Argentina: Debacle de Macri con consecuencias regionales

J. Osvaldo Calle Quiñonez

Argentina acudirá a las urnas el 27 de octubre, unos extraños comicios en los que de no pasar nada extraño, el neoliberal Mauricio Macri será reemplazado por el centroizquierdista Alberto Fernández. Macri deja Argentina con una deuda que parece impagable y una situación social tan dramática, que se tuvo que declarar una emergencia alimentaria. El fracaso del neoliberalismo a ultranza tendrá consecuencias regionales de largo plazo.

Macri había llegado a la presidencia en 2015 con la promesa de terminar con la pobreza y reincorporar Argentina al mundo. Ya en el gobierno, Macri aplicó las políticas descritas en el consenso de Washington, entre ellas recortes presupuestarios para reducir el déficit fiscal, la asignación de mayores recursos para el pago de la deuda externa, reformas tributarias, la elevación de las tasas de interés, apertura comercial y la desregulación económica.

Las nuevas condiciones generadas fueron aprovechadas por las grandes empresas, inicialmente las energéticas y agrícolas. Luego la ilimitada apertura económica hizo de Argentina una especie de paraíso para los bancos y otras empresas financieras, particularmente los capitales golondrina, que obtenían elevados retornos en poco tiempo, aunque a la par ese tipo de inversiones hacía inviable a la actividad productiva.

En política Macri gobernó con el método del “lawfare”, es decir judicializando la política. Con el apoyo de funcionarios judiciales, persiguió a los opositores, incluidos jueces y fiscales que no compartían su posición política. (Este método de gobierno no es nuevo. Gonzalo Sánchez de Lozada ya la había aplicado en 1993 en Bolivia, cuando en la primera parte de su gobierno defenestró al presidente de la Corte Suprema de Justicia, para despejar el camino que le permitiría aplicar su política neoliberalismo sin contratiempos). Macri impulsó procesos contra funcionarios del anterior gobierno, a quienes en el discurso oficial se los calificaba de “chorros” (ladrones), calificativo que todavía hoy es repetido en los medios, sin que —a excepción de dos casos—exista una resolución judicial. Algunos de los casos denunciados, como por ejemplo el conocido como “la ruta del dinero K”, fueron desestimados por la justicia, porque las denuncias resultaron ser falsas.

Así gobernada, en la Argentina de Macri todo salió mal, excepto para banqueros, terratenientes y las energéticas. En casi 4 años de gestión subieron todos los indicadores que deberían bajar, y bajaron todos los que deberían subir. Es decir, subió la inflación, el valor del dólar, la fuga de capitales, el endeudamiento del país, el desempleo, los índices de pobreza, la desnutrición y al mismo tiempo bajaron las reservas del país, el valor de las empresas en la bolsa, el consumo.

Al final de su gestión, Macri para quien “la inflación no era más que la incapacidad de gobernar, tiene en la inflación uno de sus mayores problemas; había ofrecido pobreza cero, pero terminó declarando una emergencia alimentaria; considerando a sí mismos como expertos en el manejo de la economía, presentaba a Venezuela como una especie de apestoso de la región, pero ha terminado como el modelo de gobierno a no seguir. En Bolivia la campaña oficial del gobierno dice: “¿Quieres eso para Bolivia?”, a la par que en Argentina incluir una foto de Macri en una papeleta junto al candidato de su partido de gobierno es considerado “campaña sucia”.

En Argentina es casi unánime la opinión de que Macri estrelló la economía por su impericia. Entre los pocos que no comparten esa opinión, están quienes creen que Macri buscaba precisamente eso: Destruir la economía de la mayoría del país, para beneficiar a su círculo de amigos —banqueros, energéticas y terratenientes— que se enriquecieron en el contexto de crisis.

“En la Argentina nunca se hizo un ajuste de esta magnitud sin que caiga el Gobierno”, había dicho el ex ministro de Hacienda Nicolás Dujovne cuando los problemas del gobierno en sostener las consecuencias sociales ya eran para todo evidentes. En ese entonces el gobierno de Macri tenía como a su principal valedor a Estados Unidos, que veía a Macri como a un importante aliado regional. Gracias a esa relación es que el FMI apoyó al gobierno argentino con el préstamo más grande de su historia, aun cuando el gobierno de Macri había incumplido los compromisos que había suscrito.

Aun con los problemas de la economía, los estrategas del gobierno confiaban en que los datos que disponían les permitían conocer el interés de los ciudadanos “calle por calle”. El gobierno estaba seguro de que las obras de infraestructura ejecutadas y su supuesta lucha contra la corrupción serían suficientes para ganar las elecciones.

Las ilusiones del gobierno comenzaron a desinflarse cuando se descubrió una red integrada por espías, jueces y fiscales, en las que se nombraban con frecuencia a autoridades y hasta periodistas que montaba casos de corrupción, métodos en los que no dudaban en chantajear y extorsionar a las víctimas.

El 11 de agosto esa especie de globo terminó por estallar, cuando en las elecciones primarias el candidato del opositor Frente de Todos, Alberto Fernandez, logró una victoria por más del 17 por ciento sobre Macri.

Desde ese día hay una especie de apagón de luces para Macri. En los medios, antes tan condescendientes con él se descubrió que el rey estaba desnudo al punto que el término “panqueque” —para referirse a quienes se dieron la vuelta— se puso de moda. En las elecciones primarias no se eligió más que candidatos, pero desde ese día Argentina comenzó a vivir una especie de tiempo del no tiempo, con un presidente que perdió el poder, y un candidato al que casi todos ya consideran presidente electo. Desde el 11 de agosto, Macri es una especie de sombra de la que la mayoría prefiere estar lejos, aunque poco más del 25% de los votantes todavía votarán por él, entre ellos el grupo social que respaldó la dictadura.

El desastre de la derecha argentina es tan grande, que hasta el FMI le soltó la mano sin que esta vez Estados Unidos interceda a favor del gobierno de Macri. En el mundo financiero se dice que, si debes mil dólares a un banco, el problema es tuyo, pero si debes un millón de dólares el problema es del banco. En este caso el FMI tiene un problema muy grande, porque Argentina representa más del 60% de la cartera del FMI. Por añadidura, en Argentina ya demandaron ante tribunales judiciales explicaciones sobre las condiciones del contrato de préstamo, porque se descubrieron varias irregularidades en ellos.

De no pasar algo extraordinario en las elecciones del 27 de octubre, Macri ya está de salida, o como cantan en las calles a ritmo de huayño-cumbia “Macri ya fue”. Pero él no se va solo. Además de echar al suelo el prestigio del FMI, se lleva consigo la esperanza de reestablecer en la región gobiernos liberales.

En Bolivia, donde se realizarán elecciones el 20 de octubre, el centroizquierdista Evo Morales tiene grandes posibilidades de ser elegido, esta vez porque los otros candidatos tienen planes que se parecen mucho a las políticas liberales aplicadas por Macri.

La situación no es diferente en Uruguay, país donde las elecciones se realizarán el mismo día que en Argentina. Allí, según las encuestras, el Frente Amplio, una coalición de izquierda, tiene entre el 30% y 40% de intención de voto, frente al 22% a 23% del liberal Partido Nacional.

De llegar Fernández al gobierno el Unasur, el bloque de integración regional impulsado por Néstor Kirchner Lula da Silva, recibirá un nuevo impulso en desmedro del Prosur, el intento de integración de gobiernos de centro-derecha. Esto significará que Bolsonaro quede casi aislado en la región. El “giro a la derecha” regional, del que se habló con la llegada de Macri y Bolsonaro, habrá quedado trunco.

Si después de llegar al gobierno Fernández logra devolver la estabilidad a Argentina, se habrá iniciado un cambio de época en la que será difícil que políticos de corte liberal lleguen al gobierno.

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J. Osvaldo Calle Quiñonez

Periodista especializado en economía. Trabajó en el Semanario Aquí, los periódicos, La Razón, Ultima Hora, Hoy, La Prensa y el semanario Pulso. En 2000 incursionó en el periodismo electrónico organizando el sitio report-e.com y en la actualidad dirige el periódico por Internet www.bolpress.com.
Ha escrito libros sobre los procesos de reforma económica y es colaborador de publicaciones en México, España y Bélgica. En la actualidad reside en Alemania.

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