La mayor prueba de que no hubo fraude es el mismo informe de la OEA

Carlos Echazú Cortez

Ciertamente, si se hubiera cometido realmente fraude en las elecciones del 20 de octubre, la comisión de “expertos” de la OEA no hubiera tenido la necesidad de enfocarse tanto en las presuntas irregularidades en el TREP y tampoco hubiera necesitado utilizar términos ambiguos en su informe. Simplemente necesitaba verificar, una a una, las 34.000 actas, que constituyen los documentos oficiales para el cómputo y, a partir de esa verificación, compararlas con el cómputo que hizo el Tribunal Supremo Electoral. Adicionalmente, debía comparar esas actas con las copias de las actas que tenían los delegados de los partidos y frentes políticos que participaron en esas elecciones. Con ese trabajo, los “expertos” de la OEA hubieran tenido la posibilidad de estampar en su informe con términos inequívocos que acá se produjo un “fraude escandaloso”. Sin embargo, las preguntas que deja abiertas el informe es ¿por qué no se realizó esa verificación?, ¿Por qué se tuvo que recurrir a un material no oficial, cuando se tenía a mano el material oficial? La respuesta a esas preguntas es sólo una: NO HUBO FRAUDE, así de contundente e inequívoco, puesto que si hubiera habido el tan mentado fraude, la comisión lo hubiera detectado, mediante la verificación de las actas. De ahí que la única conclusión posible es que la mayor prueba de que no hubo fraude en las elecciones del 20 de octubre es el mismísimo informe de la OEA.

¿Era muy difícil hacer esa verificación de las actas? No, no lo era. Y aunque lo hubiera sido, se trataba de una comisión internacional, nada menos conformada por dizque “expertos”. Tenían la misión de hacer una auditoría y, hasta el más ingenuo observador, se da cuenta que su informe es todo, menos una auditoría. Por estas razones, el verdadero fraude es el cometido por la OEA. El verdadero fraude monumental es el haber anulado una elección que daba el triunfo a Evo Morales.

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Esto, que puede ser constatado muy nítidamente hoy, cuando ya se tiene a mano el informe de la OEA, se lo podía percibir ya antes, desde el mismo momento en que Evo Morales invitó a la OEA a realizar su auditoría. Hasta la lógica más elemental señala que aquél que ha cometido un fraude, más aún si éste monumental, escandaloso, etc, trataría de evitar por todos los medios que se realice una auditoría y no estaría invitando a entidades internacionales a que vengan a realizarla. Y por el contrario, quienes denunciaban el fraude debían ser los más interesados en que esa auditoría se realizara. Sin embargo, contradictoriamente se mostraban reacios a la misma. Esas actitudes también constituyen pruebas de lo irracional del proceder de los golpistas.

Las implicaciones que tiene este hecho son muy grandes, pues quienes pretenden mostrarse como defensores y hasta restauradores de la democracia, en realidad, son exactamente lo contrario, vale decir, son los usurpadores de la democracia. Con esta lamentable experiencia, la historia de Bolivia tiene otro ultraje que contar de parte de las oligarquías y fuerzas conservadoras y fascistas del país a las masas populares: Nos Robaron una elección.

Eso no había pasado antes en nuestra historia. Ciertamente, las democracias liberales han desarrollado mecanismos, en nuestro país, para que vastos sectores de la población se excluyan por el desinterés al ver candidatos neoliberales en todos los frentes, lo que se manifestaba en un amplio ausentismo electoral. También idearon métodos para burlar la voluntad popular realizando pactos postelectorales entre frentes que se habían presentado como antagónicos en las campañas electorales, aduciendo que construían puentes sobre ríos de sangre. De ahí se desarrolló la conciencia en torno a que “se vota, pero no se elige”. Todos estos eran indudablemente mecanismos para distorsionar la voluntad popular. Sin embargo, el anular una elección legítima, mintiendo descaradamente sobre un fraude inexistente, haciendo uso del apabullamiento de medios de comunicación alineados totalmente a su mentira, eso no lo habíamos visto antes. Eso es inédito en la historia de Bolivia.

Carlos Echazú Cortez

Paceño nacido en 1964. Graduado en Ciencias Políticas en la Universidad de Uppsala en Suecia. Se ha desempeñado como docente universitario en varias universidades públicas y privadas del País. Ha dictado cátedra en las materias de Historia de Bolivia y Ciencia Política. Es autor de dos ensayos político-históricos sobre el “Estado y dominio de clase” y “Estado y clases dominantes en Bolivia”. Ha escrito también un manual crítico en métodos de investigación denominado “Crítica al método y método crítico”.

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