La compleja asunción del problema

Luis Felipe Limarino Montalvan

Voy a exponer dos posiciones que considero necesarias para pensar una salida inteligente, ética y estratégica al impasse que actualmente vivimos en Bolivia. Ambas revelan algo que tienen en común: el conflicto es una crisis cuyo análisis no se puede agotar en un solo aspecto y, sin embargo, ambas, en un grado mayor o menor, resaltan un aspecto del conflicto obviando o callando otros aspectos que deberían ser también considerados e incluso incurriendo en reiteraciones de la posición criticada. Terminaré sosteniendo mi propia posición.

Dos posiciones

El contenido de estas páginas no refleja necesariamente la opinión de Bolpress

Comenzemos con Rafael Bautista que ha escrito dos artículos al respecto. “La solución por el desastre” y “Bolivia ¿Hay una salida salomónica a la crisis?

Bolivia: la solución por el desastre

Bolivia: ¿Hay una salida salomónica a la crisis?

En en el primero Bautista sostiene las siguientes premisas.

  1. La concepción moderna y liberal de democracia formal e institucionalista puede ser comprendida como un mecanismo de funcionamiento que tiene en el voto que ejerce cada ciudadano su criterio de maximización. Cuantos más ciudadanos voten, mayor la producción de democracia o, también, el candidato que ha conseguido el mayor número de votos a su favor ha producido la mayor cantidad de legitimidad democrática a su favor.
  2. En torno a ello sostiene Bautista: este mecanismo puede ser intervenido o manipulado para lograr maximizaciónes en un sentido o en otro; además, reducir la democracia a sistema democratico, a mecanismo de funcionamiento institucional y, encima, hacerlo desde la izquierda, implica renunciar a procesos de democratización popular que no tienen porque ser reducidos a un plebiscito. Dicho de otro modo, se tiende a consolidar un ejercicio político como institucionalidad como criterio político en desmedro de la participación del pueblo en ‘cuanto pueblo’ (Fidel Castro). La izquierda termina por hacer lo que la derecha siempre ha hecho: fetichizar el poder al sacralizar la institución.
  3. El gobierno actual ha caido en ese juego. Además, lo ha potenciado al abandonar el ‘Vivir Bien’ por el mito del desarrollo. La democracia institucionalista y la “economía del crecimiento” son correlativas y pertinentes la una a la otra.
  4. Entonces, el discurso del Proceso de Cambio ha cambiado de contenido. Del Vivir Bien se ha retornado al mito del desarrollo; del Mandar Obedeciendo (y esto lo ponemos nosotros) se ha retornado a la democracia institucionalista. El discurso del Proceso de Cambio, entonces, ha sido vaciado de sus propios significantes. Ahora y en el sentido común que es moderno y capitalista por la cultura hegemónica que prevalece en la subjetividad esos significantes pueden ser llenados de nuevo, de modo funcional, por un proyecto señorial, capitalista, moderno, racista, etc.
  5. Resultado, el gobierno ha perdido legimitidad porque el mismo no es coherente con aquello que afirma. Cae en contradicción performativa porque promete una revolución que solo termina reinstaurando lo mismo. Por ende: “el voto puede hacerse un recipiente idóneo donde se vacía el desencanto, pero ya mezclado con el odio y el racismo de un discurso señorialista que puede ahora cosechar para su beneficio el abandono que hace el propio gobierno de las banderas populares. Es por la transferencia de legitimidad, que la produce el “gobierno del cambio”, que la oposición de derecha se unge de espíritu democrático. Es decir, el famoso “empate catastrófico” del vicepresidente no es un dato objetivo sino algo producido por la propia perdida de sentido de referencia utópica del proyecto político gubernamental.”
  6. Todo lo anterior es la base para que la derecha, fortalecida y envalentonada por los porcentajes electorales a su favor, se proponga una salida violenta y/o desestabilizadora, si fuese necesaria, que Bautista llama una “solución por el desastre”.

En conclusión: “es el propio gobierno el que da los mejores argumentos para vaciar al propio pueblo del espíritu del cambio y trasladar éste a los contingentes de reserva sobre todo clasemediero que activa el discurso señorialista.” El gobierno cavó su propia tumba al no prestar atención a la pérdida continua de su legimitidad que se verificaba paulatinamente en el abandono de los ideales fundantes del Proceso de Cambio.

¿Qué hacer ante ello? Bautista propone: dejar de persistir en declaraciones que denotan, la “autosuficiencia e infalibilidad,” de un gobierno que ya no puede darse esos lujos; “la renuncia magnánima a un triunfo demasiado cuestionable y aceptar una segunda vuelta (incluso si se hubiese consolidado el margen del 10%). Es hora de ceder, porque ceder es entender, pasar del mero sentimiento a la razón.” y, por último; “A las bases del MAS (que no confundamos con el gobierno) tenemos que señalarles: si se puede traducir derrotas en triunfos, ésta es la mejor oportunidad para -si se quiere asegurar el triunfo en una segunda vuelta- condicionar el voto mediante un “reencauce del proceso de cambio”. Nadie desconoce en el MAS, sobre todo en las bases -que son los que en definitiva dan la cara y dan el pecho en las calles-, que el gobierno se ha llenado de advenedizos”

En el segundo artículo, nuestro filosofo plantea más de lo mismo pero insiste en sostener que la salida a la crisis pasa por la generación de un nuevo “consenso popular” que en términos coyunturales significaría asumir una actitud consensuadora como primer paso, urgente y táctico, para calmar el antagonismo político antes que este devenga en furia entre enemigos: “La vida política no es simple e implica madurez racional; si no es posible la convivencia entonces nadie gana y menos quienes provocan el enfrentamiento. Los liderazgos enfrentados reiteran repetidamente que no quieren otro “octubre negro”, pero sus actos no hacen sino direccionar todo al desastre. Por eso –desde la poca sensatez que queda– tiene sentido hablar de una “solución salomónica”, que no produzca una suma cero a nivel de la viabilidad de todo proyecto nacional.” Señala una solución salomonica que no explica pero que se puede inferir: segunda vuelta; tal solución es necesaria porque la disputa no parece poder ser dirimida de modo categórico por ninguna de las partes. Se presentaría una especie de situación de ‘equilibrio catastrófico’, en los términos de Gramsci, que podría ser superado mediante la construccion o recuperación de la hegemonía, esto es: “reconstituir al pueblo “en tanto que pueblo”, para que todo lo logrado no sea rifado en un proceso regresivo que haga que perdamos todo.”

La respuesta a la posición de Bautista la dio Carlos Echazú Cortés.

Echazú sostiene que en Bolivia hay un golpe de Estado en marcha, al estilo de aquel que Guaidó le hizo a Maduro hace meses atrás y que no hay cómo dudar de ello. Sin embargo, para él hay confusión respecto a la naturaleza del mismo lo cual provoca enfoques o aproximaciones erradas a la coyuntura. Veamos cómo.

La magnanimidad no evita la salida por el desastre

  1. La solución que plantea Bautista, esto es, la “renuncia magnánima” a darse por vencedor en la primera vuelta es idéntica a la propuesta que realizaron la Comisión de Observadores de la OEA. Parcial y afín con los intereses de la derecha además de aberrante por haber sido recomendada antes de que el Tribunal Supremo terminara con el conteo final. Por consiguiente: “esa intervención injerencista de la OEA es otra de las evidencias del golpe que se trama contra Bolivia.”
  2. Es muy probable que los campesinos se alcen ante el desconocimiento de su voto si se acepta una segunda vuelta; es muy probable que Mesa y la oposición no reconozcan una derrota en la segunda vuelta.
  3. Si la oposición desconoce el voto ello no se debe a “supuestas irregularidades que se manifestaron la noche del 20 de octubre cuando el Tribunal Supremo Electoral detuvo el cómputo preliminar.”, más bien, se trata de la consumación de un plan golpista que ya se venía anunciando y gestando desde ántes y que encontro en el suceso de suspensión del computo preliminar su excusa perfecta. De no haber sucedido eso el plan se hubiese puesto en marcha de todos modos. Por tanto, Bautista propone una solución no realista.
  4. La solución, entonces: “Si, por el contrario, se encara el conflicto actual promoviendo una campaña en torno a que efectivamente está en curso un golpe y que detrás de ese golpe está el fascismo, entonces es posible, que muchos sectores que han caído ingenuamente en el discurso falso de la “defensa de la democracia” que hacen los fascistas, abran los ojos y, entonces dejen de prestarse a ser instrumentos de esa nefasta política. Hay que desenmascarar a las fascistas y una vez desenmascarados, se los aísla y luego se los vence. Así se los venció el 2008 cuando desataron el golpe cívico prefectural. Su racismo (que es la esencia del fascismo) fue abiertamente puesto en evidencia, entonces fue aislado y finalmente derrotado.” Defensa militante, propaganda, develamiento del discurso fascista y exposición de sus militantes para luego, una vez debilitados discursivamente, someterlos a la justicia. De eso se trata. Sin embargo, la condición para que esta estratégia se exitosa requiere de un a priori: el 21f
  5. Si la clase media persiste en desconocer el voto del area rural que dió el triunfo a Evo Morales se debe a que en el 21f se desconoció los resultados de la votación, en gran parte, de la clase media. Un quid pro quo curioso pero tácito. Por tanto: “hay que demostrar el carácter completamente antidemocrático del 21 de febrero, puesto que allí se puso a votar en torno a si los indígenas podían o no podían seguir votando por su candidato. He ahí la esencia antidemocrática, de ese referéndum, puesto que nadie, ni si quiera la mayoría, ni si quiera el soberano, puede prohibirle a un sector de la población ( así sea minoritario coyunturalmente) votar por su candidato, puesto que al hacerlo se están vulnerando los derechos más básicos de la democracia, vale decir, que cada quien vote por el candidato de su preferencia.”

La aparente diferencia

Tanto Echazú como Bautista llegan a la misma conclusión sobre el punto o cuestión que debe ser tratada para superar la crisis pero difieren en el modo de aproximación metodológica al conflicto. Los dos sostienen que es necesario un proceso de legitimación discursiva como a priorí que amplie y garantice el necesario apoyo del cuerpo político para superar esta crisis. Echazu, sin embargo, en ese punto, no se da cuenta que llega a la misma conclusión que Bautista. Sostener que es necesario“demostrar el carácter completamente antidemocrático del 21 de febrero” como condición para superar la crisis implica llevar adelante un proceso de legitimación, o mejor dicho, de re-legitimación lo cual, a su turno, no puede agotarse apenas en colocar sobre la mesa una cuestión circunscrita a un evento en concreto sino toda una cadena de errores, imposiciones, discursos, en fin, contradicciones performativas que se fueron acumulando para tener en el 21f su expresión superlativa. Creemos que a eso se refiere Bautista cuando afirma que es necesario crear un nuevo “consenso popular”.

Más bien, se tiene la impresión de que Echazú está molesto por el acercamiento blando de Bautista a una situación de golpe suave que en su parecer requiere acciones decididas. En realidad, la disputa se encuentra en la aproximación metodológica al conflicto y no así a la crisis. Mientras que Bautista parte de una consideración de la configuración interna del problema (sin descartar las emisiones externas), Echazu se decanta por una explicación que pone énfasis en las emisiones externas e imperialistas: “Las evidencias están por todos lados, para no mencionar las innegables similitudes que se presentan con otros países donde los denominados “golpes suaves” se llevan adelante. Ya se está anunciando un Guaidó boliviano, ¿qué otra prueba hace falta?” En realidad, la posición de Echazu son hipótesis ante posibles acontecimientos de enfrentamiento bélico formuladas como preguntas: “¿Qué es lo que evitaría entonces que se alcen los campesinos ante un flagrante desconocimiento de su voto y de su victoria?, y además ¿qué es lo que hace pensar que Mesa y los demás golpistas aceptarían su derrota en la segunda vuelta?”, por ende, la disputa entre Bautista y Echazú es una disputa de actitudes ante un hecho, en este caso, la forma de asumir y resolver un conflicto sobre la interpretación de los resultados electorales. En ese marco, en Echazu la política aparece como una pugna de voluntades que puede llegar a ser una lucha a muerte; Bautista, en cambio, apela a la razón discursiva como medio de reconstitución del poder popular.

¿Qué hacer?

En este momento la casa está incendiandose y, decía Buda, sería insensato ponerse a buscar al culpable mientras todo queda reducido a cenizas y en ello Echazú está cierto en su actitud. Sin embargo, el gobierno fue el primero en solicitar una auditoria y eso impone de modo real el proceso de legitimación como criterio de superación del conflicto, al menos, de parte del gobierno y al menos en las semanas que vienen por delante. Por ende, la asunción del problema tiene mucho que ver con las ideas que se manejen, los argumentos, las percepciones que se puedan imponer mediaticamente, o sea, con el ‘imaginario popular’ que ha sido cooptado por la oposición. En cierto modo, la ‘defensa del proceso’ es más discursiva en estos momentos. El esclarecimiento del “carácter del golpe que se está gestando” creemos, no puede obviar ello.

En cualquier caso, la propuesta de Bautista para resolver la crisis fue muy precipitada. Es necesario esperar la auditoría de la OEA y tomar decisiones en cuanto sus resultados sean hechos públicos.

Por eso, la asunción de la crisis, que es en el presente un conflicto político, tiene tres aspectos, no mutuamente excluyentes y tampoco sucesivos sino simultáneos. La primera y la inmediata consiste en la defensa discursiva y mediática de la auditoría de la OEA; la segunda, a mediano y largo plazo requiere una faena titánica de relegitimación cuyos alcances es necesario comenzar a plantear; la tercera, el ‘desenmascaramiento’ del fascismo.

Sin embargo, existe otro modo de asunción del conflicto que no debe tampoco ser precipitado. Esta asunción solo puede ser argumentada desde una posición de fuerza y racionalidad bélica. La defensa del país puede ser necesaria en esos términos si la oposición se decanta decididamente por apoyar un proceso de desestabilización y violencia. Pero eso sería un a posteriori que solo debe llegar después de haber agotado todos los recursos políticos. Sostener que se debe renunciar a la victoria electoral en una primera vuelta es una claudicación precipitada; sostener que se debe asumir una posición de fuerza desde el principio también lo es.

La asunción del problema es compleja. Su solución también debo serlo.

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