La "4ta. transformación"

México en tiempos de las “benditas redes sociales”

J. Osvaldo Calle Quiñonez

El año 2018 será recordado por mucho tiempo en México. El 1 de julio de ese año Andrés Manuel López Obrador fue elegido presidente con el 53% de los votos y desde entonces comenzó lo que ya se llama la cuarta transformación de México.

Seis meses después, el 1 de diciembre, López Obrador, conocido como AMLO por sus iniciales, tomó las riendas de un país asolado por la corrupción y la criminalidad, cuyos niveles llegaron al dramático número de 87 personas asesinadas por día.

“No tengo derecho a fallar”, dijo AMLO en su discurso de posesión, a tono con la esperanza que su candidatura y posterior elección había despertado.

Nacido en Tabasco en 1953 en el seno de una familia de clase media, AMLO parece generar profundos sentimientos, ya sean de simpatía o rechazo. Hasta sus enemigos más acérrimos, como el escritor Enrique Krauze, dicen que es difícil no simpatizar con él. “Ser de izquierda, además de tener amor al pueblo y ser honesto, implica luchar para transformar. Eso es ser radical. Lo contrario es conservadurismo”, escribe López de sí mismo y así lo ven sus adversarios, como un radical.

AMLO comenzó su carrera política como militante del Partido Revolucionario Institucional (PRI), del que se separó cuando participó del movimiento liderado por Cuauhtemoc Cárdenas. En ese entonces ese movimiento pedía al PRI retomar los ideales de izquierda. De él surgió el Partido de la Revolución Democrática (PRD), partido con el que López llegó a ser jefe de Gobierno de México DF en el año 2000. Allí comenzó a mostrar lo que luego sería una característica de su gobierno. Se reunía todos los días con los periodistas. En ese tiempo por su trabajo como jefe de gobierno su índice de aprobación superaba el 80%.

De manera voluntaria o no se convirtió en una amenaza para el gobierno de Vicente Fox. Así en 2004 la Procuraduría General de México le inició un proceso de desafuero por desacato, aunque López rechazó la acusación y denunció un proceso contra él motivado políticamente. El caso derivaba de una expropiación realizada en el año 2000 en la gestión de Rosario Robles, antecesora de López, por lo que en México muchos consideraban que el proceso no era más que un intento para impedir su candidatura a la presidencia. Aun así, AMLO fue desaforado con los votos del PAN y del PRI, pero no fue acusado formalmente, porque ese proceso provocó tanta polémica, que su acusador, el procurador Rafael Macedo renunció a su cargo después de que más de un millón de personas participaran en una marcha en apoyo a López.

En 2006 participó en las elecciones generales en las que, según el Instituto Electoral Federal (IFE), obtuvo 35,29% de los votos frente al 35,91% de Felipe Calderón. AMLO no reconoció los resultados y por el contrario liderizó un movimiento que lo proclamó presidente legítimo de México. En 2012 volvió a candidatear a la presidencia logrando el 32,61% de los votos frente al 38,2% de Enrique Peña quien después fue declarado presidente.

En 2018 AMLO volvió a candidatear a la presidencia, ya no por el PRD sino por Morena, aunque como en las anteriores ocasiones su presencia polarizó el panorama electoral y tuvo que enfrentar lo que en México se llama campaña negra. Una de ellas fue la llamada operación Berlin que, financiada por empresarios y dirigida por Enrique Krauze, tenía el objetivo de desprestigiar a AMLO.  El traductor Ricardo Sevilla, quien presentó pruebas de su participación en esa operación, dijo que su tarea “consistía en elaborar materiales –que tenían una forzada careta periodística– para atacar la imagen del político tabasqueño. El rigor era mínimo. Se trataba, en el peor de los casos, de hacerlo parecer zafio, intolerante y, sobre todo, como un dictador”.

Si las guerras ayudaran a explicar lo que pasó en la campaña electoral de 2018, López estuvo casi todo el tiempo bajo el ataque convencional, frente a la cual no tenía posibilidades de respuesta. La respuesta y el contraataque salió desde las redes sociales, en las que AMLO que era el candidato más popular, y estaba organizada por los seguidores de Morena quienes comenzaron a elaborar historias desde un punto de vista diferente al de los grandes medios. En una especie de guerrilla mediática López y sus seguidores utilizaron las redes sociales no solo para responder a los ataques sino también para contraatacar. Así, cuando en enero de 2018 el entonces gobernante PRI denunció que Rusia y Venezuela apoyaban a López Obrador, él con ironía hizo un video en el que decía “ya soy Andrés Manuelovich”, se paró frente a un puerto para esperar la supuesta llegada de un submarino ruso y con sarcasmo agregó que “vive del oro de Moscú”, frases que fueron muy celebradas por sus seguidores de las redes sociales.

La tercera es la vencida, dice un aforismo latinoamericano. Así, en su tercer intento, en julio de 2018, AMLO fue elegido presidente con el 53,19% de votos. Ricardo Anaya, el segundo candidato, obtuvo sólo el 22.27%.

La 4ta. transformación

Ya como presidente electo las acciones de AMLO parecían anticipar un profundo cambio en la forma en la que gobierno y pueblo se relacionan. López Obrador rechazó la protección del Estado Mayor Presidencial, el organismo que con más de 6.000 efectivos se encargaba de la seguridad de los mandatarios, argumentando que el personal de seguridad le quitaba cercanía con la gente.

Sus antecesores, Felipe Calderón y Enrique Peña, fueron posesionados en medio de protestas y enfrentamientos. Cuando en El 1 de diciembre López se convirtió en el nuevo presidente mexicano, más de 160 mil personas llegaron hasta el zócalo de la ciudad de México para ser parte de las celebraciones.

Había comenzado lo que desde el gobierno se llama la cuarta transformación. La independencia del dominio español había sido la primera, la separación de la iglesia y estado fue la segunda y la revolución mexicana la tercera, procesos que se caracterizaron por la violencia empleada. AMLO insiste que la cuarta transformación se realiza de manera pacífica.

“Queremos acabar con la corrupción. En eso se resume nuestra propuesta, porque nada ha dañado más a México que la corrupción política; esa es la causa principal de la desigualdad social y de la inseguridad y la violencia, entre otros males que nos aquejan”, dice López Obrador, quien a diferencia de otros presidentes de izquierda no tiene un discurso confrontativo contra el gobierno de Estados Unidos, sino contra los corruptos, los neoliberales y sus defensores mediáticos a los que llama “fifís”.

A poco de llegar al gobierno López ordenó combatir el huachicoleo, es decir el robo de combustible que según estimaciones oficiales superó los tres mil millones de euros en 2018. La consecuencia inmediata fue la escasez de carburantes en varias gasolineras del país y se convirtió en la primera oportunidad para que la oposición ensaye sus ataques a AMLO. Empero todos los medios informaban que la población apoyaba las medidas del presidente.

Con la popularidad del presidente en alza, la oposición fue degradada casi a una figura decorativa y desprestigiada. Como en otros países el papel de la oposición comenzó a ser asumido por los grandes medios de comunicación y los llamados líderes de opinión.

“Callaron como momias cuando saqueaban y pisoteaban los derechos humanos y ahora gritan como pregoneros que es inconstitucional hacer justicia y desterrar la corrupción. No cabe duda de que la única doctrina de los conservadores es la hipocresía”, escribió López Obrador para responder a los opositores.

Las “mañaneras”

Víctima de un bloqueo informativo durante los 12 años en los que lideró la oposición, López Obrador recurrió a las redes sociales para hacer frente a los grandes medios. Sus conferencias de prensa, que a diario se realizan desde las 7 de la mañana, se han convertido en una forma de mantenerse en contacto permanente con la población.

Transmitidas por las redes sociales las “mañaneras”, como son conocidas coloquialmente, acaparan la audiencia de los mexicanos y se han convertido en una forma de gobernar, donde se presentan las políticas públicas, donde el presidente da instrucciones a su gabinete y donde se presentan problemas que aquejan a los pobladores. Esas “mañaneras”, para disgusto de sus opositores, son parte de una estrategia muy útil para eludir intermediarios, lo que es precisamente lo que López Obrador quiere.

“Sabemos del bloqueo informativo, las campañas de desprestigio; antes no podía uno defenderse, ni siquiera se aceptaba el derecho de réplica. No podía uno salirse del cerco informativo. Ahora, con las redes sociales, ya se puede: lanzan una calumnia y ahora ya se puede uno defender”, dijo el presidente en una de sus conferencias, declaraciones que, como otras fueron difundidas por sus seguidores por las diversas redes sociales.

Esas mañaneras se han convertido en el eje del gobierno con el que el presidente ejecuta su particular versión de “gobernar obedeciendo”. Él dice de manera constante vengan, pregunten lo que quieran y aquí lo resolvemos. En esas mañaneras él responde a las preguntas que los periodistas, representantes inoficiales del pueblo, le hacen.

Es una sobreexposición mediática que todos los asesores de imagen desaconsejarían, pero López Obrador no. Así, desde diciembre, de lunes a viernes, responde parado durante dos horas las preguntas que allí se le hacen. Por su parte los periodistas, antes pocas veces conocidos por la población, ahora están en el centro del escrutinio popular que califica las preguntas que realizan. Algunos llegaron a pedir no revelar sus nombres ni ser enfocados por las cámaras que transmiten las conferencias de prensa.

En ese nuevo centro de la política mexicana los periodistas deben definirse entre “fifís” y los que no lo son. Según el diccionario, fifí es una “persona presumida y que se ocupa de seguir las modas”, pero en la boca de López Obrador son los conservadores.

“(…) que no se entienda que es una cuestión de odios, de rencores. No, es decir: fuera máscaras, no aparentes ser liberal, independiente, libre, cuando eres un conservador que estás defendiendo a grupos de intereses creados y que estás al servicio de los que no quieren que en el país haya un cambio, que fuiste siempre aplaudidor, que quemaste incienso a los que se dedicaban a saquear a México”, dice.

Las benditas redes sociales

En México hay una confrontación entre gobierno y medios pocas veces puesta en evidencia. Por una parte, los grandes medios, que responden a grupos de poder económico, con generadores de opinión abiertamente contrarios a Lopez Obrador y por otra parte el presidente y sus seguidores, algunos de ellos se convirtieron en “Youtubers” que comentan, difunden las acciones del gobierno, denuncian problemas y polemizan con los generadores de opinión.

Sin las “benditas redes sociales”, como López Obrador las llama, él no sería presidente y su popularidad no sería tan elevada. Él lo sabe y lo dijo en una de sus conferencias. “La transformación que estamos viviendo tuvo que ver con una serie de factores, pero fundamentalmente este cambio lo hizo el pueblo y si hablamos de medios de comunicación quienes más contribuyeron fueron las redes sociales, no las revistas o los periódicos, o la radio y la televisión convencional. Pero de eso a que yo esté en contra de los medios, no. (…) Que todo el mundo se exprese y manifieste, que haya libertad plena, pero que también haya réplica”.

Pero para mal de los grandes medios, las redes sociales cada vez más adquieren mayor importancia, y al mismo tiempo la gran prensa tiene dificultades cada vez mayores, ya sea a nivel empresarial porque el gobierno bajó los niveles de publicidad y también entre los periodistas porque se les acabó el “chayo”, pagos que el gobierno realizaba para ganar lealtades.

En ese contexto se conoció con tintes de escándalo una lista de 36 periodistas que cobraron millonarias sumas de dinero en gestiones anteriores. En esa lista figuran nombres de conocidos periodistas hoy críticos al gobierno como Enrique Krauze, Raymundo Riva Palacio, Joaquín López Dóriga, Daniel Moreno y Ricardo Alemán. “Si lo que se buscaba era exhibir a periodistas cuyos medios tienen o tenían precaria audiencia y, pese a ello, se le pagaba al margen de las mínimas reglas del mercado entonces faltan algunos y sobran otros”, escribió Federico Arreola, uno de los periodistas cuyo nombre apareció en la lista. Ninguno de los nombrados negó la recepción de dineros, pero algunos intentaron de justificarlos aduciendo que se trataba de publicidad. La lista fue reproducida en los canales de las redes sociales con el consiguiente descrédito para los implicados.

 


Los nuevos tiempos

En la actualidad las redes sociales son cada vez más importantes. Los periodistas que no se adaptaron a esa realidad todavía añoran sus viejos privilegios y no aceptan el trato igualitario con los nuevos periodistas, los “youtubers”. “El tiempo y los recursos deben emplearse con los comunicadores y sus medios en una rigurosa relación de conveniencia. Importan los grandes y ocasionalmente los medianos, pero no hay que distraer esfuerzos con periodistas o medios irrelevantes”, escribe el periodista Luis Soto.

El problema para estos periodistas es que los medios irrelevantes, parecen ya no serlo, en tanto que los grandes medios atraviesan por problemas que en algunos casos los obliga a cerrar sus puertas.

El caso paradigmático es el de Televisa. Esta empresa, considerada hasta hace unos años una de las más poderosas a nivel de medios de comunicación, se encuentra sumida en una crisis debido a la pérdida de audiencia, bajas ventas de contenidos y la irrupción de otros sistemas de comunicación y entretenimiento. Las acciones de esa empresa estaban cotizadas en 12,58 dólares a inicios de diciembre de 2018, pero el 19 de julio de 2019 sus acciones sólo valían 9 dólares, un 29% menos. La situación no es diferente en TV Azteca, ni en otros medios. Los periodistas estrella también comenzaron a sentir esa crisis. Galilea Montijo, la presentadora mejor pagada de México, fue obligada a bajar su de 1,2 millones de pesos mexicanos (unos 56 mil euros) a 800 mil pesos (unos 37.480 euros). Para otros el recorte significó su retiro.

En contrapartida en internet hay cada vez más youtubers que incursionaron en la política y comenzaron a generar una nueva narrativa sobre la realidad.

“Ha habido una gran actividad en YouTube de, en su gran mayoría, jóvenes que han encontrado por esta vía una forma de expresarse, de plantear sus puntos de vista y me parece que además de impactar y de obligar a cambios y a un nuevo entendimiento a los medios de comunicación tradicionales y convencionales que hemos seguido durante mucho tiempo atenidos a viejas reglas y viejas fórmulas las cuales han sido superadas en términos numéricos y de influencia entre la gente”, dijo el periodista Julio Hernández al entrevistar a un grupo de youtubers que participaron en la mañanera de López Obrador.

“Estamos redefiniendo el concepto de periodismo”, respondió el youtuber Nacho Rodríguez.

Esa nueva forma de hacer periodismo, más ágil, interactiva con su audiencia y también comprometida con una idea, sin dejar de ser objetivos, hizo que los youtubers sean ya competidores de la televisión. De hecho, en promedio 2 millones de personas ven el noticiero de Televisa, un número similar al número de visitas diarias que recibe el canal del youtuber político Campecheando. Como este ya hay decenas de canales, algunos de los cuales se declaran defensores de la cuarta transformación. Estos Youtubers tienen variopintas posiciones muy lejos de ser unitaria, e incluso hay pugnas entre ellos. Algunos tienen formación académica, otros no, algunos son jóvenes, otros no tanto y lo son de distintas regiones.

El gran unificador es el presidente. Por eso es que los ataques a Obrador desde los grandes medios son respondidos en las redes sociales con un impacto que ya no puede ser soslayado. El periodista de Univisión, Jorge Ramos, conocido por su estilo confrontativo, conoció las respuestas de las redes sociales cuando en una conferencia mañanera increpó a López Obrador. El incidente provocó un áspero debate en las redes sociales en las que se criticó con dureza a Ramos. “Si ustedes se pasan, pues ya saben lo que sucede“, dijo AMLO días más tarde, declaración que fue interpretada por parte de los periodistas como una amenaza.

Tan influyentes son las mañaneras que sus opositores las temen. Por eso es que a pedido del PAN el Instituto Nacional Electoral ordenó suspender su transmisión por tres días, ya que eran consideradas parte de una campaña electoral. Pero incluso esa suspensión fue superada porque, como una constatación del cambio en el panorama político-social, las redes sociales las transmitieron de todas mañaneras.

Si uno se informara sólo por lo que dicen los medios de comunicación probablemente tendría una visión equivocada de la realidad mexicana. Una parte de la realidad sólo está mostrada en los canales alternativos de difusión, en los nuevos medios en los que se produce y genera una narrativa diferente a la conocida. En esos medios los antes sacrosantos generadores de opinión, son conocidos como “chayoteros” o “fifís”, adjetivos que no son nuevas, pero que nunca habían sido repetidas de manera tan pública como hasta ahora.

Desde la mañanera, la que a veces se realiza en otras regiones del país, López Obrador tiene la iniciativa y sabe que su mayor oposición está en los medios de comunicación y la justicia. Sin las benditas redes sociales, López Obrador tendría pocas posibilidades de hacerles frente. Por eso intenta que todo el país tenga conexión a internet, para cerrar la brecha digital, pero también para que la nueva narrativa de los nuevos medios llegue, como la internet, a todos.

López sabe que, sin el apoyo de los periodistas, su esfuerzo transformador terminará truncado por los fifís, por los conservadores. Por eso repite con insistencia su llamado a sumarse a la cuarta transformación. “Sí, los periodistas mejores que ha habido en la historia de México, los de la República restaurada, todos, tomaron partido. Y es que es muy cómodo decir: ‘Yo soy independiente o el periodismo no tiene por qué tomar partido, o apostar a la transformación’. Entonces, es nada más analizar la realidad, criticar la realidad, pero no transformarla”, dijo.

Por ahora, con algunas excepciones, los más conocidos periodistas en el mejor de los casos están en una posición de observadores, la mayoría está en el bando “fifí”. Pero eso no significa que no se esté elaborando un nuevo discurso acorde a los tiempos. Se sabe que la historia no la hacen los grandes hombres, sino las grandes causas.

J. Osvaldo Calle Quiñonez

Periodista especializado en economía. Trabajó en el Semanario Aquí, los periódicos, La Razón, Ultima Hora, Hoy, La Prensa y el semanario Pulso. En 2000 incursionó en el periodismo electrónico organizando el sitio report-e.com y en la actualidad dirige el periódico por Internet www.bolpress.com.
Ha escrito libros sobre los procesos de reforma económica y es colaborador de publicaciones en México, España y Bélgica. En la actualidad reside en Alemania.

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