María Teresa Zegada /

Clase media indígena: globalización desde abajo

Hay un debate, y no solo en Bolivia, sobre las “clases medias”. Normalmente era un sector que lo medíamos a través del ingreso económico, de sus condiciones de vida. Pero  no se trata solo de un problema del ingreso económico, sino también de una condición social, cultural, simbólica, indentitaria inclusive

 

Iván Bustillos / La Razón

Hay un sector de clase media en el país, detalla la socióloga cochabambina María Teresa Zegada Claure, cuya “distinción se produce a través de capitales simbólicos anclados en la hibridez o la fusión”, una hibridez que combina lo ancestral y la modernidad y no se hace problema en expresarse en enunciaciones y autodenominaciones como “t’ara star”, “tecno tronic aymara”, “electro aymaras”, “hip hop de El Alto”, o “aymara fest”… Este segmento social está un poco retratado en el ensayo Clases medias emergentes, en el libro (de varios autores) Chicha y limonada. Las clases medias en Bolivia. Ceres/Plural, La Paz, diciembre de 2018.

— ¿Quiénes son parte de esta peculiar clase media?

— Hay un debate, y no solo en Bolivia, sobre las “clases medias”. Normalmente era un sector que lo medíamos a través del ingreso económico, de sus condiciones de vida. Salir de la pobreza era acceder a la “clase media”. Pero con el tiempo y las investigaciones, todos nos dimos cuenta de que no se trata solo de un problema del ingreso económico, sino también de una condición social, cultural, simbólica, indentitaria inclusive. El caso que yo trabajé es un sector social que ha logrado mejorar sus condiciones de vida a través de su inserción en el circuito comercial no solo del país, sino que son sectores que rápidamente se han vinculado con la globalización, son grandes importadores de productos de China o de otros lugares, y que han generado un gran mercado en el país.

— No es el gran comerciante tipo; sin embargo, parece. 

— Su emergencia y su visibilización se ha dado por el efecto no esperado de la globalización en el mundo, pero mientras que la globalización implica un intercambio formal, a nivel de mercados financieros y demás, con este sector se ha creado lo que se llama una suerte de “globalización desde abajo”; apareció todo un sector social que ha empezado a acceder a ese mercado y a hacer negocios de manera informal; es más, sorteando al Estado, tratando de que los impuestos y las aduanas no les afecten en sus ganancias.

— En el texto habla de que es un sector de clase media con una trayectoria generacional.

— Se hizo esa reconstrucción histórica con base en testimonios de los actuales comerciantes; les preguntamos cuál ha sido un poco su trayectoria; y sí se puede ver que hay un tema generacional: sus padres llegaron a los mercados paceños en los 60, 70, más para insertarse a un mercado local; pero los hijos ya han alzado vuelo hacia el mundo hipermoderno, como es el mercado de China. Ya tienen incluso productos patentados que traen de China para ponerle su propia marca, y tienen otras aspiraciones con relación a sus padres, otra visión sobre el futuro de sus hijos.

— También se la describe como una “burguesía de segunda”, en el sentido de que “invade” el mundo global pero desde los bordes del capitalismo, como excluidos.

— Lo que hemos podido ver es que estarían viviendo en una suerte de transición; todavía no está muy definido hacia dónde se va a dirigir este sector; si bien en términos económicos puede ser hasta más poderoso que las denominadas clases medias tradicionales, pero no está claro su destino, si buscan convertirse en parte de esta burguesía tradicional, o no, o generar un sector social alternativo; eso amerita un estudio que estamos intentando hacer sobre hábitos de consumo cultural, sobre integración en términos, digamos, de incluir a sus hijos en los colegios más caros de nuestras ciudades, o no hacerlo, o buscarles otro futuro. Está en polémica su integración y también si eso será posible porque también en sectores de la burguesía tradicional hay cierto prejuicio respecto de estos nuevos sectores. Es un sector en transición que está ascendiendo, pero también es un problema hasta dónde este su ascenso es sostenible en el tiempo, porque en esa su inserción depende de los mercados mundiales y probablemente una crisis de ese mercado también provoque que nuevamente queden marginados.

— Otro problema es que también tiende a evadir lo estatal, incurrir en el contrabando.

— Desde la época de la colonia, cuando el mercado formal estaba dominado por los españoles, empezó a generarse, ya en ese tiempo, sobre todo en La Paz, un circuito comercial paralelo al de la colonia, integrado justamente por sectores indígenas, que empezaron a movilizarse con el comercio de la época, al margen del control estatal, y eso, con más o menos intensidad, se ha mantenido así. Ellos, para mantener sus ganancias, sus capacidades adquisitivas, prefieren sortear la legalidad; por eso entra en discusión el concepto de la informalidad, sectores que no están registrados, como debería ser, en las cuentas nacionales. El Estado con ellos está como teniendo cuidado, no termina de definir una política clara, porque sabe que son un sector económicamente poderoso y cuantitativamente muy grande; tampoco quiere tener una disputa con ellos.

— Una de las cosas más interesantes es la forma de vivir su riqueza, en la fiesta, en los cholets, rituales andinos con cosas importadas de China. 

— El hecho de ser más poderosos económicamente no los ha sacado de su identidad, de prácticas y rituales culturales. Los momentos de exhibición de su riqueza no son como de la burguesía tradicional, que gasta en viajes, compra de artículos finos; sino más bien el momento de ostentación de ese poder económico está en las fiestas, como Gran Poder u otras patronales, donde hacen una exhibición de telas y otros artículos que importa de China. Continúa en una lógica del preste; no hay un abandono de sus prácticas culturales, sino más bien una especie de simbiosis, de mezcla con los elementos a los que están accediendo a través del mercado, de la tecnología.

— También señala que es un sector heterogéneo y abigarrado, hay desde el empresario grande hasta el cuentapropista.

— Es muy diverso. También parece que hay un proceso de diferenciación interna, en el sentido de que algunos de los comerciantes dependen de otros, trabajan para otros; eso tampoco está regulado por ninguna ley laboral: hay sectores que controlan varios sitios de venta, y hay otros que tienen que alquilar esos sitios a los propios comerciantes; hay mecanismos de diferenciación, que involucran ciertas contradicciones internas.

— Cita el caso del MegaCenter, cuando hubo la Línea Verde del Teleférico, que conectó directamente El Alto con la zona Sur…

— Probablemente estas reacciones también son producto de este mundo en transición: no involucra solo el ascenso de estos sectores o la ocupación de ciertos espacios, sino también en su relación con el otro. ¿Cuál es la reacción del otro ante este nuevo visitante, que también viene a compartir estos espacios? En Bolivia lamentablemente hemos heredado una cultura, en la historia larga, de discriminación, prejuicio, incluso racismo, que creo que ha sufrido cambios importantes en los últimos años. Yo le atribuyo mucho a la acción del Gobierno, la propia idea del presidente indígena, la inclusión, aunque sea formal en términos de la Constitución de los pueblos indígenas; el pluralismo, la ley contra el racismo, son acciones que han ido generando un proceso inclusivo, facilitando de alguna manera a estos sectores a participar de una manera más activa en estos mundos que antes eran ajenos y a neutralizar, aunque sea solo en la ley, esos prejuicios y esas agresiones. No se logró todo, pero es un paso importante, y pienso que eso no va a revertirse, no hay vuelta atrás.

 

María Teresa Zegada: “Es un sector donde no hay la capacidad de una cohesión política detrás de alguien; no tienen una identidad política clara, como los cocaleros, por ejemplo; pero es un sector que hay que mirar con mucho cuidado para ver cuánto puede influir en lo que pase en el país”.

Datos

Nombre: María Teresa Zegada Claure

Profesión: Socióloga, con Maestría en Ciencia Política y Doctorado en Procesos Sociales y Políticos en América Latina (Chile).

Perfil

Ha escrito, con otros autores: La democracia desde los márgenes. Transformaciones en el campo político; El espejo de la sociedad. Poder y representación en Bolivia.

Nuevos capitalistas y Gran Poder

Carlos Toranzos / Página Siete
miércoles, 06 de marzo de 2019 · 00:12

Muy lejos han quedado aquellos días en que la fiesta del Gran Poder estaba oculta, cerca de la iglesia del Rosario. No era clandestina, pero era una festividad oculta, aunque nada marginal.

Desde hace décadas ese acontecimiento ya mostraba signos que ahora hay que remarcarlos en mayúsculas, se trataba de una fiesta en la cual se mezclaban los códigos religiosos con elementos sociales, culturales, pero, ante todo, con claves económicas dignas de resaltar, pues se refería al surgimiento de nuevas fracciones de burguesías, ante todo, comerciales. Es decir, significaba la emergencia de nuevas capas de capitalistas, de esas a quienes la sociología tradicional les negaba el carácter de burguesía, pues las veían solamente como capas de cholos acomodados.

No eran los indígenas o los pueblos originarios quienes realizaban la fiesta, tampoco eran los campesinos, tampoco eran sectores populares empobrecidos los que danzaban ofreciendo su culto al Señor de Gran Poder; más bien, se puede percibir que desde décadas atrás, en el Gran Poder los protagonistas eran sectores mestizos, clases medias populares, pero buena parte de ellas, una burguesía chola adinerada, de ésas que no confraternizaban en el Círculo de la Unión, sino que lo hacían en los grandes salones de fiestas.

Estas nuevas fracciones de la burguesía no son un producto del proceso de cambio, su data de surgimiento es mucho más añeja. Hablamos de clases medias populares  que son producto de la democratización económica abierta por la Revolución Nacional de abril de 1952.

Nos referimos a quienes controlaban el transporte interprovincial, interdepartamental e internacional,  contrabandistas, dueños de metalmecánicas, comerciantes de los barrios de Chijini, de la Eloy Salmón, de la Huyustus o de las decenas de canchas que hay en Bolivia, carniceros, dueños del comercio de abarrotes, maestras de mercados, empresarios dueños de pequeños emprendimientos, choferes de taxis y de transporte urbano. Uno que otro empleado público y muchos etcéteras más, pero con importantes peculios económicos.

De esas clases medias populares, una fracción, ésa que está en la cúspide de la pirámide, es la que se convirtió en burguesía chola o burguesía cunumi, es la que pasó a generar una nueva capa de los capitalistas bolivianos.

En el Gran Poder había y existe un fuerte código económico que indica un nuevo tipo de acumulación, especialmente en el campo comercial, muy distinto al de los empresariados tradicionales de las oligarquías o de las élites del pasado.

Junto a eso, el dato resaltable es la presencia de nuevos actores mestizos, de actores fundamentalmente urbanos y no rurales. Claro que ellos son portadores de culturas traídas desde sus mundos rurales, pero que se complejizaron en su existencia cotidiana en mundos urbanos muy ligados al desarrollo de economías de mercado, a veces contactadas con lógicas de reciprocidad, varias veces materializadas en los presteríos frecuentes que hay en las ciudades.

La burguesía chola mezcla culturas populares con desarrollo del capitalismo y realiza un ensamble con la globalización. No en vano, en manos de ellos está parte importante de la conexión comercial con China. Esas burguesías cholas y cunumis son parte nodal de las nuevas élites económicas.

Desde hace unas tres décadas o más, el Gran Poder ha tomado a toda la ciudad de La Paz y controla el centro de la misma, por medio de él se ha visibilizado el mestizaje adinerado, ha resaltado la existencia de burguesías cholas y de nuevas clases medias populares adineradas que controlan una buena parte de la economía nacional.

El Gran Poder lo que ha hecho en todo el país es resaltar la diversidad cultural, económica y religiosa que hay en Bolivia, pero lo ha hecho fundamentalmente con un acento mestizo, con una fuerte marca urbana y no rural; con un acento económico muy fuerte que se liga a las lógicas de mercado y de acumulación; por tanto, que no vive solamente en la lógica de la reciprocidad, sino más bien que habita en los territorios de la globalización económica.

No en vano es clave el estribillo de la morenada que dice “cuánto tienes, cuánto vales, amor mío, si no tienes, yo te pago”. Es que aquí, más fuerte que la simbología religiosa está la del equivalente general, pero de un neoliberalismo popular, de ese que sigue las pautas de los negocios y de la acumulación capitalista como su norte de existencia.

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