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El papel de los periódicos oficialistas en la historia

Luis Oporto Ordoñez

Luis Ramiro Beltrán, Premio MacLuhan, afirmaba, con razón, que “la espada y la pluma eran inseparables para el Libertador”.[1] José Domingo Díaz, editor de La Gazeta de Caracas, realista ultramontano, reconocía que “la imprenta era la primera arma de Simón Bolívar”. Se puede parafrasear que una Administración debía contar con un instrumento de difusión de sus actos, esencial para consolidar su gobierno entre los electores. Es así que a lo largo de la historia los gobiernos han informado sobre sus actos administrativos y políticos por medio de periódicos, estatales o privados afines, denominados genéricamente “prensa oficialista”. Una Administración se preciaba de ser respetada tanto en cuanto controlara una imprenta. Era crucial que el “discurso oficial definido y expresado por una fracción de la élite dirigente, que manejaba el poder político y la administración del Estado”,[2] llegara a la población. No necesariamente significaba que los periódicos oficialistas fueran de propiedad del Gobierno, sino que sean afines a la ideología de la clase dominante, la que “era dadivosa con aquellos medios impresos”, es decir que “los costos de la publicidad gubernamental sostenían directamente a estos periódicos. Tal es así que algunos de estos medios directamente desaparecían cuando cesaba el gobernador mecenas”, aunque paradójicamente, en muchos casos, “los avisos en el diario oficialista costaban más y se leían menos”. Otro de sus rasgos característicos era que “encomiaban y elogiaban sin moderación la acción gubernamental, más allá de la conveniencia o justicia, o no, de las disposiciones gubernamentales.[3] La historia ha constatado que “los periódicos, a pesar de ser prensa de partido, podían ser influyentes para formar opinión pública [sobre todo] entre las élites más allá del sector ideológico que representaban”.[4]

Para la época de la emancipación de América, los ejemplos más destacables son La Gazeta de Caracas (1783-1822) y El Correo del Orinoco (1818-1821). El primero, creado por Mateo Gallagher y Jaime Lamb, ofrecía un amplio abanico de temas: agricultura y comercio, política y letras. En su declaración de principios definen su naturaleza afín al gobierno realista: “nada saldrá de la prensa sin la previa inspección de las personas que al intento comisione el Gobierno, y que por consiguiente en nada de cuanto se publique se hallará la menor cosa ofensiva a la Santa Religión Católica, a las leyes que gobiernan al país, a las buenas costumbres, ni que pueda turbar el reposo o dañar la reputación de ningún individuo de la sociedad”. Sin embargo, al ser un emprendimiento particular privado, se le permitía “publicar todo género de avisos que convengan a los particulares”. Su editor más representativo fue realista ultramontano, enemigo acérrimo del Libertador, José Domingo Díaz. La Gazeta de Caracas, cambió de bando político—pasó sucesivamente de manos del rey a las de los patriotas y viceversa, pero mantuvo su nomen juris sin importar a qué gobierno servía y fue –siempre—periódico oficialista. El patriota gaditano Francisco Isnardy, redactor de La Gazeta en 1811, caracterizó su rol y naturaleza de periódico oficialista: “el Gobierno debe crear, dirigir y sostener la opinión pública dentro y fuera del país, con un periódico bajo su dirección, y redactado por persona de su entera confianza”.[5]

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En tanto, El Correo del Orinoco, fue íntegramente periódico oficialista independentista. El artífice de su creación, Simón Bolívar, recomendaba “que se organice con elegancia, gusto o propiedad”. Asumió para sí la definición de la línea editorial del periódico: “Para la sátira más cruel se necesita nobleza, como para el elogio más subido (…) Todo el papel debe estar dividido en sus diferentes departamentos. [Si] se trata de Fernando VII, tiranía o fanatismo (…) [Si] se trata de un hecho raro o desconocido, se pone: anécdota estupenda, curiosa o escandalosa (…) Los artículos deben ser cortos, picantes, agradables y fuertes. Cuando se hable de gobierno con respeto, y cuando se trate de legislación con sabiduría y gravedad”. Díaz, al reconocer que “la imprenta era primera arma de Simón Bolívar”, afirmaba que precisamente a través de ese periódico revolucionario “ha salido ese incendio que ha devorado a la América y por ella se han comunicado al extranjero, aquellos motivos para excitar la codicia”. La afirmación de que “la prensa era el arma querida del Libertador”, se debía a su efecto demoledor, por lo que Díaz denunció que “los extranjeros han sido torpemente alucinados y su doble Gaceta ha completado la obra”. Efectivamente, el genio de Bolívar incentivó y cultivó el insospechado poder de la prensa y “no desdeñaba sugerir la conveniencia de editar una misma gaceta por partida doble, indicando que una publicaría noticias ciertas y la otra falsedades que confundiesen a los enemigos”.

La guerra había abierto el frente de las ideas y en ese campo de batalla, Bolívar usaba el concepto de prensa como “arma querida” en sentido literal: “La imprenta –decía—es tan útil como los pertrechos”. “No mando los papeles públicos porque desde aquí pensamos hacer la guerra con ellos”. Su objetivo, en esa guerra sin cuartel, era la refutación de los ataques, tergiversaciones y calumnias propaladas por La Gazeta de Caracas”. Parafraseando a Julio Febres Cordero, concluimos que “inteligencias y manos de ciudadanos redactarían, compondrían e imprimirían el periódico de la libertad (El Correo) en tanto que mentes alienadas por el pasado y manos atadas por la servidumbre, confeccionarán la hoja periódica del coloniaje (La Gazeta)”. [6]

Oficialismo y oposición son dos caras de la misma medalla. Cada cual refleja sus intereses en la visión de los hechos: así como “el diario oficialista encomiaba y elogiaba sin moderación” la acción gubernamental, “el periódico adversario la criticaba sin compasión”. Díaz señaló a la sala de redacción de El Correo como “oficina de mentiras e imposturas”,[7] por su parte Baralt calificó a La Gazeta “centón insípido de mentiras é injurias”.[8]

NOTAS

  1. R. Beltrán: El gran comunicador Simón Bolívar. La Paz, Plural, 1998, p. 50.
  2. R. Ponte: “La prensa como vehículo de representaciones sociales en tiempos del modernismo (1885-1910). Un ejemplo de aplicación: la ciudad de Mendoza (Argentina)”. Tinkuy nº 21 (2014), pp. 109.
  3. Ibidem, p. 118.
  4. Bernedo y W. Porath: “A tres décadas del golpe: cómo contribuyó la prensa al quiebre de la democracia chilena”. Cuadernos de información N° 16-17/2003 -2004, pp. 115-124.
  5. La Gazeta de Caracas, 1808-1822. Caracas, Academia Nacional de Historia, 1983.
  6. A. Rodríguez: El Correo del Orinoco. Periódico de la emancipación americana, Caracas, Instituto Nacional de Cultura y Bellas Artes, 1969, p. 11.
  7. Ibidem, pp. 13 y 118.
  8. M. Baralt y R. Díaz: Resumen de la historia de Venezuela desde el año de 1797 hasta el de 1830, Paris, Imprenta de H. Fournier y Comp., 1841. T. I, p. 334.

 

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