Los sacerdotes modernos y las nuevas generaciones de luchas
Los sacerdotes modernos y las nuevas generaciones de luchas
Raúl Prada Alcoreza
Dedicado a mi hija Blanca Elena, guerrera de la resistencia y defensa de la democracia, a mi nieta Míaluna, que la acompañó, a mi otra hija, Matilde Amazonia, que siguió desde lejos apasionadamente los eventos y sucesos dramáticos, a mi hijo Francisco, que también sufrió desde su rincón lo que es el país en su desenvolvimiento interpelativo, a mi hermano guerrero, que expuso su cuerpo para proteger los cuarteles amotinados, a mis sobrinas y hermana, que participaron y se involucraron, a mi sobrino, que estuvo en los grupos de choque de defensa. Dedicado a los jóvenes y mujeres de coraje de Bolivia, que se enfrentaron a la estructura mafiosa del gobierno clientelar. Dedicado a los mineros, campesinos y ayllus, a los pueblos indígenas de tierras bajas que estuvieron en las movilizaciones de la revolución pacífica boliviana.
Los sacerdotes modernos, de la modernidad tardía y decadente, los que hablan en nombre de las víctimas, cuando son los nuevos amos, cuando son las nuevas castas que dominan. Esta “izquierda” tradicional, apoltronada en sus laureles, que medra de la gloria y el prestigio de revoluciones pasadas, cuando no hicieron ninguna. Viven en la reiteración inútil de los mitos modernos, los mitos del buen caudillo, de los “gobiernos progresistas”, del “socialismo del siglo XXI”, efectivamente, los mitos de la voluntad de nada, del nihilismo tardío. Estos mitos modernos sirven para legitimar, por lo menos en la apariencia estridente de los medios de comunicación, las dominaciones perversas del lado oscuro del poder.
La “izquierda internacional”, colonial y conservadora, que oculta estas características de su intervención en el sistema-mundo moderno en crisis, hace gala de su retórica desgarbada, sin capacidad de convencimiento, al presentarse como defensora de gobiernos déspotas, que se autonombran como “gobiernos progresistas”. Repite groseramente, la complicidad de la intelectualidad de “izquierda” ante las atrocidades de la monarquía “socialista”, este barroco histórico político encarnado en la burocracia despiadada de Josef Stalin; ahora lo hace, no ante la impostura, por lo menos institucionalizada, de un “socialismo” burocrático, sino ante gobiernos barrocos de la forma de gubernamentalidad clientelar, aterida en el Estado-nación en crisis múltiple.
¿Qué es lo que busca esta intelectualidad nihilista y pretensiosa? ¿Acaso tan solo permanecer en el reconocimiento artificial de las ceremonias y ritos de las academias de la inercia de los saberes repetidos y desgastados? ¿Acaso medrar del poder de los gobernantes de Estados que se declaran de “revolucionarios” y pretenden serlo por la insistencia de la propaganda y la publicidad compulsivas? Lo que se observa es un grito desesperado de reconocimiento; se desgarran las vestiduras por defender los “gobiernos progresistas” de una decadencia evidente y de un derrumbe ético y moral sin precedentes. Lo que buscan es preservar sus mitos modernos ante la irradiación interpoladora y develadora de la realidad efectiva. En la práctica, cumplen la labor de los que legitiman el círculo vicioso del poder y la dilatación del ciclo largo del capitalismo vigente.
Han degradado lo que era el substrato epistemológico del marxismo del siglo XIX y comienzos del siglo XX, pues lo han convertido en una estrafalaria narrativa de un esquematismo simplón, donde se enfrentan los buenos contra los malos, dejando en el olvido el desenvolvimiento de la crítica, de la crítica de la economía política, mucho más, de la critica de la economía política generalizada, incluso muchísimo más, de la crítica de la ideología, de la fabulosa máquina de la fetichización. Esta “izquierda” apoltronada en sus laureles, corresponde a un conservadurismo recalcitrante y emperifollado, encubierto en poses aparentemente consecuentes, incluso aparentemente “radicales”. Poses que sirven, sin embargo, para encubrir la reproducción de dominaciones del lado oscuro del poder.
La muletilla que usa esta “izquierda” nihilista es la del “golpe de Estado”. No se detienen a contrastar a esta hipótesis de propaganda con lo que ha ocurrido y con lo que acaece. No les interesa corroborar, ni mucho menos investigar en la fuente empírica de los hechos. Lo que les importa es mantener la creencia en los mitos modernos. No se da cuenta esta “izquierda” que es parte clave de la dominación mundial, no solamente de la reproducción del círculo vicioso del poder, sino de la reproducción y dilatación de la dominación del capitalismo financiero, especulativo, extractivista y traficante. Lo hacen de manera complementaria a los proyectos neoliberales, aplicados en los países de la periferia, del centro y de los umbrales, las “potencias emergentes”, de la geopolítica del sistema-mundo capitalista.
El sistema-mundo capitalista es una totalidad histórico-política-económica-cultural. La composición de este sistema-mundo moderno contiene complementariamente las versiones aparentemente antagónicas de liberalismo y socialismo, de neoliberalismo y neopopulismo. Los enemigos son cómplices en la proliferación y reproducción de las variadas formas de dominación recurrentes. En este contexto convulsionado, esta “izquierda” apoltronada y esta intelectualidad nihilista defiende la ideología carcomida por sus propias contradicciones, defiende la grosera elocuencia patriarcal de los “gobiernos progresistas” y la fofa discursividad, que no convence, de la propaganda gubernamental de formas de gubernamentalidad clientelares. Lo peor y más grave, que defiende estructuras mafiosas del lado oscuro del poder, ateridas en las mallas institucionales de los Estado-nación en crisis.
En la actualidad, coyuntura, secuencias de coyunturas, periodos, de la historia reciente de la crisis política, se observa patentemente, no solo la crisis múltiple de los Estado-nación, sino la decadencia misma de la civilización moderna. Por lo tanto, también de sus mitos, de sus ideologías, de sus pretensiones de verdad. Sobre todo, es ineludible la crisis ecológica de magnitud, amenazante para la sobrevivencia humana. En estas condiciones y circunstancia apocalípticas, las posiciones políticas e ideológicas se evalúan y sitúan en el mapa calamitoso de la crisis civilizatoria y de la crisis ecológica. La “izquierda” internacional juega el papel lamentable de la apología sin sentido de caudillos déspotas y de gobiernos clientelares al servicio del modelo colonial extractivista del capitalismo dependiente.
Lo que ha ocurrido en Bolivia es un levantamiento social contra la impostura, contra el fraude electoral, contra la decadencia institucional de un gobierno clientelar, corrupto, pirómano y traficante. En reacción al derrocamiento del caudillo déspota, las organizaciones sociales, afines al MAS, se movilizaron, desesperada y tardíamente, desconociendo, en principio, la renuncia del líder, después pidiendo la renuncia de la presidenta de sustitución constitucional, en pleno vacío político. El Congreso, de mayoría masista por dos tercios, aprobó una ley de convocatoria a elecciones, que desconoce las elecciones apócrifas, sin la presencia del cuestionado expresidente y su yunta. Acto que equivale a un desplazamiento político que pone en su sitio a las fuerzas en concurrencia en el mapa político. El único partido nacional que abarca las localidades, las zonas, las regiones y las ciudades del país, ha decidido, en la práctica, efectivamente, clausurar la era de la impostura. Ante este hecho ineludible, ¿Qué pude decir la “izquierda” internacional? ¿Seguir con la cantaleta del “golpe de estado”? Lo que pueda decir y lo que ha dicho antes cae en el vacío, pues no tiene sustento.
La importancia de lo ocurrido en Bolivia radica en la rebelión de lo más propio de la formación social abigarrada andina, amazónica y chaqueña. En su pluralidad, plurinacionalidad, pluriculturalidad, en sus entrelazamientos y tejidos multicolores, ha encontrado la energía explosiva de oponerse a las estructuras del poder, viciadas de impostura y simulación, pero, sobre todo, de clientelismo, corrupción y perversión. Hay que ver que no solo se trata de una rebelión contra una forma de gubernamentalidad clientelar, sino también contra otras formas de gubernamentalidad anteriores, es también una rebelión contra la casta política y sus prácticas de ejercicio del poder tradicionales. Es difícil adivinar lo que pueda a ocurrir; se pueden conjeturar escenarios, como repetitivos, como de transición incierta, en el mejor de los casos, como de apertura a mundos alternativos y hasta alterativos; empero lo que importa es saber, tener consciencia, que se tiene y se contiene la potencia social, que puede no solamente derrocar a un régimen impostor y despótico, sino conlleva la capacidad de inventar otras proyecciones sociales, políticas, económicas y culturales.