de reportar la contraparte, en la que se decía que el sujeto no era de la denominada Resistencia K’ochala, pese a que existen fotografías que demuestran lo contrario.

De este modo, los casos escandalosos que son ninguneados por los medios abruman. Son pan de cada día. Los medios se ocupan muy detenidamente de reportar los supuestos casos de corrupción del gobierno de Evo Morales, sin dar lugar a ninguna contraparte que pueda dar su versión sobre los mismos. Mientras, el gobierno golpista, que apenas alcanza a los tres meses, ya lleva varios escándalos de corrupción que son ignorados o tímidamente reportados  por los medios, sin que se realice un seguimiento pormenorizado de los mismos. Se ha denunciado que la autoproclamada Añez ha hecho nombrar a varios familiares suyos en distintas entidades públicas. Sobre esto ninguno de los medios del Stablishment, dice esta boca es mía. Se ha designado autoridades en BOA que eran funcionarios de AMAZONAS y consecuentemente, la línea aérea estatal ha comenzado a ceder frecuencias de vuelos gratuitamente a su competencia, produciendo lógicamente daño a esta entidad pública. Incluso hay una denuncia de una Asambleísta Nacional que no es del MAS, pero los medios reportan tímidamente el hecho sin hacer el escándalo que correspondiera. Asimismo lo que acaba de descubrirse en ENTEL es inaudito. El ex gerente de la empresa, designado por el gobierno de facto ha realizado liquidaciones y finiquitos que van desde 43 mil a 96 mil bolivianos a personas que trabajaron un mes en la institución. La suma asciende a más de 800 mil bolivianos. Si una cosa así hubiera sido realizada por el gobierno de Evo, los involucrados ya estuvieran presos. Sin embargo, los medios reportan el hecho como si fuera una noticia más, que apenas tiene importancia.

Todo esto habla de la deplorable talla de nuestros periodistas y los medios en los que trabajan. Obviamente hay excepciones, como la de Freddy Morales, reportero de telesur, un medio que fue censurado por el gobierno de facto. Pero es nada más que la excepción que confirma la regla.

El tema es realmente grave puesto que si no hubieran medios alternativos a los del Stablishment, el totalitarismo mediático se hubiera consumado en nuestra sociedad. Eso lo anunciaba la ex ministra de Comunicación Roxana Lizarraga, al momento de posesionarse. Lo que dijo en ese momento, corresponde a la antología de expresiones fascistas: “A los medios que se dedican a la sedición se les aplicara todo el rigor de la ley”. Si uno de los ministros de Comunicación de Evo hubiera dicho algo así, los periodistas y sus medios hubieran levantado el grito al cielo. Pero tratándose de este gobierno, los periodistas y sus medios lo reportaron y callaron cobardemente.

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Carlos Echazú Cortez

Paceño nacido en 1964. Graduado en Ciencias Políticas en la Universidad de Uppsala en Suecia. Se ha desempeñado como docente universitario en varias universidades públicas y privadas del País. Ha dictado cátedra en las materias de Historia de Bolivia y Ciencia Política. Es autor de dos ensayos político-históricos sobre el “Estado y dominio de clase” y “Estado y clases dominantes en Bolivia”. Ha escrito también un manual crítico en métodos de investigación denominado “Crítica al método y método crítico”.

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