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Lo que ocurre hoy en Nicaragua es parte de ese mismo libreto concebido en Washington  y fomentado, generalmente, desde Miami. (¿Hay algún parecido con protestas en Bolivia?)

Nicaragua y Venezuela: El mismo guión en escenarios diferentes

(Granma- Cambio). Autor: Elson Concepción Pérez | internet@granma.cu

Los estrategas estadounidenses, los que se devanan los sesos en busca de fórmulas para acabar con los gobiernos progresistas, tienen un mismo guion en su afán por cumplir sus objetivos.

Por eso es tan importante conocer, estudiar y tener en cuenta las experiencias de uno u otro país asediado por las malsanas iniciativas imperiales.
No se puede perder la brújula porque el enemigo, desde fuera y desde dentro, usa muchos recursos y todos los medios posibles para derribar gobiernos, crear caos e ingobernabilidad.

Lo que ocurre hoy en Nicaragua es parte de ese mismo libreto concebido en Washington  y fomentado, generalmente, desde Miami.

En lo interno, el uso –bien pagado por supuesto– de alguna que otra organización o grupo no afín a las autoridades locales, constituye caldo de cultivo de esos planes subversivos. Del resto se encargan los grandes medios de comunicación que van creando una matriz de opinión hipercrítica para fomentar protestas e incentivar el desorden.

Nicaragua vive momentos tensos en los que grupos de marginales insertados entre jóvenes y pagados por los que se oponen al sistema sandinista, ya han cobrado la vida de más de una decena de ciudadanos y han arremetido contra instalaciones comerciales, radiales y otras, principalmente gubernamentales.

El guion contra la Nicaragua de Sandino y Carlos Fonseca Amador se usó antes contra Venezuela. Nunca olvidar que en la tierra de Bolívar y Chávez, los llamados «opositores», con sus guarimbas, quemaron vivas a personas, usaron francotiradores para matar a ciudadanos, hicieron sabotajes contra el sistema eléctrico y fomentaron un clima de terror cuyo fin era acabar con la Revolución Bolivariana, la misma que ha dado viviendas a varios millones de familias pobres y ha llevado los servicios de salud –de calidad y gratuitos– hasta los más intrincados lugares de la geografía de esa nación.

El imperio y la oligarquía nacional no perdonan que sea Venezuela un país libre de analfabetismo, gracias al sistema de aprendizaje «Yo sí puedo», y que los más desposeídos hoy tengan acceso pleno a la cultura y al deporte. No perdonan no continuar siendo los dueños de las grandes riquezas petroleras del país.

La resistencia del pueblo bolivariano y la sabia guía de sus dirigentes han dado al traste con los planes imperiales, pero se sabe muy bien que las amenazas no han cesado, más bien se incrementan con sanciones económicas y comerciales, y manipulando el poder de los grandes medios de información a su servicio.

La experiencia indica que estos males, cuando no se atajan a tiempo, pueden asumir cierto protagonismo mediático y formar parte así del polvorín que se crea para dar la sensación de caos e ingobernabilidad.

Para detener a los desestabilizadores, a los que queman y matan seres humanos o a los que destruyen bienes del pueblo, la solución es el uso de la ley, aplicada con severidad, y según cada caso. Las leyes se hacen para cumplirse y no para ser violadas por elementos violentos, mercenarios y otros componentes al servicio de quienes pagan desde Washington.

Recuerdo cuando Cuba fue sometida a todo tipo de provocaciones, bombardeos, infiltración de armas, sabotajes criminales, y hasta la invasión por Girón. La decisiva y rápida respuesta del pueblo, sus fuerzas militares, del orden interior y la certera dirección política, actuaron con valentía, decisión y rapidez para extirpar el cáncer antes que hiciera metástasis.

No hay que renunciar al diálogo cuando este es bien conducido, quizá sin necesidad de intermediarios. Tampoco se pueden aceptar imposiciones foráneas ni de mercenarios internos agazapados en organizaciones no gubernamentales. Con los violadores de la ley la única salida es aplicarles la ley.

El diálogo debe estimularse con la participación del Gobierno y la ciudadanía. Oír criterios, razonar soluciones. Ser flexibles, pero a la vez enérgicos en la defensa de lo que se ha construido gracias a procesos revolucionarios genuinos apoyados por el pueblo.

En ningún caso podrían tener asiento en una mesa de diálogo los que cobran salarios como mercenarios al servicio de una potencia extranjera.

El pueblo, los jóvenes, en su gran mayoría, no aceptan actos violentos como los que ocurren hoy en ciudades nicaragüenses. Ellos defienden los logros sociales, los beneficios de salud, educación, cultura y otros.

Las conquistas de los procesos revolucionarios y populares que tienen lugar en Venezuela y Nicaragua, constituyen un patrimonio demasiado grande como para ponerlo en juego y permitir que unos delincuentes pagados por opositores lo echen abajo.

En momentos como estos, nunca podemos olvidar el consejo de Ernesto Che Guevara cuando nos llamó a no ceder ante el imperialismo «ni un tantico así».

Y la experiencia nos demuestra que detrás de todas estas acciones violentas, las anteriores en Venezuela y las de ahora en Nicaragua, está el poder mayor, el que no se conforma con las crueles sanciones económicas contra nuestros pueblos, y apuesta a la variante desestabilizadora del caos y la ingobernabilidad.

NICARAGUA Y VENEZUELA: SIETE COINCIDENCIAS

Armamento no convencional:
Uso de armas artesanales para enfrentar a cuerpos de seguridad busca crear una línea difusa entre la protesta pacífica y las tácticas de subversión y guerra urbana, que lleva a muertes endosadas al Gobierno, en el marco de un expediente sobre «violación de derechos humanos».

Campañas de rumores:
Informaciones no confirmadas son generadas por operadores de guerra sicológica; utilizan las redes sociales, crean zozobra y pánico. En el 2017, en Venezuela, dirigentes opositores encabezaron una campaña de rumor para vincular al Gobierno con el uso de armas químicas y atraer a los medios internacionales.  Así ocurrió en Nicaragua donde vincularon al Gobierno con el uso de armas químicas, una mentira que alimentó la violencia vía redes sociales.

Manipulación de cifras de muertos:
Los fallecidos durante los eventos violentos son informados sin explicación ni especificación y como en  Venezuela, se culpa desde los medios al Gobierno. Se busca el pretexto para la intervención o el golpe de Estado. En Nicaragua los medios se hacen coro de informes fantasmales que colocan cifras de muertes, confirmadas o no.

Saqueos y daños a la propiedad pública y privada:
Grupos armados en Nicaragua han saqueado varios locales de electrodomésticos y hasta de motocicletas en algunos lugares del país, además han causado daños en instalaciones estatales, como hospitales e instituciones educativas.

Uso de francotiradores:
En Venezuela se llevaron a cabo muertes selectivas empleando francotiradores. Desde el 11 de abril del 2001, pasando por el Euromaidán hasta Nicaragua, los francotiradores son un recurso recurrente en operaciones golpistas agenciadas desde EE. UU.

Uso de influencers del mundo de la farándula:
Instrumentar la sensibilidad de personas ligadas a la industria del entretenimiento es un exitoso recurso de propaganda para alcanzar apoyos a las jornadas de violencia en estratos cada vez más amplios de la opinión pública. En el caso venezolano sobraron personajes de la farándula manifestando su parcialidad en contra del chavismo.

Símbolos y glorificación de la muerte:
Las listas de fallecidos pintadas con tizas sobre el pavimento que se utilizan en Nicaragua son similares a las escritas en Venezuela durante las guarimbas del 2017, con el propósito de ocultar las causas y trasladar los costos humanos de la violencia al Gobierno.

Fuente: Misión Verdad

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