Autonomía, dominación y memoria histórica

Publicado el: 2006-07-13 0 min. + -

Alfredo Chimori Saucedo*Negar la verdad histórica del país fue siempre elemento de provocación para el puñado de oligarcas. Los mismos que están ahora en Santa Cruz, en el pasado estuvieron en el altiplano enriqueciéndose con los minerales de Potosí, pactando o recibiendo órdenes de las corrientes más retrógradas del mundo occidental. La injusticia, la aculturación, el robo de riquezas naturales no son de ahora, se revela como rémora desde hace más de 500 años de dominación colonialista.

Hay que ser inconsciente para no darse cuenta de una verdad tan clara como el agua: Bolivia es un país de cultura indomestiza y todos o casi todos sus habitantes tienen ascendencia indígena cambas, collas y chapacos confundidos. Esta verdad es incontrovertible, no se necesita demostración. Su presencia tampoco es retórica ni poética: es real, de carne y hueso, basta salir unos segundos por las calles de Santa Cruz o La Paz para darse cuenta de la monumental insensatez a la que ha llegado la oligarquía para negar al país. La sociedad indígena, o boliviana o popular o como se la quiera llamar, pese a las tentativas de hacerla desaparecer[1], está presente en cada rincón del país, en los mercados, en las calles de las ciudades, en los lugares más alejados y más cercanos del territorio; en los alimentos, en los idiomas nativos, en la vestimenta, en la música, en las costumbres, en todos los actos de la vida cotidiana, hasta en el aire que se respira está impregnada la marca de la cultura patrimonial, porque de todos modos, el peso gravitatorio indígena y mestizo es tan fuerte que todos y cada uno de los bolivianos, sean indios, mestizos, blancos, negros o amarillos, incluyendo a los negacionistas, "sufren" los efectos de esta simple verdad. Los "pigmentocratas", deben tener en cuenta seriamente esta verdad elemental: Bolivia existirá mientras las culturas de nuestros antepasados perdurará. No puede ser a la inversa.

El pueblo boliviano o el pueblo indígena o pueblo mestizo que es exactamente lo mismo, está vivo y presente, no se exhibe en los museos, ni en las exposiciones de Nueva York, Londres, París, como se hace con otras sociedades hermanas que fueron aniquiladas para agrandar fortunas de los amos del mundo, hoy estos pueblos masacrados se los muestra en vitrinas para alimentar la curiosidad enfermiza de ciertos científicos megalómanos y la misantropía del turismo de mirones, especializados en culturas muertas del mundo, sin preocuparles un ápice del porqué de su exterminio.

El pequeño círculo de negacionistas, siempre se alimentó del discurso reaccionario en su sueño dorado por crear una sociedad racista y "blanca" antiindía, antichola, antipopular, un tanto a la imagen que muestran las películas-basuras y programas de alienación que invaden las ciudades. Se dan modos de concebir una sociedad que solo existe en sus cerebros: por eso que cuando hablan de Bolivia, invariablemente la identifican con otras realidades que geográficamente se encuentran a 10 mil kilómetros de distancia, pero nunca con el pueblo indígena o mestizo, bien que por ocurrencia están a cero kilómetros de distancia, es decir, en cada uno de los bolivianos. Son obscurantistas, porque por una parte, sicológicamente se alejan definitivamente del país; por otra, se asimilan a los "valores" más retrógrados del occidente, finalmente no son "ni chicha ni limonada", porque no saben de donde son ni adonde van. Pero lo más grave de ésta curiosa forma de destruir al país, es que desprecian lo auténtico, repudian lo propio, humillan al pueblo y a las culturas milenarias del país; en el pasado postergaron indefinidamente reivindicaciones económicas elementales y urgentes. Con el canturreo del discurso del "progreso", "modernidad" y otros señuelos, sumieron al país en la más absoluta miseria económica. En todo tiempo, confundieron cínicamente el "desarrollo" nacional, con el desarrollo de sus cuentas bancarias, de ésta manera, "la democracia" como la dictadura para ellos fue un negocio redondo.

La propaganda enlatada proviene de EEUU. Se concentra y se organiza en ciertos circuitos cerrados pero influyentes de las castas dominantes, principalmente de las ciudades de Santa Cruz, La Paz y Tarija. Promueve el menoscabo de la noción de pertenencia, de autenticidad, de legitimidad. Va dirigida para producir desconcierto, alienando a aquellos que no tienen otra disyuntiva más que de leer, ver, escuchar los mismos estribillos que los monopolios de información preparan. Sin otra posibilidad que de aceptar inconscientemente el formateo de sus conciencias, porque en Bolivia, a través de los medios al servicio de la oligarquía, solo existe la opción de recibir proselitismos nauseabundos. De esta manera, el urbano medio es receptor de discursos obcecados. Poco a poco se extravía sin saber quién es quién; negándose asimismo, transformándose en enemigo gratuito de sus raíces culturales, en rival inconsciente de la realidad de su sociedad, en refractario de los intereses de su país, porque al estrellarse contra él mismo, se estrella contra su propio destino, en un abismo perverso de autodestrucción, planificado por los explotadores.

La finalidad de estas campañas de aberración, es bastante clara: anular toda reflexión, suprimir todo espíritu crítico, aniquilar toda toma de conciencia, para que el pueblo se hunda en la trampa y se impregne imperceptiblemente en la lógica de los opresores. La embestida contra las culturas del país al igual que el sometimiento económico, es arma poderosa de dominación, por ésta razón, se introducen programas para acelerar la destrucción de sociedades heterogéneas ricas en sabiduría, valiosas en experiencia, pero que incomodan terriblemente al abrumado mundillo planetario de negocios y comisiones. El objetivo fundamental de los que acaparan el mundo, es de sustituirla por otra: postiza, dependiente, uniforme, manipulable, sumisa, corrompible a las componendas y señuelos pecuniarios. Si bien los tránsfugas son pocos, detrás de ellos se halla todo el arsenal ideológico de los dueños del mundo.

Legitimidad histórica

En cuestiones de soberanía, defensa de riquezas naturales, identidades culturales, reivindicaciones sociales y otras legitimidades, la impugnación de la realidad del país, parece ser cada vez más absurda desde que se descubrieron yacimientos de gas en el Chaco.

El hallazgo del gas debería causar alegría, forjar esperanzas en los hogares bolivianos, pero como era de esperar, - ni más ni menos, como en el pasado con el saqueo de las minas de Potosí y Oruro - los anhelos de mejores días se tornó en pesadilla.

La prensa, los canales de televisión, controlados por circuitos obcecados (consorcios privados, partidos políticos tradicionales, sectas religiosas), pese al triunfo electoral y plebiscitario de la Constituyente del pueblo boliviano, continúan recurriendo a proselitismos insidiosos, envenenando hasta la saturación el alma de los bolivianos. La codicia de los opresores es tan grande, que el descaro llega a límites incalificables. Las transnacionales y la oligarquía, siguen conspirando abiertamente contra la soberanía nacional y la democracia para arrebatarle de sus riquezas.

En el mes de noviembre del año pasado, se entretejieron tentativas de maniobras parlamentarias de diputados "naZionalistas" y "entreguistas" en intentos desesperados para aplazar las elecciones generales. En Santa Cruz, se exhibieron manifiestos trucados de "intelectuales", haciendo gala de fidelidades de "pueblos" fantasmas, de "patriotas" potenciales y de desbordante "juventud", que no eran más que paramilitares al servicio de la oligarquía. En estos últimos meses, a medida que se acercaban las elecciones presidenciales y el referéndum por la Asamblea Constituyente y la consulta autonómica, el proselitismo reaccionario machacó día tras día en las conciencias de los bolivianos, para quebrantar su combatividad en la defensa de lo que les pertenece. Se sintió el diluvio de la propaganda fabricada por expertos en mercadotecnia venidos del norte, como si el país estuviese en subasta pública. Se publicaron rumores para provocar pánicos, azuzar rencores infundados, incitar al racismo y a la xenofobia entre sus pobladores. Los "sondeos y estadísticas" hacían su agosto, en medio de la avalancha de comunicados apócrifos de "fuerzas vivas" para "denunciar" ante la "opinión pública" la "amenaza" que representaría el gobierno indígena del presidente Evo Morales en una sociedad "civilizada", que desde luego mueve a risa, si no fuera que por detrás de la verborrea cambalache, el neoliberalismo concuerda con las elites para apoderarse del gas.

En estas condiciones, el "juego democrático" de los neoconservadores formó parte del manoseo de dineros en la compra-venta de influencias y traiciones. Se desembolsaron millones de dólares en propaganda reaccionaria. Ya no fue disimulo, tampoco diplomacia disfrazada, la ingerencia de EEUU en asuntos internos del país fue abierta, insistente e insolente.

En una atmósfera delirante de provocación, los minúsculos grupos de reaccionarios mostraron los dientes para amedrentar a los ciudadanos. Sin embargo, frente a las campañas desestabilizadoras, el pueblo conservó su aplomo, demostró madurez, guardó mesura y serenidad.

"Autonomía" y manipulación

Desde hace más de tres años, la oligarquía de Santa Cruz, pregonó su "autonomía" como pretexto para la secesión del resto del país. Las "encuestas por la autonomía" no fueron encuestas por que no hubo cuestionario, tampoco se guardó el anonimato de los "encuestados"; más bien se trató de "adhesiones" amañadas que acosaron y obligaron a los ciudadanos presentar cédula de identidad, estampar firma, indicar su estado civil, anotar su domicilio y lugar de nacimiento. Estas "lealtades" a la fuerza, formaron parte de su proyecto secesionista. Estuvieron financiadas y preparadas por la oligarquía y por EEUU. En el momento de la consulta autonómica, se aplicó como instrumento de coerción, control de la población. Echaron mano de la intimidación para que pueblo de Santa Cruz firme devociones y servilismos, so pena de amenazas, despidos de sus fuentes de trabajo. Los oligarcas instalados en Santa Cruz, hace dos años necesitaban con urgencia de firmas para demostrar su "fuerza" y su "determinación". Según sus responsables, en lapso de algunos días habían reunido 500 mil firmas, pero se trató de "ciudadanos" virtuales, porque los existentes rehusaron firmar.

Los comités "cívicos" de Santa Cruz y Tarija, -que nada tienen de cívicos, si no de cínicos, son instituciones que teóricamente deben defender los intereses de Bolivia, sin embargo, hoy se transformaron en punta de lanza de las transnacionales y de los oligarcas. Santa Cruz y Tarija tienen gas y petróleo, curiosamente, de la noche a la mañana en ambas ciudades los medios de comunicación encienden el divisionismo, inventan efervescencias regionalistas.

Las polémicas contradictorias sobre el gas son fabricadas por especialistas estadounidenses, acuerdan enemistar a las regiones según sus proyectos. Elaboran estrategias de vocabulario ideadas por expertos en lingüística y propaganda comercial para confundir a los ciudadanos. Suministran argumentos y conceptos para que todos debatan en torno a reglas que ellos mismos crean. Traman tácticas y maniobras para demoler a los que incomodan. Instalan una atmósfera de desconfianza para sacar ventajas. En fin, la eficiencia empresarial, la competencia profesional, la mentira organizada y la persuasión bien estructurada puesta al servicio de los dominadores se aplica para destruir a toda una sociedad.

Desde luego, todo esto no es nuevo. Las técnicas de propaganda de supermercado de los asaltantes del mundo, se desarrollaron con mayor fuerza con el neoliberalismo y la mundialización. En Bolivia pasó lo mismo. A través de "operadores psicológicos", las "elites" conservadoras, utilizaron sus propios medios de comunicación y de información para divulgar su ideología y todo el bagaje de prédicas extraídas al pié de la letra de otras realidades. Gracias a estos discursos envasados, de la noche a la mañana impugnaron al "centralismo" que ellos mismos lo habían instituido en el pasado, clamando su "autonomía" que no son más que cerriles copias de copias de alegatos y "slogan autonómicos" de los países de la ex Yugoslavia para balcanizar a Bolivia. Los oligarcas se olvidaron que hasta hace poco, se sirvieron del centralismo para desvalijar los minerales de Oruro y Potosí, ahora proclaman su "autonomía" para que nadie se atreva a controlarlos.

La palabra "autonomía" por sí sola, no significa nada, pero sirvió de arma para causar rencores y falsas interpretaciones. La autonomía participativa y popular, es decir la verdadera, posiblemente sea esperanza de todos los bolivianos, no es de propiedad privada de nadie, muchos menos de los privilegiados. Es como la educación. Los nazis y los fascistas también proclamaban educación. Pero la pregunta fundamental es: ¿Qué clase de educación? ¿Para liberarse o ser sumisos? Si se trata de autonomía ¿Qué género de autonomía? ¿Servirá para que el Estado administre mejor los recursos del país, delegando responsabilidades? Son preguntas fundamentales y muchas otras más, que tendrán que analizar y responder los representantes elegidos en el referéndum por la Constituyente.

¿De qué vale la autonomía o el centralismo si están en poder de los enemigos del país?

Triunfo del pueblo boliviano

Impedir la victoria política del pueblo, fue desde más de un siglo el objetivo principal de la dominación, porque siempre se constituyó en defensor aguerrido de los recursos naturales, en vanguardia de la soberanía nacional, en protector implícito de las culturas indígenas y populares que son el patrimonio vivo de todos los bolivianos collas, cambas y chapacos sin distinción.

Reconstruir lo qué fue destruido por las oligarquías es tarea gigantesca; entrañará sacrificios, desvelos, esfuerzos de quienes están gobernando en nombre de las mayorías nacionales.

El triunfo electoral de las mayorías que fueron marginadas durante siglos, permitió que en el lapso de cinco meses, el gobierno del presidente Evo Morales, recupere el gas y el petróleo que estuvieron en poder de las transnacionales, permitió entregar tierras a los campesinos pobres. Sin embargo, falta mucho qué hacer: reestablecer la infraestructura ferrocarrilera, dotar de más tierras a los campesinos, incentivar la agricultura, rehabilitar la confianza de los que fueron marginados, crear fuentes de trabajo, recuperar las raíces culturales de quienes lo han perdido, apenas son muestras para salvar al país; otorgarles confianza a las nuevas generaciones, buscar el verdadero progreso desde nuestra propia realidad, educar a partir de nuestra propia imagen, desarrollar la cultura nativa y popular al servicio de propios y extraños, buscar la unidad con el pueblo latinoamericano en la lucha por la paz, el bienestar y la solidaridad son objetivos entre otros del gobierno que hoy representa a los bolivianos sin discriminar a nadie. La realidad no es uniforme ni es válida para todos, por eso que la diversidad y los particularismos regionales son la riqueza del país. Pueblo camba, colla y chapaco es el fundamento de nuestra Nación, unidos todos en una sola dirección, por el desarrollo y el bienestar de nuestros hijos, contra el neoliberalismo y los explotadores. Aquel empuje histórico de esta tierra tantas veces oprimida, pero que hizo temblar a los tiranos, es la verdadera fuerza del país.

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* alfredo_chimori@yahoo.fr
Notas.- [1] En 1978 Banzer, el dictador, firmó un acuerdo del entonces gobierno racista del Africa del Sur con la intención de "introducir" 300 mil familias de racistas blancos en territorio boliviano para "sustituir" a la población nativa.
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