“¡Vade retro, wak’as!”, que la biblia ha retornado

“¡Vade retro, wak’as!”, que la biblia ha retornado

En la práctica católica medieval existía una oración que incluía la frase “Vade Retro Satana” (Aléjate Satanás) cuyo objetivo era exorcizar al mismo demonio que se había apoderado de los feligreses cristianos, ahuyentando los espíritus malignos.

Los nuevos inquilinos del Palacio Quemado parodiaron a los clérigos fundamentalistas medievales, y con la Biblia y el crucifijo empezaron a espantar a las Wak’as, que los anteriores señores de la izquierda habían admitido folklóricamente, sin comprender su sentido rebelde: en el imaginario parecían gritar desenfrenadamente: “¡Vade Retro, Wak’as!”, “¡Dios ha vuelto!”.

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Las Wak’as son entes telúricos sagrados que transmiten energía convivencial (qamasa), que fueron considerados criaturas demoniacas a partir de la colonia. Precisamente para exorcizarlas los colonizadores levantaban la Biblia, el crucifijo y perseguían a los sabios (amawt’as) para extirpar esas “nefandas costumbres” de reverenciar con diversos ritos a la Madre Tierra.

Los actuales modernícolas de derecha hicieron lo mismo, en su avance desde distintos lugares del país, hacia el centro del poder político: “¡la Biblia debe retornar al Palacio!”, “¡ya no más Pachamama!” azuzaban unos y otros. Sólo faltaba que griten: “¡A ellos Santiago!”, mostrando la imagen del santo español que siendo matamoros en la península ibérica pasó a ser mata indios en Abya Yala.

En estos tiempos “plurinacionales” los nuevos extirpadores de idolatrías ya no son solo eurobolivianos sino también indios (o indígena-originario-campesinos, como les gustaría decir a los modernícolas de izquierda) que habían sucumbido al embate del cristianismo y en sus imaginarios habían muerto las Wak’as. Sus almas colonizadas por el catolicismo y por las iglesias protestantes también estuvieron de júbilo con el “retorno” de la Biblia a palacio de gobierno. No de otra manera se puede comprender el discurso de la nueva ministra de Cultura y Turismo, aymara ella, quien el día de su posesión agradecía así: “Primeramente quiero dar gracias a dios Jehová, y a mi padre Jesucristo.” Y luego mostrando la Biblia, remataba, “ha sido la hora que esta palabra de dios, retorne al palacio de gobierno”. ¿Está mal eso? No, si esa creencia asimilada por la fuerza o por voluntad propia de miles de abyalences es utilizada para crear humanidad y libre práctica religiosa como lo hicieron muchos indios desde el inicio colonial. Tomaron el cristianismo y la interpretaron desde su propia cosmovisión, como los indios de Haití, que en 1496 enterraron las imágenes de Cristo y la Virgen María, para que, según ellos, la tierra fuera más fecunda, pero los invasores coloniales interpretaron esto como un sacrilegio, y los hicieron quemar por semejante pecado.

Otro hecho conocido de asimilación y reinterpretación es el de los indios mexicas quienes tomaron y reinterpretaron desde su cosmovisión a la virgen de Guadalupe, la indianizaron hasta constituirla en guía de la rebelión contra los gachupines, que tenían su propia virgen, la de Remedios. Así, mientras por un lado las tropas en disputa se enfrentaban militarmente, las vírgenes lo hacían en el plano religioso, y cuando un ejército vencía al otro, no sólo mandaban al paredón a los enemigos capturados, sino también a las vírgenes cuyas imágenes eran fusiladas.
Las creencias pueden ser elementos muy importantes para someter y dominar a los pueblos como para levantar su ánimo de liberación. No es como nuestros amigos de la izquierda dicen que es, “el opio del pueblo”. Eso lo comprendieron muy bien los amawt’as en la colonia que pregonaban el retorno de las Wak’as con los llamados Takiy Onqoy. Se dieron cuenta que la religión cristiana había inaugurado un tiempo de macha y mach’a (desequilibrio en las conductas y pensamiento humanos y agresión a la naturaleza), por tanto propugnaban el restablecimiento del Qama (convivencia armónica biosimbiótica) a través de un Pachakuti (transformación total para volver al equilibrio).
En la segunda mitad del siglo XVI, las Wak’as entraron en apronte contra el dios cristiano y decidieron reconquistar su territorio. Eso fue el Takiy Onqoy que empezó en Wamanga y avanzó por el sur hasta La Paz y Chuquisaca y por el norte hasta Lima. Los Amawt’as, Yatiris y otros entendidos anunciaban el fin de la mit’a (turno) del dios cristiano y el retorno de las Wak’as tawantinas, para poner equilibrio y orden (Qama) a las vejaciones ocasionadas por los colonizadores y sus dioses. Se aplicó contra ellos y sus Wak’as la extirpación de idolatrías, victimando a los “sacerdotes” indios y destruyendo las Wak’as sagradas. Tras su triunfo y nuestra derrota los colonizadores decían que la verdadera religión había vuelto a territorios dominados por el demonio.

No fue fácil para el colonizador cambiar la religiosidad india, los pueblos de este continente Abya Yala, no en pocas oportunidades, cuestionaron las fábulas, relatos y conductas contenidas en la Biblia; no comprendían como el mensaje central de su religión que decía “amaos los unos a los otros” contrastaba con sus acciones de grandes matanzas que no tienen parangón en la historia de la humanidad. De todos modos se los cristianizó, pero la asimilación de esta nueva religión tiene más características litúrgicas e interpretaciones indias que occidentales, como anteriormente se ha dicho.

Hubieron pueblos que priorizando su ética comunal contrastaban con la ética que practicaban los colonizadores ávidos por conseguir riquezas a costa de todo, echando de lado los postulados éticos de su propia religión. Para algunos pueblos ser más cristianos significaba haber abandonado sus propias éticas comunales y practicar conductas españolas que iban en contra del Qama. Por eso, cada vez que se les preguntaba a los indios si ya habían abrazado la doctrina de Cristo respondían que sí, porque ya sabían mentir mejor.

El colonizador, el de antes y el de ahora, hace un uso instrumental del cristianismo, por eso cuando levantan la Biblia, como lo hicieron en estos días los modernícolas de derecha, los felipillos y malinches, no tienen en perspectiva compartir su creencia con el “otro”, posibilitando así un dialogo de dioses, sino el de imponer su religión a la fuerza, obligando a los pueblos a ceñirse a sus dogmas esclavizantes. Por eso gritan: “¡Muera la Pachamama!”.

Los modernícolas de derecha, que estos días reemplazaron a los de izquierda, en el control del Estado boliviano, trajeron la Biblia y el cristianismo, dizque de “retorno” al Palacio Quemado, pero en su imaginario entienden esa “geopolítica religiosa” como Torquemada y los cruzados entendieron, es decir, para dominar y someter a los pueblos y establecer la “única religión verdadera” y apoderarse de su riqueza.

Sin embargo, los herederos de las grandes civilizaciones del Abya Yala saben que las Wak’as nunca van a abandonar este territorio, pese al embate de los nuevos extirpadores de idolatrías, aunque estos levanten más alto sus Biblias y vociferen anatemas contra las Wak’as y la Pachamama. En sus palabras y en sus actos se nota que ellos no están para compartir humanidad y servir de intermediarios para un dialogo de dioses, sino para liquidar nuestras culturas y así no tengamos más alternativa que el moderno mundo occidental, eurocéntrico, patriarcal, monocultural, racista y cristiano. Y eso las Wak’as no lo van a permitir.

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