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Lo que Evo hace bien y Mesa hace mal

¿Qué resultados están dando las estrategias electorales?

José Galindo/La época.- El objetivo de toda campaña es persuadir (o manipular) a un electorado que, se supone, dispondrá libremente de su derecho a votar a favor de una opción. Es un momento de intensa actividad proselitista por parte de los candidatos interesados en ocupar espacios de poder y decisión, en el cual movilizan todo los recursos que tienen a su disposición, sean estos materiales, humanos y/o simbólicos. Es mucho esfuerzo el que se invierte generalmente, aunque los resultados no siempre son satisfactorios; esto depende de que tan bien se entienda las reglas de juego y que tanto se aprovechen las ocasionales ventajas que pueden dar algunas circunstancias, todo lo contrario de lo que hiciera hasta ahora la oposición.

La editorial del jueves 15 de agosto del diario Página Siete es un buen punto de partida para reflexionar sobre lo que son y cómo funcionan las campañas electorales. Titula “Hacer campaña con el dolor” y condena los intentos del presidente Morales para endulzar su imagen ante la opinión pública, como: adoptar un perrito, jugar con niños y encabezar una marcha en contra de la violencia hacia las mujeres; todas acciones, que desde la lógica de quien la haya redactado, son indudablemente falsas e hipócritas, como si no estuviéramos en campaña.

Página Siete, por otro lado, ya no oculta ser un medio en constante campaña contra el gobierno. ¡Y está en todo su derecho de hacerlo! Es más, no se puede negar que como medio informativo es casi siempre bueno, aunque al parecer no lo es tanto haciendo política; razón por la cual las encuestas arrojan los números que todos conocemos, con la última de CISMORI separando a Morales de Mesa con 11 puntos de diferencia, siendo éste último incluso peor. Tal vez es necesario repasar algunas cosas…

¿Qué es una campaña?

En El Estudio de las Campañas Políticas, los autores Henry E. Brady, Richard Jhonston y Jhon Sides parten de una serie de preguntas entre las cuales destaca una: ¿Las campañas, sirven para algo? Y en caso de que lo hagan, ¿bajo qué condiciones? Preguntas urgentes para Comunidad Ciudadana.

Pero primero, ¿qué es una campaña? Sucintamente, se la define minimalistamente como:

“El periodo que viene justo antes de que los ciudadanos tomen una decisión política real. Éste conocimiento general típicamente aumenta la atención de los ciudadanos hacia la política en relación directa a la proximidad del evento. Concomitantemente, la actividad de campaña es más proclive a registrarse en la mente de los votantes a medida que el día de elección se acerca. Por lo tanto, hay una interacción entre el esfuerzo de campaña y la venidera ‘fecha límite’ del día de elecciones”.

A esto se podría añadir que, además de tener un final (el Día D), también tienen un inicio, del cual debe estar consiente el aspirante y actuar lo más apresuradamente posible. Por ello, tal vez no se puede culpar ni a Mesa ni al resto de la oposición el haber iniciado tarde: las reglas de juego dispuestas por el TSE a partir de la promulgación de la Ley de Organizaciones Políticas, adelantaron el cronograma, aunque un instinto mínimamente desarrollado debió haberlo visto venir.

De todos modos, una campaña se define entre otras cosas por su intensidad, es decir, por cuan activos y efectivos lleguen a ser los candidatos en tres dimensiones que parecen ser determinantes en países como Bolivia, donde el voto es siempre más personalista que institucional:

a.   Primero, la campaña territorial, que se caracteriza por el contacto directo del candidato con su base y los potenciales votantes y donde se movilizan principalmente recursos materiales y humanos

b.   Segundo, la campaña en redes sociales y medios de comunicación, que es fundamentalmente la producción y difusión de mensajes o recursos simbólicos con el objetivo de persuadir o manipular la opinión del electorado.

c.   Y tercero, la campaña relacional, que consiste en establecer alianzas con diferentes actores de veto o sectores influyentes y numerosos de una sociedad, generalmente negociando o estableciendo pactos de lealtad.

Condiciones de éxito: una generalización

Entonces, ¿sirven las campañas? Para alivio de los nueve partidos en esta carrera electoral, adelantamos que para los autores que tratamos aquí: ¡sí, sí funcionan!, pero con límites, pues como afirma Hazel Gaudet en “La opción de la gente”, una parte del electorado ya tiene una inclinación preestablecida y lo único que hará la campaña será “activar” su preferencia; los famosos 35 y 30% de los que se ha hablado en los medios desde el año pasado, donde, según dicen, hay 35% irrenunciablemente a favor de Morales, 35% irremediablemente en contra y 30% de indecisos.

Pues bien, a pesar de éste hallazgo, los postulantes al poder pueden estar seguros que su esfuerzo se verá recompensado, aunque el alcance de lo que se puede lograr o no está delimitado por algunos factores. Hay cierto límite para los sueños, como:

a.   La cantidad de partidos: Si son muchos, los que disputan el poder al candidato oficialista se verán negativamente afectados; si son pocos, el menos votado tendrá amplia ventaja de negociación en caso de que se llegue a segunda vuelta.

b.   La imagen preexistente de los candidatos: Una elección puede ser una oportunidad para reinventarse, pero si el candidato ya tiene un pasado en la política deberá tomar en cuenta que aunque la memoria colectiva suele ser de corta duración, hay cosas que no se olvidan.

c.   La cantidad de recursos que se inviertan en la campaña: Se ha demostrado, dicen Brady y compañía, que sea cual sea el régimen electoral en el que se dispute el poder (esto es, si es una democracia perecedera, a medias o vibrante y plena), el candidato oficialista siempre tendrá la ventaja por el simple hecho de ocupar el poder, y si se quiere hacer una diferencia, se deberá gastar acordemente.

Factores a los cuales, de acuerdo a la experiencia boliviana, se podría añadir:

d.   La legitimidad del sistema de partidos: Se puede ser un partido pequeño, de recursos escasos, reciente y bajo ataque del oficialismo, como lo fue el propio MAS en 2002, y aún así se puede ganar una elección dependiendo de que tanto se haya agotado la fe de los votantes en los candidatos de siempre. Si la gente se aburrió del juego o ya no cree en él, cualquier outsider o forastero se convierte en algo a considerar seriamente.

Esto último no sucede ahora, pues aunque Mesa lidera un partido pequeño, novato y, según dicen, pobre, compite en un contexto donde las personas aún creen en el sistema de partidos y, sí, a pesar de los resultados del 21F; o al menos, no están tan descontentos como para salir a la calle y dar al traste con todo.

Lo que Mesa hizo mal y Morales hizo bien

Ahora bien, descontando aquellas variables que no podemos cambiar, entre las finitas pero de todos modos extensas posibilidades de acción que nuestros corredores tienen, los autores con los que iniciamos ésta reflexión encuentran tres tipos de acción que pueden hacer una diferencia y atraer un razonable caudal de votos hacia el molino propio, veamos cuales:

Primero, un político debe priorizar ciertos temas de una agenda colectiva que no siempre es pública, pero que debe interpretar. Debe resaltar temas que le preocupan a la gente y adoptar una posición “popularmente aceptable” al respecto. El cauto pachamamismo del gobierno y la economía verde de Mesa son, por ello, una obviedad, algo que sólo un candidato sin olfato olvidaría mencionar. Lo mismo en cuanto a luchar contra la violencia de género o la necesidad de transformar radicalmente la justicia, la salud y la educación. Mesa tuvo sus aciertos, Morales y Ortiz también.

Segundo, un candidato debe persuadir (o manipular si es que sus intenciones no son muy transparentes) no sólo a través del discurso sino también de las acciones y debe convencer. Esto es obvio, de que es él la mejor opción. En esto, la elaboración de una propuesta que parta de una lectura consciente de la realidad. Si la lectura coincide con el paradigma ideológico propio, pues mucho mejor. Piénsese en el nacionalismo étnico del MAS en el ocaso del neoliberalismo racista: un éxito.

Y tercero, debe informar y movilizar: debe, de alguna manera, educar al público y encontrar un electorado al cual también debe mover hasta físicamente, utilizando los medios necesarios y todos los recursos posibles. No sólo a los convencidos, sino a aquellos cuya fe tambalea. Según los autores, el hecho de haber llevado a un cabildo a mil personas dará una impresión de fortaleza que, extrañamente, convencerá también a muchos indecisos.

De los tres principales candidatos, es evidente que Evo Morales es el único con capacidad de movilizar a la gente y no es una explicación decir que solo se debe a su permanencia en el gobierno. Morales y el MAS siempre tuvieron capacidad de presencia y control territorial.

Aprovechar eventos y polarizar

Finalmente, los autores también señalan la importancia de los eventos, los sucesos parte aguas o momentos de quiebre, que pueden ser utilizados por los candidatos para beneficiarse o perjudicar al rival. Piénsese en el caso Zapata de 2016; posiblemente la apuesta de la oposición también en estas justas electorales. Cautela, para el gobierno; confidencialidad para la oposición.

Añadamos una reflexión final, que parte de la noción de clivaje. Tal vez la más pertinente e importante en éste artículo. La estrategia de todo candidato debe ser, pues, es polarizar… es decir, abrir clivajes que lo separen de su competencia. Si no logran diferenciarse del resto mediante la priorización de un tema, entonces no polarizan y si no polarizan no se convierten en una opción, pues ser una opción significaría ser diferente. Mesa no polarizó el voto: pensó que el clivaje era la defensa de la democracia, luego del medio ambiente, luego la justicia, pero no dio al clavo, y por falta de convicción. García Linera sí lo hizo, aunque con una retórica anticuada, la de q’aras vs t’aras, pero polarizó.

La agenda construida, muchas veces con muy buenas razones, por los intelectuales de la oposición pudo polarizar al electorado y convencer que había cosas que sí separaban a los bolivianos unos de otros, y que era conveniente apoyar al bando de Mesa; pero Mesa reconoció algunos logros del gobierno, y aunque se parapetó militantemente en la defensa de una democracia, (según él en peligro de muerte, pero no para la OEA), aún eso lo hizo con poco entusiasmo, con poca intensidad; una elección tan decisiva como la que se viene en octubre no era lugar para moderados.

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