Amazonia agonizante   Sebastiano Mónada  

Amazonia agonizante

Raúl Prada Alcoreza

Amazonia agonizante

 

Sebastiano Mónada

El contenido de estas páginas no refleja necesariamente la opinión de Bolpress

 

 

 

 

Amazonia proliferante de polifónicos cantos,

matriz de inteligencias sensibles,

memoria ecológica y sabidurías vitales,

anaconda alimentada por muchedumbres de serpientes,

continente de secretos biológicos y narrativas vegetales,

entramados corporales de animales de mirada melancólica.

Territorio donde germina la ayahuasca, memoria celular,

hermenéutica de entramados indescifrables.

 

Río Amazonas surcado por conquistadores náufragos,

buscadores de ciudades de oro y del país de la canela,

emboscados por pueblos de mujeres guerreras,

que los atormentan de día y de noche,

los vencen despiertos y en sus sueños.

 

Las sociedades cultivadoras de bosques,

arquitectas de lagunas artificiales y de canales hídricos,

desaparecieron dejando marcas distribuidas en la selva,

para recordar los caminos de regreso

cuando corresponda volver a la sinfonía tropical.

 

Los jinetes del apocalipsis avanzan sembrando hogueras,

donde exuberante y desnuda la Amazonia se quema.

Sabios árboles gimen agitando sus ramas de carbón,

murciélagos alados naciendo abrumados de cenizas,

que tiznan turbulentos aires contaminados.

 

Amazonia colgada en intangible cruz

en bóveda acongojada.

Su ceniza se esparce atormentada,

enjambre de mariposas noctámbulas,

profundas entrañas del orbe agitado,

apagando luz circundante de vida,

debatiéndose mortalmente herida,

encendiendo sanguinaria concavidad nocturna.

 

Jinetes del apocalipsis, montados en pelagios mecánicos,

máquinas sedientas bebedoras de energía fósil,

perdieron sus alas al descender a selvas condenadas.  

De implacable acero afilado

abren surcos en la jungla,

cortan troncos centenarios.

Océano de afectos exhalando aires sanos,

donde la meditación verde lanza

dulces pensamientos acuáticos.

 

Amazonia carbonizada entierra a sus hijos quemados.

múltiples plantas y muchedumbres de animales incinerados,

en aras del progreso, inscribiendo heridas profundas,

heridas abiertas sin cicatrizar en la carne,

en espesores exuberantes del cuerpo terroso.

 

Presidentes de estados encaracolados

en laberinto abismal de sus miedos

y abominables terrores fantasmales,

miran con desdén cementerios de cadáveres.

Lo que en vida fueron proliferantes tejidos

de entrelazadas tramas vitales.  

 

Cadáveres dispersos en campo de batalla

de vertiginosa modernidad crepuscular,

alucinante como ejército de antorchas festivas,

carnaval del desarrollo sepulcral.

Continentales venas abiertas derraman cantos,

inconsolables plegarias de largos duelos,  

recorridos de muerte desembocando en el mar,

atormentado por pérdida irreparable de los hijos,

sin poder siquiera levantar vuelo,

pájaro herido esperando al silencio.

Las alas fueron cortadas por miedo afilado

de jerarquías administrativas del dinero.

 

Revolucionarios de pacotilla y fascistas criollos,

engreídos bufones de cortes clientelares

o comedidos machistas dispuestos al feminicidio,

vulgares asesinos de pueblos nativos,

jinetes del apocalipsis, montados en máquinas de muerte,

se unen martirizando a la Madre Tierra llevada al patíbulo,

donde descuartizada y desnuda la naturaleza agoniza,

ante públicos atónitos observando espectaculares

catástrofes desbocadas por el fuego,

prodigio de fabulosas masivas torturas.

 

Héroes anónimos de irradiantes devociones,

jóvenes voluntarios de entregadas vocaciones,

actos heroicos, derroches sin reclamo,

circulación del don y del dar,

corren armados de amor,

fusiles acallados por las flores,

desesperadamente

a salvar a manadas de animales en estampida

a plurales familias de árboles que perecen,

aferrándose a sus patas y sus raíces

que huyen y se hunden en la nada.

Profundidades del planeta amenazado,

para llegar al corazón terrícola

que apresuradamente palpita angustiado.

 

Jinetes del apocalipsis avanzan sembrando hogueras

cuando terminan su lóbrega tarea,

fastuosa piromanía embelesada,

comienza el espectáculo en estridente pantalla,

donde megalómanos patrones de gobierno,

títeres del lado oscuro de la luna,

se muestran esforzadamente preocupados

ante cámaras y periodistas embobados,

cabalgando sobre cuerpos martirizados

de la naturaleza decapitada.

 

Desde el fondo de complexiones vitales,

memoria ancestral anterior al tiempo,

emerge frenética voluntad de potencia creativa,

serpiente alada, metamorfosis de Tunupa,

para poblar de nuevo la Tierra soñada,

desterrando a los jinetes del apocalipsis

para siempre y para nuca más

repetir la pesadilla abstracta de la valorización

estéril y sin horizontes.   

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Raúl Prada Alcoreza

Escritor, artesano de poiesis, crítico y activista ácrata. Entre sus últimos libros de ensayo y análisis crítico se encuentran Anacronismos discursivos y estructuras de poder, Estado policial, El lado oscuro del poder, Devenir fenología y devenir complejidad. Entre sus poemarios – con el seudónimo de Sebastiano Monada - se hallan Alboradas crepusculares, Intuición poética, Eterno nacimiento de la rebelión, Subversión afectiva. Ensayos, análisis críticos y poemarios publicados en Amazon.

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