García en Washington

Arturo Von Vacano

Publicado el: 2006-07-26 0 min. + -
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La visita del Vice Presidente Alvaro García Linera me sirvió para convencerme de una dolorosa realidad, la soledad evidente del gobierno de Evo Morales en el mundo ancho y ajeno. Por otro lado, si Morales y García fracasan en su intento de modernizar Bolivia, no será por falta de esfuerzo.

García Linera no desperdició un minuto durante los cuatro días de duro trabajo que se impuso en Washington ni desdeñó oportunidad alguna de exponer la posición y las ideas de su gobierno ante la indiferencia u oposición muda de los empresarios que vinieron con él pero no fueron sus acompañantes aunque fueran sus compatriotas.

Fue un hombre esforzado y solo entre gentes bolivianas que le hicieron sentir el peso de su rechazo, reflejando aquí el divorcio que se da entre medias lunas y wipalas y nuestro racismo.

Sus esfuerzos no alcanzaron, sin embargo, para lograr otro resultado que el que todos esperaban, incluso el mismo García. "Hoy se inicia nuestra presencia diplomática en Estados Unidos", dijo, resumiendo su visita, "y los resultados se verán a largo aliento", con lo que expresó una esperanza más que una afirmación.

La presencia diplomática a la que se refería no pudo haber sido otra que la suya propia como representante del primer gobierno indio de nuestra historia, pues la que vi en acción en nuestra embajada cuando recibió a cuatro o cinco periodistas bolivianos para contestarles a una pregunta por cabeza fue la presencia diplomática de los gobiernos anteriores, representada por funcionarios que deben su posición y sus salarios a esos gobiernos.

Esa actitud, profesional y efectiva, sin duda, se ilustró cuando, apenas contestaba la primera pregunta del caso, una señorita que va más hacia señora le clavó un celular a medio milímetro de la boca y se escuchó claramente la voz de un caballero misterioso y afortunado que recibía de primera mano las declaraciones de García gracias a una diplomática interesada en servir mejor a otro empleador. García puede ser todo lo vicepresidente que quiera, decía ese celular, pero esa señora maneja la embajada y nadie le pone la tapa. Eso lo entendemos los bolivianos mejor que nadie.

García, habiendo medido ya la situación, aguantó el celular bajo su oreja y continuó diciendo lo que estuvo repitiendo a lo largo de su visita y que mi amable lector puede leer en Los Tiempos del domingo 23.

Esa presencia solitaria e improvisada a la que se refería García para resumir su misión se ilustró también cuando Dan Burton, presidente del subcomité para el hemisferio occidental de la Cámara de Representantes, le pidió que presentara la estrategia comercial boliviana por escrito.

Lejos de sacar de un bolsillo una versión escrita en impecable inglés de las ideas que preparó durante semanas antes de venir y que presentó en versiones largas y cortas ante todos sus auditorios de Washington, el Vice Presidente no pudo hacer más que prometer el documento para un futuro no tan próximo como lo requieren las necesidades de su gobierno.

Esto es, una presencia diplomática constituida por un solo hombre en su misión solitaria permite errores de este tipo cuando falta el equipo de asesores que sin duda acompañan a personalidades llegadas de otros rumbos.

Por otro lado, tal vez estos incidentes y el estilo y el léxico usados por el vicepresidente para exponer las posiciones de su gobierno no fueron los mejores instrumentos para convencer a legisladores, empresarios ni a simples observadores, cuya actitud en general al salir de varias de las reuniones dedicadas a su trabajo expresaban más una amable condescendencia que el interés sincero de personas convencidas por buenos argumentos.

Para quien ha leído varios de sus escritos y cree haber entendido algo de su "capitalismo andino", es difícil comprender cómo pudo creer García que convencería con su español selectivo a los "capos" del capitalismo mundial encargados de proteger al sistema y al Imperio desde el legislativo más poderoso del mundo.

Y así, no quedó más que la oportunidad de medir de cerca al hombre que es el único intermediario entre su gobierno y otras naciones, dado que casi todos los miembros del gabinete ministerial parecen haber visto poco mundo, luchan todavía por dominar un idioma extranjero, el español, y se parecen a los norteamericanos en un solo rasgo, el deseo de borrar del mapa al resto del globo si ello fuera posible.

García Linera parece un profesor de universidad de casi medio siglo cuyo esfuerzo principal, cuando trata con sus hermanos hombres, es el de establecer un espacio real o ficticio que quede bajo su dominio.

Cree que puede lograr este objetivo mediante los instrumentos mínimos que usa todo expositor en un aula. Las manos, para expresar su capacidad de abarcarlo todo o casi todo entre sus ideas. Los ojos, para demostrar en un primer momento un interés tal vez inexistente en su interlocutor. La voz, que debilita cuando desea que no se le entienda y refuerza cuando en verdad desea que los demás sepan lo que dice.

Matemático, ha parcelado sus temas y los ha encasillado como hacía Napoleón, cuya capacidad de meter cosas diferentes en cajones especiales de su cerebro le daban la capacidad de manejar diferentes problemas y sus soluciones en pocos segundos.

No siendo Napoleón, García deja ver que tiene cada tema numerado pero se toma dos o tres segundos, tal vez más, para hallar el cajón mental en que lo tiene almacenado, con lo que sus oyentes temen a veces que sus silencios largos significan un serio cansancio mental. Habiendo hallado el cajón respectivo, sin embargo, García no tiene dificultad alguna en recitar su contenido en el lenguaje de su propia meritocracia, con lo que deja a las buenas gentes casi en ayunas.

El resultado es que tales oyentes descubren que el Vice Presidente carece del carisma que hace tan simpático a su Presidente, no tiene el entusiasmo tan útil para los líderes cuando se trata de mover multitudes y ofrece respuestas que resultan convincentes sólo para él, pues sólo él las entiende a perfección.

Físicamente, hay momentos en que parece un jesuita que interpreta a Dios con la seguridad de que Dios está con él aunque en verdad no sea así. Un mechón ínfimo que se deja caer como lágrima por el lado derecho traiciona una vanidad mínima antes de retornar a su lugar a toda prisa, y la renuncia decidida a un par de patillas le asemeja también a los sacerdotes de algún culto indefinido. Es meticuloso y metódico, limpio como un silbido y elegante con sencillez, lo que también empuja a buscar algún seminario entre los años de su educación. Su honestidad es evidente, su ambición es clara, su ejercicio del poder debe ser, otra vez, de un estilo aprendido de algún cardenal del medioevo, su ambiente preferido no es el estadio de las multitudes sino el gabinete de los estudiosos.

Para algún observador sensible, esa misma soledad en la que se debatió apenas vino al reino de Mamón en busca de un imposible y el recuerdo de sus mandantes aquí lejanos pero presentes siempre en sus exposiciones claras o confusas, mandantes en dura lucha por abandonar sus actuales condiciones infrahumanas, García Linera provoca el deseo de colaborar con sus trabajos y su gobierno.

Más si se recuerda el profundo divorcio actual entre las masas y los sectores educados a la europea de los que es tal vez el único representante entre sus colegas gobernantes, y aún más si se anota el alto precio que podrían pagar sus compatriotas si tales trabajos derivaran en violencia.

Pero la oportunidad de expresar tal deseo desaparece cuando el hombre sale a paso de vencedores y se detiene sólo para espiar en un papel lo que de él dijo El Día de Santa Cruz esa misma mañana. Nada sabía aún de lo que el mundo dice sobre su descubrimiento de la capital del Imperio.

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