El juego de la correlación de fuerzas Raúl Prada Alcoreza

El juego de la correlación de fuerzas

Raúl Prada Alcoreza

El juego de la correlación de fuerzas

Raúl Prada Alcoreza

El contenido de estas páginas no refleja necesariamente la opinión de Bolpress

Tal parece que el “gobierno progresista”, en plena crisis tanto de gubernamentalidad como política, por su falta de convocatoria, incluso por su ausencia ideológica, pues solo atina a repetir viejos argumentos des-contextuados, usados como si se tratara de las mismas coyunturas donde alguna vez se pronunciaron, juega a la correlación de fuerzas; es decir, intenta acumular, disponer y desplegar fuerzas que sean cuantitativamente mayores a las fuerzas que se oponen, que resisten, que interpelan, incluso, algunas han entrado en franca ofensiva al régimen. Se trata de fuerzas que se mueven en distintos planos y se ejercen de manera diferente, teniendo también connotaciones distintas. Por una parte, el gobierno cuenta con la disponibilidad de fuerzas institucionales del Estado; se suma a esta disponibilidad su convocatoria efectiva, que se circunscribe a la región del Chapare, también se suman las redes clientelares, que sostienen una relación prebendal con el gobierno. Entre éstas se encuentran los mal llamados “movimientos sociales”, que no son tales pues no responden a la movilización social sino al pedido y estímulo gubernamental. También las deterioradas organizaciones sociales, sobre todo sindicales, cooptadas por el MAS. A estas fuerzas, que las llamaremos oficialistas, se oponen otras fuerzas, no menos mezcladas, que corresponden, desde las más visibles, a los partidos de “oposición”; de manera distinta a la actitud y el perfil de los partidos de “oposición” aparecen las plataformas ciudadanas, autodenominadas “plataformas del 21f”, refiriéndose a la victoria del 21 de febrero de 2016, cuando en el referéndum sobre la reforma constitucional el pueblo dijo NO a la repostulación del presidente. Otras fuerzas resisten, se oponen, critican e interpelan al “gobierno progresista”; estas son las que se identifican con las naciones y pueblos indígenas de tierras altas y de tierras bajas. Casi en el mismo sentido de las resistencias sociales reaparecen los movimientos sociales anti-sistémicos; fuera de las movilizaciones de las naciones y pueblos indígenas por sus territorios y sus derechos, consagrados en la Constitución, reaparecen los movimientos sociales regionales, como el de la defensa de la hoja de coca tradicional de los Yungas. Así mismo, otro movimiento social regional o local es el de Achacachi, que se enfrentó a la corrupción galopante del municipio, incluso interpelo al gobierno por su complicidad y connivencia con la corrupción. Recientemente han emergido iniciales actitudes proclives a la acción directa, al ejercicio de la democracia directa, convocando a la sublevación contra un gobierno, considerado despótico, tirano y de evidente dictadura.

Como se puede ver, las fuerzas que enfrentan al “gobierno progresista” son disimiles, además que no pueden considerarse aditivas, como en el caso de las fuerzas, también mezcladas y diferentes, que congrega el oficialismo. Si hay algo que unifica a todas estas fuerzas es el estar en contra de la repostulación de Evo Morales Ayma, la habilitación del presidente y el vicepresidente y, recientemente, contra el golpe de Estado perpetrado por el TSE, que habilita legalmente a estos candidatos mencionados. Sin embargo, los objetivos que persiguen son claramente diferentes; así como las estrategias que se emplean, además de las interpretaciones que hacen de la coyuntura. Para los partidos de “oposición” se trata de disputar en las elecciones de 2019, a pesar de que sean inconstitucionales; para las plataformas del 21f – hablamos de las plataformas ciudadanas que no se han adherido a la formación de un frente de “oposición” – se trata de evitar elecciones con candidatos inhabilitados por el referéndum. Para los movimientos sociales anti-sistémicos resurgidos se trata de retomar la lucha social de liberación, descolonizadora y autogestionaria, truncada por la asunción al gobierno de la expresión política-ideológica neopopulista. Para las movilizaciones de las naciones y pueblos indígenas se trata de un enfrentamiento radical contra la nueva versión de la colonialidad y el modelo extractivista depredador. Para el incipiente movimiento subversivo se trata de la sublevación general y la búsqueda de consensos para conformar autogobiernos.

A primera vista puede parecer que el conglomerado de fuerzas oficialista suma más que el conglomerado de fuerzas que enfrentan al “gobierno progresista”; sin embargo, ninguno de los conglomerados puede ser definido como cohesionado; está lejos de llegar a ser un bloque. En el conglomerado oficialista no llegan articular plenamente las fuerzas institucionales con las fuerzas clientelares, tampoco con las fuerzas sindicales. Se trata de un amarre, mas bien, provisorio, dependiendo del alcance de la asociación prebendal. Si se mira mejor, cuantitativamente, el conglomerado de fuerzas que enfrentan al gobierno es mayor; sin embargo, tienen una mayor desventaja en cuanto a aproximaciones cohesivas que el conglomerado oficialista. Por eso se puede decir que el desenlace en la coyuntura, álgida y de crisis acuciante, es incierto.

Empero, se puede conjeturar no desenlaces, tampoco escenarios, sino congruencias de cualquier desenlace o escenario que pueda efectuarse y realizarse. Si el “gobierno progresista” logra imponer su golpe de Estado jurídico-político, consiguiendo que las elecciones inconstitucionales se realicen, la congruencia de la composición política que devenga será inconsistente; como lo que ocurre en Venezuela. Donde el régimen populista del “socialismo del siglo XXI” en crisis impuso elecciones inconstitucionales y, a través de las mismas, a la Asamblea Constituyente trucha, ganándolas mayoritariamente. A pesar de esta maniobra el Gobierno de Nicolas Maduro no logra legitimarse, a pesar de haberse legalizado mediante la victoria forzada de la Asamblea Constituyente. La crisis política perdura, irradia y se desplaza demoledoramente, afectando globalmente a la forma de gubernamentalidad clientelar. Ingenuamente los partidos de “oposición” creen que pueden ganar las elecciones, considerando que la mayoría del pueblo está en contra de la reelección del presidente. Lo que olvidan es que las distintas fuerzas del conglomerado “anti-oficialista” están en contra de distinta manera, desde diferentes perspectivas y con disímiles objetivos. Además, una parte de las fuerzas no están de acuerdo con ir a avalar las elecciones. En este caso, que el gobierno imponga las elecciones inconstitucionales, todo indica a que va a ganar las elecciones de una u otra manera. Entonces, por así decirlo, estamos ante una minoría oficialista que puede convertir su conglomerado de fuerzas en una victoria electoral; y estamos ante una mayoría opuesta al régimen que no puede convertir su conglomerado de fuerzas en una victoria electoral.

Sin embargo, como lo que viene no es lo preformado por la fatalidad, sino el desenlace de la correlación de fuerzas, lo que suceda depende de la composición de la correlación de fuerzas; por eso mismo depende de la constelación de voluntades singulares. Si hay convergencias en esta constelación de voluntades singulares, entonces la construcción de la decisión política esta en camino, es más, la construcción de la acción colectiva está en elaboración y emergiendo. Como se puede ver, los posibles desenlaces dependen de la conformación de estas convergencias, de estas elaboraciones y estas construcciones de las voluntades singulares, las decisiones y las acciones.

En los espesores de la coyuntura boliviana la configuración de la correlación de fuerzas está en juego, las formas de las fuerzas, sus perfiles y tendencias, han salido, por así decirlo a la palestra, pero no han definido todavía sus alcances. Están como en gestación. Los partidos de “oposición” han ingresado al juego electoral en condiciones adversas para éstos; el partido gubernamental ha ingresado en campaña electoral en condiciones de favorables, definidas por el golpe de estado jurídico-político, perpetrado por el TSE; las plataformas ciudadanas, podríamos llamarlas “auténticas”, continúan con su arremetida contra el golpe de Estado y defendiendo el referéndum del 21 de febrero; las organizaciones indígenas orgánicas han efectuado la denuncia internacional del atropello a sus derechos, consagrados en la Constitución y en la declaración de Naciones Unidas sobre pueblos indígenas; las incipientes, todavía, fuerzas subversivas han intentando convocar a la sublevación con una marcha. En este panorama los medios de comunicación juegan un papel tibio, nada comprometido; solo atinan a difundir información, tomando en cuenta las versiones de un lado y de otro. Las instituciones religiosas, sobre todo la iglesia católica, se hallan en medio de la tormenta política; se pronuncian sobre temas polémicos como el del aborto, además de pedir el respeto a los resultados del referéndum. A pesar de que el gobierno cuenta con la disponibilidad de fuerzas del Estado, no logra controlar la situación de crisis política; la conjunción de fuerzas adversas al gobierno no forma un bloque, lo que incide en la dispersión de sus incidencias, que tienen distintos objetivos. En resumidas cuentas, nadie tiene el suficiente peso como para definir una resultante en el juego de la correlación de fuerzas. Aunque el gobierno logre imponerse en lo de la realización de elecciones truchas, ese desenlace no deja de ser incierto, no tanto por si gana o no las elecciones – que para el oficialismo se tiene descontado que va a ganar, pues lo tiene preparado todo -, sino por la insostenibilidad a mediano plazo de elecciones fraudulentas, en un contexto donde la correlación de fuerzas no está definida. ¿De qué depende que esto ocurra?

Para que el gobierno logre sostener las elecciones fraudulentas requiere sostener una constante espiral de violencia, para esto requiere de lograr concentrar obedientemente los dispositivos de emergencia del Estado, el ejército y la policía; pero, además, requiere legitimar estas acciones con la movilización de sus propias fuerzas sociales, las organizaciones cooptadas. Tener el control casi total de los medios de comunicación, mucho más que antes. Todo esto de alguna manera aposentado en un funcionamiento económico en equilibrio o en crecimiento. Aunque aparentemente se puede decir que esto parece ocurrir, salvo la situación económica, que se encuentra en franca crisis, efectivamente este no es el caso, pues el desgaste es notorio en el conjunto de aparatos gubernamentales. Para que los partidos de “oposición” logren sus objetivos tendrían que ganar las elecciones, algo que no parece probable, a pesar de las campañas publicistas que se disfrazan de encuestas. Para que la defensa ciudadana de la democracia logre hacer respetar la voluntad popular, expresada en el referéndum, requiere de una coalición de fuerzas mayor; por ejemplo, contar con la alianza de los movimientos sociales anti-sistémicos, que renacen. Para que los movimientos sociales anti-sistémicos logren retomar el curso de las transformaciones estructurales e institucionales se requiere de su expansión e irradiación a todo el pueblo; pero, para esto hace falta consensos y sobre todo autocríticas. Para que el incipiente movimiento subversivo logre romper el círculo vicioso del poder se requiere que el pueblo comprenda que para cumplir con su responsabilidad histórica y ecológica se quiere clausurar las genealogías del poder y construir otros mundos posibles.

Raúl Prada Alcoreza

Escritor, artesano de poiesis, crítico y activista ácrata. Entre sus últimos libros de ensayo y análisis crítico se encuentran Anacronismos discursivos y estructuras de poder, Estado policial, El lado oscuro del poder, Devenir fenología y devenir complejidad. Entre sus poemarios – con el seudónimo de Sebastiano Monada - se hallan Alboradas crepusculares, Intuición poética, Eterno nacimiento de la rebelión, Subversión afectiva. Ensayos, análisis críticos y poemarios publicados en Amazon.

Atrás