Lecciones de economía boliviana: El golpe de Estado de octubre

Fernando E. Torrejón Flores

Bernie Sanders, el candidato demócrata a la presidencia de Estados Unidos escribía en su Twitter el pasado 11 de noviembre de 2019: “I am very concerned about what appears to be a coup in Bolivia, where the military, after weeks of political unrest, intervened to remove Presidente Evo Morales.”

El golpe de Estado ocurrido en Bolivia entre octubre y diciembre de 2019, tiene efectos directos y devastadores sobre la economía, tanto a corto plazo como a largo plazo. El golpe representa un shock exógeno negativo, que golpea fuertemente a las instituciones y a la actividad económica del país.

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A corto plazo, los efectos del golpe se manifiestan en una contracción de la demanda agregada de bienes y servicios, que se explica por las caídas del consumo de los hogares y de las exportaciones, y en una disminución de la oferta agregada que se deriva de la contracción de la producción, especialmente de las empresas pequeñas. A largo plazo, el golpe conlleva efectos negativos sobre la inversión en capital físico, la productividad, el PIB per cápita y el bienestar de la población.

Con respecto al corto plazo, según datos del INE, a septiembre de 2019 -antes del golpe- la economía boliviana crecía a una tasa cercana al 3%; en esa línea, el Banco Mundial en junio del pasado año pronosticaba un crecimiento del PIB del 4% (véase Global Economic Prospects, junio de 2019, Banco Mundial). Para entonces, todo apuntaba a que Bolivia alcanzaría esa cifra al finalizar el año; sin embargo, algo ocurrió en el camino: el golpe de Estado.

El golpe, con los paros (huelgas) ocurridos en varias ciudades del país, la militarización, “policialización”, judicialización, el vandalismo civil y el propio cambio abrupto de gobierno, sin duda, ha generado un coste, traducido en pérdidas de crecimiento económico. De hecho, el propio Banco Mundial, en sus perspectivas económicas mundiales publicadas en enero de 2020, rebaja para Bolivia sus estimaciones de crecimiento para 2019, cifrándola en tan solo 2,2%. Lo que prevé que, cuando el gobierno actual reporte la información del PIB para 2019 (que aún no lo ha hecho), el crecimiento difícilmente superará el 2%.

La caída de la demanda agregada se genera en los paros y en el ambiente tóxico para el desempeño normal de la economía; los paros han supuesto un coste monetario elevado, pues han sido responsables de las disminuciones de las ventas de las empresas que se han trasladado inmediatamente a una caída en el ingreso de las familias, porque en Bolivia casi un 80% de las empresas registradas son de carácter unipersonal, que tienen un ciclo de negocio “de un día”, para las cuales un parón de la actividad diaria supone la pérdida de una gran parte de su renta. Con respecto a las pérdidas, la Confederación de Empresarios Privados de Bolivia (CEPB) sostiene que las mermas se aproximan a 1100 millones de dólares (véase la declaración del presidente de la CEPB, Barbery, de 12 de noviembre).

La caída del consumo, originado en la disminución de la renta de los hogares, que ha debilitado la demanda agregada, se ha notado sobre todo en el mes de diciembre, hecho que puede verse indirectamente a través de una tasa de inflación negativa: en diciembre la variación mensual de los precios ha sido -1,54% (véase INE), cifra que contrasta con la inflación del mismo mes de los últimos tres años, que siempre ha sido positiva y ha estado alrededor del 0,34%. Otro hecho que ha debilitado la demanda agregada ha sido la caída de las exportaciones no tradicionales (no incluye hidrocarburos ni minería); éstas han bajado entre octubre y noviembre de 2019, de US$ 165 millones a US$ 64 millones; en términos trimestrales: el valor de las exportaciones no tradicionales del cuarto trimestre de 2019 disminuyó en un 27% con respecto al valor del tercer trimestre del mismo año, y cayó en más del 14% con respecto a similar trimestre del año anterior (véanse datos de COMEX del INE-Bolivia).

La retracción de la oferta también ha sido otro determinante en la pérdida del crecimiento económico. Los paros, el ambiente de militarización y caos civil del país han causado pérdidas en la producción de las “microempresas”. Por ejemplo, en el sector agropecuario, la Cámara Agropecuaria de Cochabamba indicaba que durante los días de paro, las pérdidas en la producción lechera, avícola, porcina y agrícola han supuesto una pérdida de más de 250 millones de bolivianos -más de 36 millones de dólares- (véase el periódico El Día, 16 de noviembre de 2019). Estas caídas de producción han causado escasez de bienes, especialmente de alimentos, lo que ha conducido a un incremento de los precios, que ha sido notorio en el mes de noviembre, con una inflación mensual de 1,11%, cifra que supera la inflación de noviembre de los últimos tres años, que siempre ha sido inferior a 0,42%.

A largo plazo, la paralización de las inversiones productivas supondrá un freno en el ritmo de crecimiento de la acumulación de capital físico y por lo tanto una pérdida del crecimiento de la productividad y del PIB per cápita, con consecuencias negativas sobre el bienestar material de la población. Al respecto, la paralización del proyecto de inversión del litio en el que participaba el Estado boliviano y la empresa alemana ACI Systems, ha dejado por el camino una inversión inicial de 300 millones de euros para la producción de hidróxido de litio, así como la posibilidad de producir baterías de litio, recibir transferencia tecnológica, la creación de mil empleos directos y diez mil puestos de trabajo indirectos, y la capacitación de jóvenes estudiantes (véase el portal web del canal alemán Deutsche Welle).

Ante el panorama de la economía boliviana descrito en los párrafos de arriba y la evidencia de los datos. A corto plazo, el efecto del golpe de Estado ha causado una pérdida del crecimiento económico para 2019: es muy previsible que la variación del producto interior bruto no se aleje del 2%, convirtiéndose así en la menor tasa de crecimiento de los últimos catorce años. A largo plazo, la paralización de las inversiones productivas, como las relacionadas con el litio, tendrán un efecto negativo sobre la acumulación de capital físico, la productividad, la renta per cápita y el bienestar material de la población.

Sin duda, el golpe de Estado de octubre ocurrido en Bolivia es un fenómeno que será analizado en las facultades de economía de todo el mundo, como un buen ejemplo de cómo un shock adverso es capaz de generar efectos negativos sobre el crecimiento a corto y a largo plazo.

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