La razón de la sinrazón

Roberto Pizarro

Una elección presidencial condenada anticipadamente a ser desconocida si sus resultados no daban como ganador a un candidato de la oposición. Es decir condicionada en su validación a la obtención de determinado veredicto.
Así de increíble es la situación en Bolivia luego de los comicios presidenciales del pasado 20 de octubre de 2019. Una oposición cargada de intolerancia, odio y racismo pretende imponer sus condiciones al no obtener los resultados anhelados.

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Cabildos ciudadanos en varias capitales departamentales, así como candidatos opositores, pregonaban a los cuatro vientos que un triunfo del oficialismo sólo sería posible gracias a un monumental fraude y que sería desconocido automáticamente por la “población” boliviana.

No obstante haberse establecido claramente las reglas del juego con la debida oportunidad, ocho candidaturas de la oposición se lanzaron a la contienda sometiéndose a las mismas con la esperanza de obtener el triunfo pero advirtiendo que el único desenlace legítimo admitido no contemplaba la reelección del candidato presidente.

Desesperados porque equivocaron todos los caminos a seguir quieren incendiar al país para posibilitar una intervención extranjera de cualquier índole, aunque incluso desconfían de ésta. Primero pedían a gritos la participación de la desprestigiada OEA, que inicialmente parecía darles la razón, pero que luego tuvo que recular ante el irrefutable cúmulo de pruebas de la corrección de los comicios.

Su argumento principal se basa en los resultados del TREP (Transmisión de Resultados Electorales Preliminares) que al 83 por ciento del recuento de votos mostraba una diferencia entre los principales candidatos de menos del 10 por ciento. Para ellos ese es el cómputo válido porque establece una segunda vuelta electoral. Increíble pero cierto: el 83 por ciento tiene preponderancia sobre el 100 por ciento.

De manera desvergonzada no aceptan que el TREP sólo proporciona resultados preliminares referenciales y aun contando con la totalidad de la información por esta vía no tienen el carácter de oficiales.

Afirman no estar en contra del voto campesino, a sabiendas que el 17 por ciento restante contiene fundamentalmente votación del área rural.

Pedían a gritos auditorías pero ahora las rechazan porque son conscientes que no les darán la razón.
Persistirán en sus acciones irreflexivas hasta conseguir víctimas fatales de la población que reconocen y de la que no reconocen. Sólo entonces llorarán a sus muertos aunque ignorarán a los que no son de los suyos.

Esa es la democracia de la derecha, del neoliberalismo, del fascismo. La que defiende y respalda únicamente sus intereses de clase. La estamos viviendo en Ecuador, en Argentina, en Brasil, en Chile.

La democracia de los trabajadores, de los campesinos, de los sectores populares, está dotada también de un contenido clasista pero de signo antagónico, opuesto a la anterior. Esa es la democracia por la que luchamos.

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