Gemido de la poiesis
Gemido de la poiesis
Sebastiano Mónada
¡Ay! ¡Ayayay!
El sol en la noche y la luna en el día.
Contrastes de las analogías y diferencias inquietantes.
Tú que no estas conmigo y yo sin encontrarme en el abismo.
Yo sin mí, con mi cuerpo fluyendo como atmósferas incandescentes.
Inventando alboradas y clausurando crepúsculos,
que se niegan a morir en la inmensidad del sueño de las cuerdas
somnolientas y dulces como la nostalgia.
¡Ay! ¡Ayayay!
¿Dónde se esconde el secreto de la mirada intrépida
y de la estampida de pasiones tomando la pradera?
¿Dónde, en qué lugar de tus palpitaciones se halla
la música del viaje sin retorno del universo desconcertado?
¿Dónde, en qué lugar no me encuentro y tú tampoco?
¿Será en ninguna parte, en el delirio de la utopía?
¿Será en la mirada de los que nacen y en último hálito de los que mueren?
Como inscripción indeleble en la memoria del olvido.
Esa mirada que no mira sino descubre la sorpresa de las sensaciones
El mito vital de la existencia y la pronunciación poética de la vida.
¡Ay! ¡Ayayay!
¡Qué silencio melódico del coro primaveral de los colores compositores!
Pictórica tragedia de la escultura y la pintura romántica.
¡Qué piel profunda la de tus mutaciones pronunciadas en coro!
¡Qué existencia proliferante en formas y contenidos nómadas!
¡Qué vida la tuya, la mía, la de los otros, la de todos!
¡Qué compromiso el de habitar en el círculo estrecho del instante presente!
Insistencia de eternidad de la desaparición.
¡Qué amor emergiendo de las profundidades de los tejidos y la carne!
¡No más gritos en el vacío interminable de la búsqueda sin norte,
tampoco sur, este y oeste!
Desaparecieron las referencias cardinales en Abya Yala,
en la Amazonia, continente de las sabias civilizaciones ecológicas.
¡No más llanto de víctimas ensombrecidas por la propaganda!
¡No mas simulaciones en el teatro de la crueldad de un mundo muerto!
Solo nosotros, jiwasa, con los otros y lo desconocido,
concepto aymara de la solidaridad y la reciprocidad inconmensurable.
¡Solos, en la oquedad de la palabra nunca dicha, imposible!
Más solos que la propia idea de la soledad,
Como náufragos en viaje interminable.
Indestructiblemente solos.
Pero, nosotros entrelazados, amándonos en la compulsión
de la búsqueda indescifrable y certeza alguna.
Nosotros en la inmensidad interminable del afecto.
La desesperación del sentimiento que quiere agotar su energía
En un beso o en un abrazo considerable.
¡Asumamos lo que somos!
Un suspiro repentino en la inimaginable nada.
La herida del ser en el universo del sinsentido
Y de la proliferación interminable de la creación.
¡Loca facultad del azar que simula la necesidad!